QUIERO VIVIR.

AGUSTÍN SERRANO SERRANO

 
No sé si lo que ven mis vacías cuencas es lo que realmente existe. Tampoco sé si lo que existe tiene o tuvo un creador. De lo que sí estoy segura, es que es lo que a mí me contempla y me sostiene, en un deambular instintivo y siempre hacia adelante.

En esta infértil tierra de defunción y cielo agujereado por lágrimas llamada infierno, yo existo como buen y educado muerto. Como una calavera más, que cumple con su trabajo de selección y envasado de los vivos que llegan, cuando la presencia en su mundo alcanza el final.
Es tarea complicada la del envase de los caídos cuerpos, pues algunos de ellos llegan en forma de alma resplandeciente, dada su costumbre de incinerar lo que fue su física envoltura, y hay que proporcionarles una nueva acorde con la infernal estancia.

Sin embargo, yo quiero vivir. No soporto más esta existencia. Este ir y venir de cuerpos. De almas desconocidas y de zombis ciegos. De demonios con atractiva sonrisa y sombrías intenciones. Y de este gris e impasible cielo del que nadie sabe su procedencia y al que todos miran cuando no saben qué decir.
Los hay que piensan como yo en la fábrica. Los hay que no y me llaman loca. Algunos dicen que soy rara. Y otros que en el interior de mi blanco cráneo hay algo que no funciona. Me veo caminar, al salir y al entrar, y me cuesta creer que sea para siempre.

Observo la puerta de entrada de los vivos. Una luz parpadea al fondo. Muchos son los que, en deseo de vitalizarse, la cruzan; crueldad a sus almas, se suele decir. Y no lo hacen por curiosidad. Lo hacen por desesperación. Por vía de escape de este insano lugar. Y es lo que yo quiero hacer.
‘’No estamos todos equivocados y tú en lo cierto’’, me dice mi diabólica madre. Pero ella no sabe que yo no busco estar acertada. Busco una salida. Algo que me saque de mi absurda realidad. No puede ser que lo que veo es lo que realmente existe. Debe de haber algo más que canales de hierro de sabrosas y emponzoñadas aguas. Algo diferente a jardines de hielo, piedra y sangre, de los cuales no dudo de su excelsa belleza, en los que los jóvenes demonios y los pequeños esqueletos saltan y juegan. Pero la vida tiene que ser algo distinto, algo a lo que no temo, por mucho que digan los que me conocen.

Quiero vivir. Quiero saber qué es la cordura de la vida, si es que existe.
Cuando la luna postiza alumbre la negra tierra del infierno y todos descansen, yo voy a abandonarlo todo. Cruzaré el umbral hacia el mundo de los vivos y sabré qué es realmente aquello a lo que tanto aquí se teme.
Viviré sí. Y la palabra vida, tan espantosa para éste averno, lugar en el que todos, vivos y muertos, creen, me dará la respuesta a mi desesperada presencia.
Lo macabro, se hará dulce, y lo dulce, macabro. Quiero vivir. Me despojaré de mi cadaverina y me abrigaré con el olor de la vida. Y con ello, obtendré la verdad.

¡Oh, misteriosa y desconocida vida, partamos ya!

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- Ha sido un parto perfecto, enhorabuena. Su mujer está bien y es una niña preciosa.
- Gracias, doctor.
 
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