No sé si lo que ven mis
vacías cuencas es lo que realmente existe. Tampoco sé si lo que
existe tiene o tuvo un creador. De lo que sí estoy segura, es
que es lo que a mí me contempla y me sostiene, en un deambular
instintivo y siempre hacia adelante.
En esta infértil tierra de defunción y cielo agujereado por
lágrimas llamada infierno, yo existo como buen y educado muerto.
Como una calavera más, que cumple con su trabajo de selección y
envasado de los vivos que llegan, cuando la presencia en su
mundo alcanza el final.
Es tarea complicada la del envase de los caídos cuerpos, pues
algunos de ellos llegan en forma de alma resplandeciente, dada
su costumbre de incinerar lo que fue su física envoltura, y hay
que proporcionarles una nueva acorde con la infernal estancia.
Sin embargo, yo quiero vivir. No soporto más esta existencia.
Este ir y venir de cuerpos. De almas desconocidas y de zombis
ciegos. De demonios con atractiva sonrisa y sombrías
intenciones. Y de este gris e impasible cielo del que nadie sabe
su procedencia y al que todos miran cuando no saben qué decir.
Los hay que piensan como yo en la fábrica. Los hay que no y me
llaman loca. Algunos dicen que soy rara. Y otros que en el
interior de mi blanco cráneo hay algo que no funciona. Me veo
caminar, al salir y al entrar, y me cuesta creer que sea para
siempre.
Observo la puerta de entrada de los vivos. Una luz parpadea al
fondo. Muchos son los que, en deseo de vitalizarse, la cruzan;
crueldad a sus almas, se suele decir. Y no lo hacen por
curiosidad. Lo hacen por desesperación. Por vía de escape de
este insano lugar. Y es lo que yo quiero hacer.
‘’No estamos todos equivocados y tú en lo cierto’’, me dice mi
diabólica madre. Pero ella no sabe que yo no busco estar
acertada. Busco una salida. Algo que me saque de mi absurda
realidad. No puede ser que lo que veo es lo que realmente
existe. Debe de haber algo más que canales de hierro de sabrosas
y emponzoñadas aguas. Algo diferente a jardines de hielo, piedra
y sangre, de los cuales no dudo de su excelsa belleza, en los
que los jóvenes demonios y los pequeños esqueletos saltan y
juegan. Pero la vida tiene que ser algo distinto, algo a lo que
no temo, por mucho que digan los que me conocen.
Quiero vivir. Quiero saber qué es la cordura de la vida, si es
que existe.
Cuando la luna postiza alumbre la negra tierra del infierno y
todos descansen, yo voy a abandonarlo todo. Cruzaré el umbral
hacia el mundo de los vivos y sabré qué es realmente aquello a
lo que tanto aquí se teme.
Viviré sí. Y la palabra vida, tan espantosa para éste averno,
lugar en el que todos, vivos y muertos, creen, me dará la
respuesta a mi desesperada presencia.
Lo macabro, se hará dulce, y lo dulce, macabro. Quiero vivir. Me
despojaré de mi cadaverina y me abrigaré con el olor de la vida.
Y con ello, obtendré la verdad.
¡Oh, misteriosa y desconocida vida, partamos ya!
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- Ha sido un parto perfecto, enhorabuena. Su mujer está bien y
es una niña preciosa.
- Gracias, doctor. |
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