Rufino |
por Camelia |
Rufino, nunca supo porque le pusieron ese nombre, no había precedentes en la familia ni en el pueblo, pero cuando lo bautizaron, su madrina lo eligió, sin saber que su portador no dejaría indiferente a nadie.
Nació en la década de los cuarenta, cuando los vecinos que habitaban estas tierras eran unos 300 más o menos. Desde pequeño fue muy inquieto y duro de convencer para que se adaptase a la vida que se vivía entonces en su casa. Así que, un día se marcho sin rumbo, y después de varios años inmersos en la aventura, volvió de manera inesperada para reencontrarse en el mismo lugar que habían pateado sus pies antes de irse. Se estableció allí y se puso al día en muy poco tiempo, en ese regreso tenia una meta muy clara, seguir así hasta que le llegara su hora. Se había convertido en un hombre muy activo y dicharachero de aspecto alto, delgado, bien parecido y muy cercano. Su memoria era prodigiosa y al ser tan extrovertido, se relacionaba con cualquiera que se encontrara en su camino fuesen o no conocidos de antemano por él; reconocía a cualquiera, de las personas con las que se hubiese cruzado o hablado antes, incluyendo todos los pormenores. Con su carácter abierto y amable era imposible que en los pueblos de alrededor alguien no hubiese oído hablar de Rufino o no lo conociese en persona y si era así, todavía crecía mas la curiosidad, por tratar con un ser tan pintoresco, conocido en kilómetros a la redonda. Si había forasteros y le pillaba fuera de su trabajo en el campo o el monte, hacia de guía y no los dejaba, hasta que después de recorrer y llevarlos por los lugares que mas les interesaban del pueblo; en más de una ocasión, tras la caminata se los llevaba a su casa a tomar un bocado o a beber algo. Ni que decir tiene que se iban con una sonrisa de agradecimiento y muchas veces sin saber que decir ante semejante acogida. -No tenemos pensión, pero de este pueblo, nadie se va con el estomago vacío. ¡No faltaría más! Si buscaban una persona o lugar concreto, los acompañaba hasta la misma puerta. Y si el familiar o conocido no estaba, indagaba hasta que se aseguraba, de que no se quedaban solos. Mientras caminaban por las angostas y empinadas calles les iba explicando, detalle a detalle lo que se iban encontrando y si había algo de interés cultural dentro del recorrido se explayaba a fondo. Lo había hecho tantas veces que se sabia hasta lo mas nimio de memoria. Todos llegaban sanos y salvos a su destino y mas aún, encantados por la compañía y la conversación que les había dispensado una persona a la que no conocían de nada. -No se preocupen que no se van a perder ahora mismo les acompaño yo. ¡Que no es molestia por Dios, para eso estamos! Un día por ti y otro por mí. Además como yo no tengo jefe no tengo que rendir cuentas a nadie. Rufino relataba que siempre había sido muy rebelde, inquieto y curioso en su juventud, y les había dado mas de un disgusto a sus padres y cuando no sabía lo que quería hacer con su vida, le dio el arrebato y se fue varios años a la legión. Era poco mas que un adolescente y nunca antes había salido del lugar en el que había nacido pero no se lo pensó dos veces, en cuanto tuvo la oportunidad. Después de estar varios años por África y después como legionario, hacerse unos cuantos tatuajes, pasar el tiempo a su aire, un buen día se cansó y del mismo modo que se fue decidió volver. Su etapa de uniforme por las tierras de Melilla, Ceuta, Marruecos… viviendo, como decía él, entre moros y cristianos, le nutrió de innumerables historias y recuerdos y con todos ellos apareció de nuevo en el pueblo diez años mas tarde. Cuando le preguntaban por esta etapa siempre decía: - Cosas que se te pasan por la cabeza y no piensas en nada más, porque faena aquí tenia de sobra, pero se te mete en la sesera y te parece que fuera de tu tierra esta la octava maravilla y que atan los perros con longaniza y poco a poco, se va cambiando cuando ves la realidad, en la que viven otros pueblos. Al principio era la novedad por lo desconocido, tanta gente diferente… y después el campamento que era duro, pero cuando uno es joven arrea con lo que sea y te vas entreteniendo y pasan los días con la velocidad de un rayo y al cabo del tiempo, te das cuenta que no es la vida que quieres para siempre y que echas de menos a la familia y al pueblo y a la gente que se quedó cuando me fui…¿Cuántos se habrían dado con un canto en los dientes si hubiesen tenido lo que yo, pero lo que nos pasa algunos cabezas locas, que no sabemos lo que queremos, nos marchamos en busca de aventura y cuando has recibido suficientes palos ves que en todos sitios cuecen habas…. -Cuando hice la maleta y tenia en mis manos el billete de vuelta, no me lo creía, me puse en viaje y me parecía que volvía al paraíso. Se me caían los mocos de tanto que llore de alegría cuando al llegar al pueblo todavía seguían aquí a los que conocía y a los que no conocía pero a los que les habían hablado de mí, del legionario, es verdad aunque parezco duro, uno tiene su corazoncito y la tierra me tiraba, no podía evitar que se me cayeran las lágrimas como a un chiquillo, cuando me recibieron con tanto cariño.
Después de tantos años y tantos kilómetros, fue cuando decidí que mi sitio estaba aquí y lo que mas me dolió es ver como habían envejecido mis padres y lo que habían sufrido por no saber de mí, hasta se pusieron enfermos. Pase de todo, bueno y malo… pero perder a mis padres después de sus penosas enfermedades a los pocos años de llegar fue mi castigo. Los cuide lo mejor que supe y les hice la promesa de no volver hacer daño a nadie y sobre todo, echar una mano siempre que pudiese, a quien lo necesitara. Es mi penitencia por ser tan egoísta y no haberlo hecho antes. Rufino se quedo solo al morir sus padres y como no tenía más familia en el pueblo, él adopto a todos los que allí vivían como algo más que simples vecinos. Era muy popular y querido porque siempre estaba disponible para lo que le pidiesen.
Tenia muy buena planta, había viajado y conocido mundo, así que le daban la murga con que tenia que buscar una mujer y tener familia porque ya iba siendo hora y sino se convertiría en un mozo viejo, soltero y solo.
Tardo unos años en emparejarse. -Tuve mucha suerte al encontrar a mi mujer, que vino al pueblo de vacaciones y al poco de festejar nos casamos. Cuando te casas y tienes hijos tu vida da un vuelco. Por desgracia, la pobrecica me duro tan poco… Menos mal que me quedo la chiquilla y ella me hizo salir adelante de la pérdida de su madre. Todos los días de doy gracias a Dios por no dejarme solo.
Siempre decía que le hubiese gustado tener más hijos, pero aunque se quedo viudo muy joven no volvió a casarse.
Se construyo una gran casa de dos plantas en la plaza del pueblo. Mientras la niña fue pequeña contrato a una mujer del pueblo para que cuidase de ella y de la casa, mientras él trabajaba de sol a sol.
Rufino trabajaba en sus campos, hacia chapuzas en el pueblo, y en época de recogida o siembra, en cuanto terminaba con lo suyo se apuntaba como jornalero en cualquier sitio que hubiese trabajo remunerado. Tenia una salud envidiable y trabajando tenia para vivir bien. La hija fue creciendo y cuando acabó el colegio pasó a ocuparse de las faenas de la casa. Era una chica de pueblo así que como no quería estudiar, no tardo en hacer, lo que hacían el resto de las mujeres. Muy discreta y trabajadora. Como no tenían más familia, ella se encargaba de todo y siempre cuido de su padre al que adoraba.
Unos años mas tarde su hija se casó y se subió a vivir a la planta de arriba de la casa. El padre se quedo en la planta baja. Cuando llegaron los nietos, Rufino, trabajaba menos y dedicaba muchos ratos a estar con ellos cuidándolos. Subía a la hora de las comidas a casa de la hija pero después se bajaba a su espacio donde estaba a sus anchas. -Mientras pueda y me valga solo para que voy a darle mas trabajo a la chica. Ya tiene bastante con lo que tiene en casa.
Rufino andaba todo el día de aquí para allá. No paraba en ningún lugar, un ser inquieto que en cuanto tenía un poco de tiempo libre subía o bajaba a los pueblos de alrededor. Se iba en bicicleta o andando. ¡La de kilómetros que habría recorrido…! En ellos tenia sus conquistas y de vez en cuando aparecía por el lugar a visitarlas, estas suplían la falta de su mujer.
Sus correrías eran de conocimiento público, aunque los hombres lo jaleaban y las mujeres se hacían las tontas y solo hablaban de esto entre ellas, no pareciéndoles demasiado bien, pero guardaban silencio o expresaban su opinión con “es hombre y ya se sabe como son, todos van a lo mismo, si fuera una mujer seria una puta”
Se mezclaba con gente de cualquier edad, era aparecer él y al momento se hacia un corrillo numeroso que lo rodeaba. Según era el público que se presentaba, así era la conversación. Contaba historias o se dedicaba a bromear y pasar el rato tomándoles el pelo a los más pequeños.
Bastaba con que alguno le preguntara por sus vivencian en los años de la legión, de las que había salido ileso… los cotilleos de otros pueblos para empezar la charla; otros días eran historias misteriosas o graciosas que nadie le rebatía aunque pudiesen ser increíbles. Era un orador o un cuenta cuentos. Cualquier barrio era un buen sitio para reunirse y tan solo dependía del tiempo que hacia. La plaza, la carretera, las escuelas viejas, la calle mayor, el bar de la plaza o la casa de cultura, los bancos de algunas viviendas que tenían a su alrededor suficiente espacio para sentarse los mayores en el cemento hecho silla y los críos alrededor en el suelo. En cuanto veía desde su balcón que se iban acercando los de siempre, dejaba lo que estuviese haciendo y bajaba o subían a buscarlo.
El enseñaba sus tatuajes, los primeros vistos en el pueblo, y que apenas eran llevados por algún que otro pirado como decían los que no los llevaban.
-Hay que tener ganas de llamar la atención o estar tocado de la cabeza para ponerse semejantes cristos, corazones sangrando, retratos, palabras que se referían a novias o aficiones y mujeres desnudas que colocaban en una parte del cuerpo en la que al mover los músculos correspondientes la mujer se movía al mismo ritmo con lo que despertaba las carcajadas de los que no lo habían visto antes.
Cuando estaba melancólico contaba como, y que, había pasado en cada momento, de su convivencia en la legión, lo joven y fuerte que era y lo diferente que era esa tierra al pueblo. De los que le escuchaban, la mayoría de ellos, no se habían movido del pequeño pueblo, así que no perdían detalle.
Nunca sabias si las historias eran falsas o verdaderas puesto que ponía tanto énfasis cuando las contaba y daba tantos detalles de todo, que si alguien dudaba, el siempre tenia fuentes de primera mano a las que preguntar, cosa que nunca hacían porque para eso habría que ir en busca del fiador. Tampoco podían comparar pues era el único que no había hecho el servicio militar dentro de la península. Aunque pudiesen dudar todos le llevaban la corriente. De este modo se aseguraban estar presentes en la próxima entrega.
En los días de labor, bajaba con las mulas al campo. Iba con paso tranquilo y cuando se cruzaba con alguien en la calle o asomado a la ventana siempre tenia el saludo preparado y una palabra agradable siguiendo su camino. Si por casualidad aun no te había visto ese año se paraba y te preguntaba detalles de todos los de casa y se sabia todos los nombres. Después te contaba donde iba o lo que estaba haciendo y continuaba con su faena.
Cuando veía alguno que era del pueblo pero que solo subía de vez en cuando incluso pasando años, de por medio, se paraba y le daba unos abrazos y se le iluminaba la cara de alegría
A Rufino le gustaba mucho el zumo de la uva. Llegado el momento se preparaban en las bodegas sus buenas reservas de vino recio y era costumbre echarse unos tragos de los otros para ver a quien le había salido ese año la mejor cosecha. Bebía y bebía, pero tenia bastante aguante, lo que indicaba que era bebedor de años y años, aunque solo agarraba alguna cogorza en fin de semana o en fiestas. . Durante la semana bebía poco. Siempre iba sobrio a sus faenas aunque tomase sus largos tragos de vino de la bota en casa con las comidas... o en el campo. Cuando llegaba febrero o agosto, meses en los que se celebraban las fiestas de San Blas y la Virgen, se le veía mas alegre que de costumbre, hasta que las fiestas tocaban a su fin. En el momento álgido de las fiestas se ponía de punta en blanco y trago aquí trago allá, acababa perdiendo el equilibrio y la compostura en la ropa. Se tomaba todo el tiempo libre en esos días y no se perdía ningún acontecimiento.
Bebía pero no se metía con nadie. , achispado por las copas de mas que se echaba al cuerpo, hasta que las fiestas tocaban a su fin. No paraba en todo el tiempo. La borrachera incrementaba su punto de chispa, en la que aun era más extrovertido que de costumbre y le daba por cantar jotas o canciones que había aprendido en la legión y que cuando las cantaba se ponía firme como si estuviese en formación del mismo modo que con las jotas colocaba los brazos en jarras. Allí donde había animación, era casi seguro que en ese lugar se encontraba él. Acompañaba a la banda de música y hacia todos los pasacalles cantando o bailando. Disfrutaba de todo al máximo. Se sabía el programa de memoria, donde hubiese jarana estaba él.
Cuando bajaba al baile siempre se oía lo mismo: -Rufino a las chicas déjalas en paz, si quieres bailar sacas a las que se saben defender que o haces esto o te sacare a la calle. -Tranquilo Ramón que estoy bien, que no voy a dar que hablar. ¡Ya me conoces hombre!
Y en efecto sabia mantenerse apartado de las chicas y tan solo las piropeaba y les contaba alguna cosa graciosa pero no las importunaba. Sacaba a bailar a las mujeres mayores y era muy buen bailarín incluso con cuatro copas de más, no perdía el paso. Era el primero en aparecer y el ultimo en marcharse. Cuando a veces estaba achispado y le daba por cantar en la plaza, su hija salía al balcón: ¡Padre, suba que vamos a cenar! Y no había que decírselo otra vez. Se despedía y decía: - Nada, nada, que llaman a cenar y hay que obedecer. Encima que te hacen la comida no vas a hacerles esperar… Ya sabes que donde hay patrón no manda marinero. Y mi chica aunque es callada los tiene bien puestos así que yo chitón que estoy mas guapo, hala pues hasta mañana. -Hasta mañana -Adiós, adiós. Era muy buena gente. Hubo un año, en el pueblo, en el que fallecieron bastantes hombres, de las mismas quintas, como si hubiese sido una epidemia. Bajábamos por el barrio Bajo cuando nos encontramos a una vecina de allí vestida completamente de negro. Al preguntarle nos contó que se había muerto su marido. No se como ha podido hacer algo parecido. Fueron a buscarlo al campo y uno de los vecinos se encontró el “zancocho”, su cuerpo colgado de un olivo. Ya estaba muerto hacia horas.
A las pocas semanas se mato otro con el tractor al caer en una zanja y quedar sepultado por el vehiculo. Dos que tenían cáncer se llevaron escasos días y después el que se murió durmiendo la siesta de repente. - Que no se levanta que no se levanta y cuando entro la mujer se encontró al probrecico como un pajarito. La tristeza se palpaba ese verano en el pueblo. Cuando se sube de año en año esperas encontrar a los mismos y te parece imposible que ya no los vuelvas a encontrar en un camino, campo, calle o en el bar. Las visitas de los que conoces de toda la vida y a los que vas a ver en cuanto dejas la casa medio arreglada se había reducido de forma drástica.
Así que en cuanto Rufino desaparecía unas horas por encima del tiempo previsto ya estaban averiguando donde estaba. Esto hizo que cada vez se moviese menos del pueblo y estaba muy apagado y envejecido. Le habían afectado mucho las pérdidas recientes. Todos habían pasado muchos años juntos y la alegría de antaño estaba cubierta por una mueca que simulaba una sonrisa y más que nunca los besos y abrazos que ahora daba eran como si se estuviese despidiendo.
Meses más tarde, salio de casa sin decir nada y no volvió. Al pasar el tiempo prudencial y no regresar se dio por desaparecido. Se le busco durante más de una semana. De todos los pueblos se fueron agregando cada vez mas personas y todos presentían lo peor. En la acequia de un campo a las afueras del pueblo, al que le tocaba regar esa semana, al ir a cerrar el paso del agua se encontró su cuerpo. No se supo si había sido suicidio o accidente. Después de la autopsia se determino que había muerto de forma súbita y que accidentalmente habría caído rodando hasta una acequia donde el agua lo arrastro hasta la tajadera donde lo encontraron.
Cuando se le recuerda una sonrisa asoma en el rostro y esta da paso a un gesto de melancolía y tristeza porque ya no estará tampoco en la plaza, en la carretera…
Ahora habrá que ir al cementerio donde todos los días alguien le pone flores frescas y delante de su tumba rendirle el homenaje que se merece un hombre bueno como pocos.
La noticia impacto en el pueblo de tal manera que su muerte ejerció el mismo efecto que si de repente hubiesen apagado todas las luces. Se suspendieron las fiestas de febrero y no se oyó ninguna voz en contra. Su presencia, su alegría y sus cantos siempre se echaran de menos.
Dedicado a Rufino al que conocí desde niña.
©Escrito por Camelia
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