Siextas.

Por Mónica Martín

Me siento como si estuviera llena de esperma. Acuso sensiblemente esta ola de calor nefasta. No sudo, no es mi estilo. Me parece una cochinada.

Un síntoma inequívoco de que mi erotismo empieza a despertar es que tengo la lengua alborotada con ganas de menearse, pero al mismo tiempo sin decir absolutamente nada. Siento cosquillas en la planta de los pies y detrás de las rodillas.

Llevo un día sensitivo y sensacional. He comprado 14 yogures y dos plantas de "hachis".

Siento que no puedo parar, mi propia mente no quiere parar, cualquier momento es bueno para el Bondage mental.

Calor,
Respiración profunda,
Así de pronto me siento más guapa de lo que soy.
Y también más gorda.

No importa la sola idea de tocarme, de ir penetrándome lentamente, me excita.
Este exorcismo de mi misma comienza en el cerebro.

Me toco,
Me toco,
Y me toco.

Y tengo un orgasmo como hace mucho que no tenía.
Siento, por poner un ejemplo, que otra puerta se ha abierto dentro de mí.
Me quedo profundamente dormida.
Son las tres de la tarde y tras una hora de reparador sueño, despierto.
Lentamente.
La casa es un total y profundo eco de silencio, calor y humedad.
Aún no abro los ojos porque me gusta escuchar mi propia respiración mientras duermo. Es fuerte, lenta, pausada, mimetizada, profunda.
Hay paz.
No quiero romperla.

Abro los ojos, esta vez sí. Puede que sí.
La gata está durmiendo a mi lado, la perra en la alfombra. Oigo como ronca. Roncaba desde que era muy pequeña.

Aún todo continua en silencio, tan solo la batidora del vecino suena en a distancia., antes de comprarse esa batidora se pasaba el día follando con su novia 20 años mas joven que él. Sino fuera porque me odia le daría un par de consejos.

Repaso mentalmente qué está en cada sitio. Y encuentro que todavía tengo extremidades aunque aún no puedo moverlas. Están pegadas por el sudor a las sabanas.

Sopor.
Me acuerdo.
Me acuerdo de todo.

Aún estoy totalmente húmeda. No siento vergüenza, solo sonrío, me acuerdo del placer. Me he hecho feliz durante una hora y cinco minutos.

Y eso me gusta.
Me gusta mucho.

Llega el momento del cariño ajeno. Y rompo a llorar como una niña ¿Por qué?, gimoteo, ¿Por qué?. Quiero ser una perra descerebrada.

Me acuerdo de cuando conocí a “Ex”. Como le gustaba tumbarse encima de mi completamente desnuda, me acuerdo de sus gemidos. Gemía sin que le pusiera una mano encima. Solo se tumbaba encima de mi desnuda y me decía…hazme casito.

Hazme casito.

Y yo creo que ahora que me permito explorar mi sexualidad de forma libre, tan libre como para estar escribiendo esto, puedo recordar aquel gemido venido de otro mundo, y llorar abiertamente, al darme cuenta de que necesito ese,

Hazme casito,
Cógeme de las manos,
Llévame a un lugar donde nadie sepa quienes somos,
Rápame la cabeza,
Átame.
Riega mis manos,
Desnudémonos en este estanque de alegría,
Sintamos como la soledad se aleja, se aleja y se aleja.
Veamos como se hace cada vez más pequeña desde que nos permitimos…
Ese abrazo,
Ese beso,
Ese sentimiento,
Sin sentirnos culpables ni responsables por nada.

Prefiero, creo, que prefiero una caricia en la espalda, en el cuello o en el anverso de tus piernas, si puedo elegir, prefiero, que me amen solo un rato y me quieran durante toda la vida.

Prefiero ser libre a tener que sentirme libre.
Prefiero, si puedo elegir, el aroma de tu batidora desconfigurada.

© Mónica Martín

 
 
Certamen contacta

Foro

Home

Zona literaria
         
 Copyright © por Canal #literatura IRC-Hispano / Derechos Reservados.