Mándame una carta

por Camelia

 

Cuantos detalles nimios a los que no les daba importancia en otras ocasiones, eran ahora motivo de despiste

- No sé como lo haces pero yo soy incapaz de escribir dos líneas seguidas… tú es que eres muy rara, le decían, porque le gustaba escribir y recibir cartas:

 

-Si, sé que soy un poco antigua pero es que las cartas me permiten expresar la máxima intimidad y puedo leerlas un número infinito de veces. Cuando quiero mandar una carta miro en mi interior y digo lo que siento; expreso lo que no podría decir de viva voz, aunque lo sintiese, porque la vergüenza me lo impediría.

 

Siempre había sido así pero en esta ocasión sentada y con todo dispuesto en el escritorio, no le servia ese método, el que nunca le había fallado…

 

Tenía el papel sobre la mesa, desde hacia horas, pero la respuesta se estaba retrasando. A   lo largo de la mañana había utilizado cualquier excusa para no hacer frente a lo que no podía dejar pasar mas tiempo.

No, no estaba muy inspirada.

Los pensamientos eran miles y ninguno, tenia que decirle algo que realmente pudiese ayudarle

Sin embargo su mente víctima de la dispersión más absurda, se lo impedía.

 

Las ideas derrotistas la interrumpían continuamente y no podía pensar con serenidad. Para escribirle tenía que estar lo mas centrada posible y esta vez no podía contarlo todo. Había sido una coincidencia pero ella también estaba mal, aunque él no sabia nada. Al contrario, sabiendo perfectamente, como sufría, no quería añadir más dolor.

Las ultimas noticias conocidas por boca de su mujer en el funeral de un amigo habían sido tan inesperadas que todavía no había podido digerirlas. Su razón le indicaba que lo que conocía de primera mano no era exactamente lo mismo que él contaba.

No quería dudar de su palabra pero a la parte afectada la creía incapaz de ser y hacer las barbaridades que le atribuía.

 Estaba entre la espada y la pared. Tenía sentimientos encontrados ya que los conocía y los quería a los dos.

 

Miraba fijamente el papel en blanco como si esperara ver resurgir palabra tras palabra las que necesitaba para confeccionar la carta. Observaba el borde superior, el inferior y después de izquierda a derecha comparaba los suaves brillos que reflejaban la luz de la lámpara, encendida a su espalda.

 

-Comienzo arriba…Durante unos instantes miraba este espacio. No, voy a dejar más sitio, que no me falta papel. Empezare mas abajo y así si escribo poco se notara menos.

 

Se intentaba consolar con excusas: ¿será la pluma, el bolígrafo? Incluso tomó por unos segundos un lápiz de punta fina que solía utilizar para tomar notas. Nada, no estaba ahí el motivo. Lo que sentía era tan profundo que no podía sustituirlo.

 

Recorrió visualmente la habitación, comprobó que no era el espacio o algún motivo del mismo el que la incomodaba. Todo estaba en su sitio.

Miro de nuevo el papel… nada.

Cómodamente sentada, no tenia frío, tampoco calor; no tenía hambre, hacia poco que había comido.

Intento relajarse y dejando la pluma sobre la mesa pego la espalda al sillón y se cruzo de brazos mientras observaba el cuadro que tenia situado enfrente. Era un niño, musulmán, con un libro abierto apoyado sobre un caballete bajo, parecía leer atentamente. Tenía las piernas cruzadas y las palmas de las manos apoyadas en las rodillas. Los trazos de la pintura no daban suficiente información como para distinguir que clase de libro era el que lo tenia tan absorto.

-¿Será el Corán? ¿O quizás esté en el colegio?

 Lo cierto es que el estaba muy concentrado y parecía muy interesado en el libro que tenia delante, su rostro era suave y relajado. La luz que entraba por la ventana de la izquierda iluminaba el perfil de este lado y dividía claramente su rostro en dos partes, una brillante y otra en penumbra. Era un niño de unos diez años, vestido con una túnica violeta y cubría su cabeza luciendo un precioso gorro blanco con detalles bordados con hilos de seda, en los mismos tonos que su atuendo.

¿Quizás solo este mirando las páginas y su mente este en otro sitio como me pasa a mí? No sabía como disculpar su falta de atención.

¡Venga se dijo, por favor! ¡Que no se diga que no puedes decirle una mentira piadosa…!

 

Se sentó en posición de manos a la obra y cogiendo el folio se pregunto:

- ¿Comienzo aquí arriba? No, empezare aquí, que el texto se vera más centrado.

 ¿Pero que pongo?

 

Desesperada por el bloqueo, se a reclino de nuevo y cerró los ojos.

La noche había sido mala pero la hora de salida lo transformaba todo.

En el momento en el que entraban en el vestuario para cambiarse se activaba el depósito de reserva del cuerpo. Reaparecía la energía y se cambiaban rápidamente porque lo que querían era salir cuanto antes de allí.

Habían completado el turno de diez horas y se iban a casa.

El turno de la mañana había dado el relevo o iban entrando a toda prisa.

A la salida iba departiendo animadamente, con otras dos compañeras.

Había noches en las que coincidían algunas que vivían cerca o que aunque solo fuesen unos metros se juntaban en la calle para ir paseando el trayecto que tenían en común.

 

Les servia para hacer balance y cierre del trabajo y de paso relajarse un poco.

Si coincidían un grupo sin obligaciones de horario aprovechaban para desayunar, hablar de sus cosas y comprobaban cuando les tocaba trabajar juntas otra vez.

Era un placer dentro de la dureza del trabajo compartir este, con compañeras que eran casi amigas. Pasaban tantas horas juntas que se veían y sabían muchas veces más intimidades que de la propia familia.

Las primeras preguntas eran casi siempre las relacionadas con las últimas horas. Como era lógico o casi obligado empezaban hablando del hospital y después de un rato cortaban con un:

-Cambiemos de tema, que con este, llevamos más de diez horas.

 

- ¿No has parado en toda la noche?

- No, tienes razón. Me la he pasado tapando y subiendo de los pies a la almohada al de la cama de la habitación tres. Que obsesión con irse a casa que le tocaba regar.

Y luego la abuelica de la seis, nos ha dado la noche con el orinal. Si no la he puesto veinte veces a mear, no la he puesto ninguna.

-Hoy es de los días que no veía la hora de salir, será que me estoy haciendo mayor…

- A medida que pasan los años cada vez se aguantan menos estos turnos tan largos y pesados.

-Si, son los turnos y los años que llevamos trabajando, que también pesan...

-Tienes razón. Es todo y ahora toca llegar a casa y seguir con lo demás. Yo tengo que comprar sin falta y me voy a ir derecha al mercado porque esta noche vuelvo.

- ¿Y el chico de Logroño? ¿El del tráfico?...

- Pobre mozo el del tráfico...

-¡que pena! Cada vez se bebe más y son más jóvenes. Pobre, cuando se entere de que sus dos amigos han muerto.

-Lo peor es que era él el que conducía. Esto lo va a marcar de por vida.

-¿no sabe nada?

-No. Porque aunque ha llegado consciente y preguntaba, estaba tan borracho que no coordinaba y en segundos se le olvidaba que estaba en un hospital. Hemos salido con evasivas. Después ha hecho una parada respiratoria y se ha quedado intubado y sedado.

-Lo mejor para él, así por unos días sufrirá menos, porque luego el golpe será muy duro.

-Es que van como locos. Llevamos unos cuantos tráficos de gente así en poco tiempo.

-¿Y vosotras en la coronaria?

- El que nos han traído de la muerte súbita también se ha quedado intubado.

Y el del infarto masivo me ha dejado muy mal cuerpo, también es muy joven... ¡Cada vez se acorta más la edad de los coronarios!

 

Era deformación profesional, repasar los detalles por si se había quedado algo pendiente.

 

Se hablaba de lo más cercano y si era una noche tranquila, el tema de trabajo se acortaba. Con todo esto intentaban desahogarse y después la conversación terminaba con algo más banal. Así se liberaban un poco de la tensión de la noche.

 

Cuando la guardia era buena se notaba en sus rostros el cansancio pero no la tristeza.

 

Mientras recorrían la calle en dirección al semáforo, donde hacían la primera parada para despedir a una de ellas, seguían con sus cruces de preguntas.

 

Las otras dos vivían cerca y les quedaba más de media hora para llegar a casa en coche. Algunas veces si las fuerzas les acompañaban caminaban hasta el barrio. A buen ritmo llegaban en casi una hora. Esa mañana estaban muy cansadas e iban directas a la parada del bus.

 

A lo lejos una figura inconfundible se hizo visible.

 

- Mira quien viene por allí.

- ¿Si, pero que mala cara trae, no?

- Buenos días.

-Buenos días. ¿Donde vas a estas horas madrugador, si tenías que estar en la cama? ¿No vas a trabajar, no? Nos dijeron que estabas de baja.

 

-  Si, es verdad, estoy de baja pero…Voy, uf, resoplo sin disimular la dificultad que tenía al respirar, a ver si me ven en respiratorio. Llevo toda la noche sin dormir y ya no podía más.

 Me he tomado un seguril y aquí llevo la caja por si acaso necesito mas y no he esperado mas tiempo, me he vestido y uf, uf, siguió resoplando a la vez que hinchaba el pecho.

 

Su cuerpo tenía de antemano un aspecto muy particular, pero se había transformado todavía más, en un tronco hinchado y una barriga de la que aparecían dos delgadas y largas piernas que le hacían tambalearse cuando andaba.

 

Verlo venir de lejos era conocerlo a golpe de vista. Su rostro lo cubría con unas enormes gafas de pasta y una poblada barba negra de la que ya asomaban numerosas canas al igual que de su cabello peinado con flequillo que apenas le dejaba libre la piel de la frente.

 

Esbozando una ligera sonrisa con mucho esfuerzo pregunto:

 

- ¿Pero vosotras que tal? Os veo muy guapas a las tres.

 

 - Bien, acabamos ahora el turno y si Dios quiere nos acostaremos pronto y descansaremos un poco.

 

-¿La noche ha sido muy mala?

-Que te vamos a contar que tú no sepas...

- Pero vamos a lo que importa ¿Tú como estas?

- Mal, estoy mal. Por la noche es cuando mas me apura y no puedo respirar. Tengo que levantarme y para no molestar al personal, me pongo en el ordenador. Menos mal que me conecto a Internet y paso el tiempo.

 

- Pero, meterte en Internet casi toda la noche... ¿eso te pondrá todavía más nervioso, no?

- No. Ha sido la única forma de pasar alguna de las horas del día y de la noche. La noche es cuando peor lo paso y en Internet estoy entretenido, haciendo algo para ocupar la mente y aislarme de lo que me rodea. Es por hacer algo…me hundo pensando...

 

- Bueno…tú mejor que nadie, sabes lo que has de hacer. Siempre has sido muy sensato, pero es que sin descansar no puedes estar.

- ¡Es que es la hostia!

- ¿Por qué dices esto?

- Es que no me hace ni caso y mi convivencia va cada día peor.

- ¿Tu convivencia?

- Si, mi relación en casa.

- ¡No me lo puedo creer... si sois una pareja estupenda! Ella siempre te ha apoyado...

- Eso es lo que todos creen pero… ¿sabéis como me conocen los amigos?: como el viudo alegre.

- ¿Pero eso a cuento de qué? No me parece una broma de gusto.

 

- Pues es para tomárselo así. Hace más de nueve años que podría decirse que soy viudo, justo desde que mi mujer cuida a su padre y a su madre. La madre lleva nueve años enferma y su padre además de enfermo es cada día más cabrón.

- Estás nervioso, no te lo tomes así, dijo una de ellas. Son muchos años, no hay duda. Y si está tan ocupada, también estará muy cansada. ¿Cómo no se plantea la posibilidad de solicitar ayuda y descansar? Pregunto otra.

 

- Eso, díselo a ella; que cree que si no se ocupa personalmente; piensa que nadie lo va a hacer, y a mi que me jodan. Ni un beso, ni un abrazo, ni un roce. Esto es insoportable. Su marido y sus hijos estamos en un segundo plano.

 

No te des mal que esto no te va nada bien. Lo que pasa es que son muchas cosas y han venido todas de una vez.

 

- ¿Pero tus hijos están bien atendidos o por lo menos así lo parece, no?

- No es que no los atienda pero pasamos muy pocos tiempos juntos. Y no creáis que últimamente hasta los críos estén en plan borde.

-  Bueno con los críos, ya se sabe, no se dan cuenta de muchas cosas.

- ¿Que no? Ya lo creo que saben lo que hacen. Que ya tienen años como para decidir lo que hacer.

El crío es que no me da un beso ni aunque lo ruegue.

- Ya sabes lo que pasa con los adolescentes, a esta edad están cambiando...

- Si, y la cría que es una mujer ya, no me hace ni un favor aunque me vea con la lengua fuera.

- ¿Pero con su madre, serán igual, no?

- La madre es mas fría, pasa de arrumacos. A mí me dice que soy muy pegajoso.

-No se lo tomes en cuenta. Seguro que lo dice de broma para que no sufras.

- Si, yo lo entiendo pero estoy cansado y hasta los cojones de aguantar. Y lo peor no es que este cansada. Cree que los demás nos quejamos de vicio. Y encima aguanta a la familia.

Pero claro es que su familia es muy intelectual, que si su madre leía mucho... (Cuatro novelas de mierda...)

 

El tono despectivo se fue haciendo cada vez mas aparente. Cuando tocaba hablar de los suegros le cambiaba el rostro. La suegra, ya no podía hacer nada por defenderse. Desde hacia mas de 9 años, padecía un Alzheimer y desde los últimos 3 años ya no conocía a nadie ni podía moverse de la cama. Era un ser desvalido y dependiente las 24 horas del día.

La recordaba de alguna vez en el hospital cuando hacia sus revisiones periódicas y había sido una mujer de gran fortaleza.

En una de sus recaídas la hospitalizaron.  Tumbada en la cama de lado, con el pelo blanquísimo y muy corto y tan delgada... era un ser que despertaba un gran sentimiento de ternura. Te miraba fijamente pero sus ojos no decían nada. ¡Que triste!

La terrible enfermedad que la había dejado sin habla, sin mente y sin movimiento estaba en su punto álgido. Estaba irreconocible.

 

Todos comprendían que su hija hiciese lo posible y cuando se refería a su cuidado era contundente en su respuesta.

-El día que muera quiero que las dos descansemos en paz.

 

- ¿Y su padre?

- Mi suegro es tema aparte. Sabéis esos documentales en los que salen los dictadores. Os habéis fijado la cara de cabrones que tienen...

 El padre de ésta es como Pinochet. Ya sabéis que Pinochet aparece en imágenes de cine y en las fotos; esas tan conocidas que han recorrido medio mundo. En las que el dictador todavía joven; sale con las gafas oscuras. Ocultando los ojos de asesino detrás de los cristales.

Ahora imagínate a mi suegro. Así es la cara de este cabrón.

Es que no puede disimular su cara de asesino. Pero lo que me jode es que se sienta orgulloso de su pasado y del que se jacta delante de los nietos.

- Pero es su abuelo, y con ellos se porta bien. ¿No es así?

- De puta madre. Se dedica a contar las batallitas de cuando era guardia civil: las palizas que dio y los muertos que mato. Hijo de puta. Es que no puedo consentir que les cuente toda esta basura a mis hijos y menos aun con arrogancia y desprecio.

- En eso tienes razón. No es tema de gusto. Si no lo es para mayores; menos lo es para críos.

- Y yo, soy el desgraciado, el que no tiene nada. Y a los míos que los parta un rayo.

Siempre comparando las familias. Lo oyes hablar y que si tienen carrera y gana mucho dinero, que si el otro tiene un gran trabajo, el enano follador y putero...y la hija, la pobre que se ha casado con un pelagatos.

-Venga, hombre, no te atormentes. Ya sabes lo que pasa con las familias.

 

Si, ya se lo que pasa, que a mi familia la parta un rayo.

No me digáis que no es triste que cuando murió mi madre tuviera que ir solo a su entierro… mi mujer se tenía que quedar con la suya...

¡Que son muchos años!... al principio sus papas todos los días en casa y tu en tu casa sin poder hacer lo que te diese la gana y después la enfermedad del padre, de mi madre, de su madre y de mi padre, por no hablar de los demás.

Su familia es perfecta: su padre es un cabrón que se jacta de que ha matado como si de eso uno se pudiese sentir orgulloso, aunque sea en ejercicio de la profesión que sea ... y la madre que si es muy culta, que si ha leído esto y aquello, total cuatro novelas de nada. 

Relataba cada frase con toda la ira de que era capaz, con todo el odio guardado años y años, soportando las críticas en nombre del amor que le profesaba a su mujer.

De pronto parecía que había descubierto que no iba a aguantar mas aquella situación.

-No te des mal, sabes que no te conviene dar vueltas y más vueltas a lo que no tiene solución. Es su familia y ahora es tarde para que cambien, máxime cuando cada uno de ellos cree que es perfecto. Tú procura que no te afecte y haz también tu vida.

-Si yo lo sé, pero es que mi familia también tiene el mismo derecho a ser como quiera.

-Por supuesto, y… ¿no es así?

-Que va... los míos son una mierda para ellos y lo más cruel es que me lo han dicho a la cara y cuando los he defendido la respuesta es: claro que vas a decir tú de tu madre o de tu padre o de tu familia...

Son tantas cosas y tantos años.

De un modo u otro iban haciendo las preguntas que parecían menos inoportunas pero que era el modo de demostrarle que le seguían en todo lo que estaba contando. Se dieron cuenta nada mas verle que le hacia falta que alguien le escuchase de verdad. Lo conocían desde hacia muchos años y algunas de estas cosas estaban esclareciendo muchas preguntas que se hacían a veces al ver el comportamiento de esta pareja que siempre habían creído que era un modelo a seguir.

Todos los esquemas se desplomaban mientras lo escuchaban.

 El seguía hablando…

- Pues yo también tengo dos hermanas, que no tienen carrera, pero son buena gente. Buena gente... pero dos desgraciadas. Bastante tienen con la vida que viven. ¿Y mis padres?

-¿Es que mis padres, no son padres? ¿Padres como los suyos?

-¿Pero tus padres porque no quisieron venirse aquí a vivir? Estoy segura de que, si hubiesen vivido aquí, también les habría atendido. Cuando estuvieron en tu casa los cuido. ¿O no?

-Digamos que sí. Pero no es lo mismo, no era hija, era nuera. Ella lo que quería es que mis padres vendiesen su casa de toda la vida y se hubiesen comprado una aquí. Pero es que allí en esa casa viven mi hermana y su hija y ninguna de las dos son independientes...

Pero en esto no la culpo, sé que hizo lo posible, pero mis padres no se adaptaban. Siempre estaban pendientes de mis hermanas. Teníamos el problema de toda la familia, en realidad fueron ellos los que decidieron marcharse. Pero son cientos de kilómetros los que nos separaban.

De esto yo no le culpo a ella…

Pero mi suegro, siempre tirando pullitas: que si su hija no nos puede atender a todos, pues, pues... y me lo dice a mí. A él bien que le gusta que le atienda. Los demás son igual, somos unos...

Empezó a jadear, y estaba cada vez mas alterado.

- Creo, que una de las cosas que mas te han preocupado en los últimos años han sido estas situaciones que no puedes cambiar. Te gustaría que todo fuese diferente. La vida es tan injusta a veces.

Se atusaba la barba y se repasaba las cejas nerviosamente. Los ojos se le llenaron de lágrimas.

-Cuando murió mi madre estuve solo en entierro. Me avisaron al trabajo y salí pitando hacia allí. Solicite unos días de permiso y llame a casa. A mi mujer no se le paso por la mente acompañarme. Tenía posibilidades de haber dejado a la canguro en casa y haberse venido conmigo. Pero ni por esas.

Cogí el coche y me fui a recorrer cientos de kilómetros, en las condiciones en las que me encuentro. Me sentí solo, como un perro. No sé ni como no me mate en la carretera, iba que no sabia lo que hacia. Estaba solo como un perro...repetía.

Solo se muere una vez. Era mi madre. ¿Es que no podía hacer ese sacrificio por mí?

No, no lo hizo porque ella se tenía que quedar con su madre...

 

Y después cuando hablamos de cómo me siento, cuando puedo hablar que no es siempre, dice que yo no he enterrado a mi madre. No puedo olvidar que se murió sola en la UCI, porque cuando yo llegue, ya no pudo saber, que su hijo estaba allí, con ella.

No pudo escuchar de mis labios que la quería, que la he querido siempre más que a nada... que la querré con toda el alma mientras viva.

Si, seguramente, no he enterrado a mi madre porque no puedo estar con la conciencia tranquila como dice ella que la tendrá cuando entierre a la suya.

La diferencia es que ella esta cuidándola y yo no lo he hecho. Ha muerto sin saber que yo estaba allí. Yo no he podido cuidar de mi madre y ahora tampoco puedo hacerlo con mi padre.

Mi padre, pobre viejo, que no sabe ni entiende que su mujer ya no esta en el hospital.

Su amada esposa a la que llama todos los días esta pasando frío en su tumba. Si, a veces pienso si tendrá frío... y el amor de su vida no sabe, que ya no la vera nunca más.

Mi padre, es mi padre y no puede llorarle a mi madre porque no hemos tenido valor para decírselo. ¿Para que va a sufrir más?

 

Le hemos dicho que como esta tan baja de defensas le han prohibido todas las visitas. Que de este modo no hay peligro de que le contagiemos nada de la calle y por eso no nos dejan entrar. Y mi padre, siempre ha sido muy respetuoso con las normas. Pobre viejo mío.

Sufre pensando en que no puede visitarla porque los médicos no nos dejan visitarla.

No sabe que ya esta enterrada.

El tampoco vivirá mucho más. Su cabeza esta cada vez peor afortunadamente para el...sino cuanto más sufriría.

 

El tiempo que llevábamos allí no sabría decir cuanto era, pero nos quedamos heladas; no solo por el frío exterior que ya nos invadía sino por todo lo que estábamos escuchando.

Estaba muy mal. Tenia que estar muy mal ya que de otro modo nunca habría hablado de cosas tan serias en mitad de la calle. No le importaba ni el tono ni las palabras. Se comportaba como si de repente por su boca pugnasen por salir todas las frustraciones, dolores, preocupaciones, temores, deseos...

Le escuchábamos atentamente. Incluso cuando lloraba nos mantuvimos en silencio. No queríamos que dejase de ser y hacer lo que sentía. Nos miramos y comprendimos que estas lágrimas podían drenar dolor.

Solo podíamos tocar su espalda y consolarlo.

 

De repente cambio de expresión y dijo:

-Hace tiempo que no me toca. Ni una caricia, ni un beso... nadan de nada.

Mi mujer no me ama, me lo dijo hace unos días. “te quiero aún, pero ya no te amo”. Me quiere pero no me ama...Llevo varios años con el psicólogo porque siempre me he culpado de todo lo que ha sucedido.

La amo tanto que todo lo malo que ha pasado me lo he adjudicado. He creído que yo era el culpable de todo lo que no funcionaba.

He dejado de lado mis deseos. Todo lo que me gusta a pasado a otro plano.

Desde hace varios años y gracias al psicólogo he podido superar momentos muy difíciles...

 Es mi psicólogo pero puedo decir que ahora, también es un amigo.

En más de una ocasión me ha dicho que seria mejor que fuésemos los dos a su consulta. Ella dice que me perjudica. Que una persona que me cobra por hablar no puedo considerarlo un amigo.

-Yo no sé, pero a mi me tranquiliza poder acudir cuando la angustia me paraliza.

 

El psicólogo ha intentado que ella fuese para intercambiar opiniones. Comentar lo que quizás fallaba...en una palabra saber su versión de todo lo que yo le cuento. Quería más datos para poder evaluar donde radica el problema de incomunicación que tenemos ahora.

-¿Y no ha ido?

- ¿Que dices? Eso no es para ella.

 En verdad he de decir que sí, que un día fue… la convencí para ir.

El caso es que convencer, convencer no seria la palabra exacta, utilice una artimaña. Estaba desesperado y ahora creo que no debí mentirle. En el momento de entrar a la consulta, ella que de tonta no tiene un pelo, y se dio cuenta de que la cita estaba preparada; monto un pollo, que para que os cuento. Por supuesto, ya no ha querido volver.

Tú hablas con ella y te dice que no tiene ningún problema. Tiene una gran autoestima y como todo lo que piensa y hace es perfecto. Ella no necesita que nadie le diga lo que tiene que hacer. Es dueña de su persona y de su vida. Esto lo deja muy claro en cuanto el tema se desvía hacia donde no le interesa.

- Pero tú sigues. ¿Has dicho que tú todavía vas, no es así?

-Si, yo sigo. Me sirve de desahogo y me tranquiliza pensar que todo lo que pienso no son neuras que yo tengo.

Que yo no soy perfecto, lo sé, lo he sabido siempre. Ella tampoco lo es, aunque lo crea.

Lo que tiene todo esto es que voy pero... aunque pueda tener la solución, no la puedo llevar a cabo solo.

Somos un matrimonio, dos.

Para poder hacer algo juntos hemos de querer los dos. He llegado a pensar en una salida drástica: la separación.

- ¿Pero como la separación, si dices que tú la amas?

 -Sí, si todo sigue así, tendré que separarme. No me quedara otro remedio. Pero de mi casa yo no me muevo. Me ha costado muchos sacrificios.

- Venga hombre que vosotros siempre habéis estado muy unidos. Esto tiene que ser una mala racha. Pero si sois la envidia de todos. Tan felices, tan compenetrados.

-  Si, eso era antes. Con todo lo que hemos pasado estos años. Siempre apoyándome en ella y ella en mi.

Como decimos siempre, la vida te regala una piedra más o menos pesada que tenemos que arrastrar toda la vida. Es mejor hacerlo entre dos.

 Pues eso, los dos juntos...

 

- Si, díselo a ella .Yo solo con que me roce; me pongo a cien, pero es que no me hace ni caso. Al contrario, me da unos cortes que me dejan helado.

Es que llega un momento en el que ya no se aguanta más. Que son muchos años, tragando y tragando...

Cuando éramos novios; después de recién casados; todo el día en casa de sus padres y después, la cosa cambio... a peor. Con la excusa de que los otros hijos viven fuera y no vienen nunca a verlos. Y ellos que tampoco han ido antes, por el tema de las nueras. Y ahora aunque quisieran es imposible.

Si mis cuñados si vienen alguna vez, están unas horas. Justo el tiempo de decir: ¡hola, que nos vamos!

El putero del pequeño, ve a su padre en el pueblo. Para que va a ir a casa de sus padres, y entrar a la habitación de su madre. Dice que como no se entera que para que va a venir.  Y lo mas jodido es que a su padre con verlo en el verano le sobra. Se sube al pueblo a cazar y se aloja con la tía. Y el señoriíto recibe allí a su padre que va de propio a verlo.

El mayor como gana tanto dinero se dedica a gastarlo en viajes internacionales. Después evidentemente no le quedan días para acercarse a dar una vuelta por aquí. Pobres padres. Tanto como les costo darle una educación. Mejor dicho una carrera. No tiene ni tendrá, educación ni sentimientos.

Lo mejor es que no se ven y tienen el roce justo. Y sin hacer nada quedan de puta madre y yo soy el gilipollas de la familia.

 

Al principio cuando su madre se valía los teníamos todos los días en casa. No fallaban ni uno. Y jodete cuando han sido mis padres los que nos han necesitado, van y me dicen a mi lo que les molesta que estén en casa de su hija.

Porque, yo habré pagado la casa igual que ella, pero es la casa de su hija.

Ha sido muy duro y he aguantado carros y carretas pero me parece que esto se acaba.

- Venga, venga, es que estas pasando muy mala temporada y todo se junta.

- Si solo fuese una temporada. Son años.

¿Creéis que yo, no he podido liarme, en más de una ocasión con alguna otra mujer?

Que me miro en el espejo, y sin mirarme me conozco de pies a cabeza.

Pues; aunque no tenga un físico, de llamar la atención; he recibido en más de una ocasión propuestas.

 ¿Y yo, que he hecho? Nada, porque quiero a mi mujer.

 

- Pero lo tuyo también te duele. No solo su familia.

- Yo, yo he sido el de la parte de afuera, siempre. He sido el último mono en mi propia casa.

Cuando hemos ido al pueblo ha sido bochornoso. Me han hecho callar.

Hemos estado sentados a la mesa y me he tenido que levantar para no discutir.

En ocasiones me he mordido la lengua porque sino...

-  ¿Un hombre tan pacifico como tu, utilizar la violencia?

- Pues aunque te parezca mentira. Se te ocurre de todo, lo que pasa es que creo en un Dios misericordioso y sé que no me dará más de lo que pueda soportar. Esa es mi plegaria cada día: en tus manos encomiendo mi espíritu, hágase en mí tu voluntad...

 

- Creo que el tiempo no es demasiado bueno para estar aquí tanto rato, dijo una de ellas. A ver si te vas a enfriar.

- Mira, ve al hospital a que te miren. ¿Quieres que te acompañe?

- No, gracias. No es necesario. Puedo ir solo, me encuentro un poco mejor.

No se si ha sido el seguril o el poder hablar como lo he hecho.

- De acuerdo pero entonces te llamare esta tarde para preguntarte como estas.

-mándame una carta.-

-Como quieras

- Os lo agradezco de verdad. Solo con haber hablado con vosotras me siento un poco más ligero.

 

- Podemos repetir cuando te haga falta, siempre que quieras.

- Lo sé, lo sé. Que sé, lo que son los buenos amigos, afortunadamente.

- Ve tranquilo y con cuidado, que el suelo esta un poco resbaladizo a la altura del colegio de magisterio. Ha debido de salirse alguna cañería y se ha helado el agua esta noche.

- Hemos visto más de un resbalón.

- Gracias, que descanséis.

 

Se fueron heladas. Habían empezado a notar el cansancio de repente. Les costaba moverse. Los pies estaban insensibilizados por el frío. Dieron varios golpes contra el suelo como si quisieran indicarles que ya no estaban paradas, que ahora tenían que andar.

Cuando empezaron la marcha se fueron recuperando por fuera pero lo que sentían por dentro, las dejo sin palabras.

Escuchar por primera vez aseveraciones tan duras de boca de alguien al que creían conocer, pero que ese día, redescubrieron con asombro. Era la prueba de que la realidad puede ser y en este caso era muy distinta a lo que muchos pensaban

 Nos habían engañado con la imagen de pareja feliz.

 Sabían que ahora con los padres enfermos no pasaban por su mejor momento... eran muchas horas juntas las que compartían, pero en ella, su comportamiento no era reflejo de lo que vivía en su casa.

Siempre achacaban toda su preocupación a la situación de su madre.

Ya sola, mientras llegaba a casa se preguntaba: ¿Sabrá ella cual era la opinión que tenia su marido de su familia?

De repente abrió los ojos, sonaba el teléfono... Se había quedado transpuesta y había recordado el encuentro y al revivirlo de nuevo y sin buscar nada, las sensaciones que sentía le ayudaron a salir del bloqueo. Aquí estaba hasta el más nimio detalle.

Después de contestar a la llamada se sentó en posición activa y con todo lo que sabia de ambas partes no podía ser parcial. Lo que sabia de la parte contraria era igualmente duro y había prometido guardar silencio. Curiosamente él no había hecho referencia a nada de esto.

La carta que recibiría al día siguiente decía:

 

Mí querido amigo:

 

Tenemos tantas cosas de que hablar que pasado mañana iré a verte y después de darte un fuerte abrazo tú y yo charraremos un buen rato. No te adelanto nada.

Prepara café, que yo haré ese bizcocho que te gusta tanto.

 

Besos a todos en casa.

 

Después de cerrar la carta respiro aliviada y se dijo:

Él me esperara ilusionado y yo tengo casi dos días para pensar como afrontar esta visita.






Camelia
 

 

 

 
 
 Copyright © por Asociación Canal Literatura / Derechos Reservados.