Aquella mañana parecía normal, como todas. Me
había levantado tras estar más de media hora dando vueltas en la
cama y pensando en la cantidad de caminos que la vida tiene.
Hacía tiempo que estaba solo y supongo que eso cambia el
carácter de una persona, le hace adquirir manías y volverse algo
gruñón. Bien, intenté gruñir con el puño alzado ante el espejo,
como siempre lo hago, pero no pude. Mi espejo me devolvía una
sonrisa que no parecía mía. Miré de nuevo el cristal que
reflejaba a alguien que, definitivamente, no era yo. Sí, se
parecía a mí pero... ¿yo no tenía el ceño fruncido? ¿Cómo y
cuándo había desaparecido ese gesto de fastidio que era mi
“buenos días” habitual?
Me lavé la cara, quizás estaba aún dormido, quizá era un sueño o
una pesadilla. Nada. Nada cambió, mi gesto de felicidad seguía
ahí. Me encogí de hombros, hice un gesto de “bueno, no importa”
y me preparé el café. Su aroma llenó la cocina como nunca lo
había hecho. Siempre hacía el mismo ritual pero hoy era
diferente. Hoy el café olía a café, me llenaba de ese placer del
hogar que había perdido hacía ya mucho tiempo y me hizo sentir
como un regreso a casa. Aspiré de nuevo su aroma, en
profundidad, temiendo que se disipara. Aquella taza me supo como
hacía años no me sabía. Seguía extrañado y de mal humor... ¿de
mal humor? ¡Pero si estaba radiante! Otra visita al espejo me
demostró que aún no había despertado o que no era yo o que me
habían abducido los extraterrestres.
Ni siquiera la ducha, caliente primero y fría después –odio el
agua fría-, cambió la increíble realidad. Seguía sonriente. Me
miraba una y otra vez y en cada ocasión era un extraño el que me
devolvía la mirada. Entré de nuevo a mi cuarto para vestirme y
allí me llevé otra de las grandes sorpresas de aquel día: ¡había
una mujer en mi cama! De modo que se trataba de eso. No podía
recordarla a pesar de que sus rasgos me eran familiares. Supongo
que debe ser así cuando has dormido con ella toda una noche. Era
agradable mirarla, dormía profundamente, abrazada a la almohada
como si fuera el osito de peluche de una niña pequeña y hasta
parecía sonreír. Yo estaba quieto, muy quieto, temía despertarla
porque... ¿qué le iba a decir? Ni siquiera recordaba su nombre
ni dónde la había conocido ni cuándo. No sabía quién era pero me
estaba enamorando, sí, así de repente, sin saber. Así es Cupido,
juega con sus propias reglas, se divierte lanzando dardos sin
apuntar. ¿Pero qué estoy diciendo? ¿Enamorarme de una mujer que
no conozco, que jamás he visto antes? Dioses, eso es una locura
imposible.
Tomé mi ropa limpia como pude, casi de puntillas, sin ruido.
Temía despertarla y no sabía por qué. Salí de la habitación, aún
desnudo pero con la ropa en la mano, y no pude evitar echar otra
miradita al espejo para ver si aquel tipo extraño seguía ahí.
Sí, ahí seguía, radiante, sonriente, hasta más apuesto hubiera
dicho yo si no estuviera hablando de mí mismo. Fui a la otra
habitación para vestirme, esteba empezando a sentir frío. Mi
cabeza daba vueltas y no dejaba de recordar el rostro de esa
mujer que ahora ocupaba mi cama. ¿Estaría todavía ahí cuando yo
regresara? Tenía que salir a comprar algunos objetos para mi
trabajo. Investigo –o eso digo yo- sobre domótica y preparo
programas especiales para eso y, lo mejor, lo hago en mi propia
casa, en el estudio que tengo preparado para la investigación.
Hoy necesitaba unos nuevos micro interruptores que habían sido
lanzados al mercado y que prometían bastante. Pero eso no era
ahora importante, no. La noche anterior me acosté, o eso me
parece, pensando en esos artilugios, en sus posibles
adaptaciones y en qué manera podría aplicarlos. Recuerdo que...
¿un beso? ¿Recuerdo un beso? ¿Pero cómo es posible? Sí, oh, sí,
recuerdo un beso de esa mujer. Sus labios dulces y acogedores,
su mirada llena de ímpetu, su cuerpo voluptuoso y mi deseo. Mi
deseo por... ¿ella? Casi volví a sentirlo de nuevo.
Ahí estaba yo, parado delante de la puerta de la habitación,
dudando de todo e intentado hallar una explicación a aquel
extraño día. Dudaba sí, dudaba de todo pero por encima de mis
pensamientos mi estómago danzaba ese extraño baile que los
adolescentes sienten ante su primera novia, su primer beso, su
primera experiencia con el sexo contrario.
Lancé la ropa al sillón, que resbaló hasta el suelo y ahí se
quedó, y me dirigí de nuevo a la cama. Al diablo los micro
interruptores, al diablo la realidad. Aquella mujer estaba en mi
cama por algún motivo y yo tenía ganas de besarla. Me acerqué
despacio, sin respirar apenas, la admiré y besé sus labios con
toda la ternura de que era capaz. Un roce suave que fue la
antesala de un beso apasionado. Ella despertó con una sonrisa,
abrió los ojos y yo desaparecí. Entonces supe que yo era un
sueño, el sueño de ella, y que al despertarse yo ya no podía
existir...
***
... Aquella mañana parecía normal, como todas. Pero me había
levantado tras soñar placenteramente y eso no suele ocurrirme,
siempre tengo pesadillas. Hacía tiempo que estaba sola,
demasiado sola y supongo que eso cambia el carácter de cualquier
mujer, le hace adquirir manías y volverse algo malhumorada. Me
miré en el espejo esperando ver mi habitual gesto de fastidio
pero no fue así, sonreía, ¡sonreía! Me lavé la cara esperando
despertar completamente pero nada cambió. Ahí seguía esa
estúpida sonrisa. Algo me hizo girar la cabeza hacia la
habitación y mi mirada se detuvo en lo más imprevisto e
increíble. Había un hombre en mi cama, un hombre maravilloso,
guapo, como yo siempre había soñado que debía ser un hombre.
Dormía placidamente y su cara mostraba un gesto relajado, casi
feliz. No comprendía nada, no recordaba nada, pero sentía una
especie de amor y deseo, mi estómago empezaba a danzar como
cuando fui adolescente, hace ya muchos años, deseaba besarle
y...
F I N
Nací en Barcelona hace ya 44 años y viví allí hasta que a los 33
me cansé de la ciudad y "huí" a lugares más pacíficos. Mi
profesión es la informática; programador y diseñador. Me gusta
escribir desde que aprendí a hacerlo, de pequeño escribía mis
propios cuentos y sigo haciendo eso, escribir para mí mismo
aunque ahora, gracias a la Red, puedo compartirlos con otras
personas.
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Publicado en: 2004-12-24