El asesino confeso de Papá Noel. Por José Fernández Belmonte

Teléfono

– Oiga: ¿Es la policía? -preguntó un tipo con voz temblecosa al otro lado del teléfono.
-Así es. ¿En qué le podemos ayudar? -contestó una voz femenina desde la comisaría.
-Yo, desde bien pequeño, odio la Navidad, sabe usted. Siempre he odiado a la Navidad, al Corte Inglés y a los anuncios de juguetes. ¿Me entiende o no? -dijo el hombre elevando sensiblemente su tono de voz.
-Caballero, tranquilícese por favor, no a todo el mundo le tiene porque gustar la Navidad. Si lo que usted necesita es hablar con alguien le puedo pasar el número del teléfono de la esperanza, allí le escucharán y le ayudarán mejor que nosotros -le aconsejó la señorita.
-Hace un rato, serían la tres de la madrugada, escuché ruidos en el tejado. Me levanté, agarré la escopeta de caza que siempre tengo guardada debajo de mi cama -por si las moscas- y salí afuera a ver qué pasaba -explicó el hombre visiblemente excitado.
-¿Y qué sucedió? -preguntó la mujer de la centralita con sumo interés.
-Era el gordo. Ese cabrón vestido de rojo y con la barba blanca. Llevaba un saco a la espalda. Estaba trepando por mí balcón. Al verme dijo: ¡Jojojo! Y no pude evitarlo. ¡No pude!. Le pequé dos tiros y lo vi caer al suelo sobre la nieve.
-Pero dígame ¿Dónde ha sucedido eso?…
Y el tipo que odiaba a la Navidad colgó el teléfono.

José Fernández Belmonte

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