En el camino, un tronco,
quebrado, desplumado, retorcido,
un solo brote azul entre la brisa.
Quisiera ser el árbol, ser su abrazo,
sorberme de la lluvia su inocencia,
mirar pasar las nubes,
adivinar los rostros de las cosas,
cambiar sus apellidos
con las simples
estrategias de un juego.
Quisiera ser un árbol,
bendecido
por una productiva pajarera,
y padecer insomnio en el verano
con sus saltos de agua.
Quisiera ser verdor en el otoño,
rama, flor, margarita,
un trino de riachuelo entre las piedras.
Quisiera
ser la savia
y el tronco que sostiene
la bóveda del cielo.
Elena Marqués
La naturaleza siempre es bella, hasta cuando languidece. Yo también he sentido muchas veces la necesidad de fundirme en ella. Y descubrir el nombre de las cosas.
Solo quien está bien enraizado puede alzarse más allá, aspirar a lo más alto, a «ser la savia/ y el tronco que sostiene/ la bóveda del cielo». ¿Es por esto que los ángeles te prestan su palabra?
De poder elegir, Elena, yo sería una encina, o la olivera gorda de Ricote, que tanta historia tiene y ha visto. Un abrazo.
Y los demás vamos a pedir que, a geni@s de las letras como tú se les ocurra poner en palabras deseos con tanta elevación.
Maravilloso.