Tiempo de perras. Por Anita Noire

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Tiempo de perras

El gran Abulio pidió a los dioses la merced de desdoblar de sí mismo un álter ego activo, un gemelo ejecutivo y diligente, inmune a la pereza, a la duda y a la desesperanza, pero completamente sometido a su mandato como el siervo de la lámpara de Aladino.
Rafael Sánchez Ferlosio

Le dije que no debía caminar solo por la calle y mucho menos hacerlo a esas horas. De noche, con frío, y con más años que Matusalén, hay ideas que no son buenas aunque uno lo crea. Pero ser mayor no convierte a nadie en idiota, ni en un inútil, por eso no pude quejarme cuando de muy buenas maneras me mandó a paseo. Ayer le visité en su casa, la pierna rota y un habano en la mano. Le pregunté qué tal y me dijo que estupendo, como nunca. Nos bebimos una cafetera italiana entera. A las ocho, con el termómetro cayendo a pasos agigantados, me señaló la puerta y me dijo que era hora de que volviera a casa. No es bueno que andes por la calle habiendo oscurecido y con esta lluvia, dijo. Le mandé a paseo trufándolo todo con un abrazo grueso. Un tiempo de perros me esperaba en el portal.

 

Anita Noire

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