Viajeros y estables. Por Rubén Castillo

Viajeros y estables

 

Me aproximo a otra obra de Andrés Trapiello, titulada Viajeros y estables(Valdemar, Madrid, 1998). Y me ocurre con ella lo que con otras piezas ensayísticas misceláneas suyas: que no he leído nada de la mayoría de los autores tratados, pero que me subyuga su estilo. Siempre hay un enfoque, una idea, un aforismo que encierran altas porciones de belleza o de sagacidad, por las que se disfruta enormemente. No sé cómo escribirán Francis Jammes o Ponge, pero tras escuchar a Trapiello dan ganas de buscar sus libros y leerlos. Eso es, desde luego, un logro. Son estos escritos un catálogo de espléndidas puertas para habitaciones que me son desconocidas.

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“Escribir sólo es posible hacerlo con escepticismo; en cambio leer, si no es con entusiasmo, es mejor dejarlo”. “Los hermanos Marx, Karl y Engels”. “El hombre puede escoger el bien, pero el mal lo elige a él y lo persigue”. “Los mayores blasfemos se cuentan entre los grandes creyentes”. “Tanto como la luz pintan las sombras”. “Quien ha conocido una vez la soledad jamás podrá vivir lejos de ella, tanto para aborrecerla como para desearla”. “Los académicos sólo cuentan mientras están vivos. A los artistas sólo empieza a entendérseles cuando ya han muerto”. “Lo que primero caduca en un escritor son los noes. Los síes permanecen más, duran más”. “Puede considerarse maduro tanto a un hombre como a un escritor cuando ambos han aprendido a no tomar demasiado en serio aquello que los rodea”. “Ser viejo no es otra cosa que recordar la infancia. Ser sabio es aceptarla”. “Un hombre arrogante consigue menos que uno astuto”. “Hay que ponerse a salvo de la gente que está dispuesta a entregar su vida por una causa”.

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