Al igual que decíamos ayer. Por Luis Henríquez Lorenzo

Al igual que decíamos ayer

 

 Es indudable que para la Iglesia católica, apostólica y romana el aborto no tiene justificación posible, en ningún caso, bajo ninguna condición, frente a ninguna circunstancia eximente.

 Aunque el Evangelio obviamente no condena el aborto ni el infanticidio con expresiones preceptivas y directas del tipo -permítaseme ser así de gráfico-, «los cristianos no deben abortar», «el infanticidio que se practica bajo los dominios del Imperio de Roma no debe ser practicado por los cristianos», y otras similares, toda la Sagrada Escritura es una afirmación (paulatina, creciente, progresiva…), del derecho a la vida de toda persona, especialmente la del inocente.

 Asimismo, el Catecismo de la Iglesia condena el aborto. Y antes, la Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II. Y ni preciso recordar que antes de este documento conciliar magnífico y a lo largo y ancho de dos mil años, también se ha condenado, desde el escrito paleocristiano llamado Didajé hasta nuestros días.

 Sin embargo, a mí a pesar de ser así la doctrina de la Iglesia me sigue surgiendo una duda, una perplejidad, a saber, si precisamente la Revelación exhorta en su quinto mandamiento con el no no matarás, ¿por qué sucede con cierta frecuencia que los obispos católicos condenan siempre y sin excepción el aborto (aunque aborte una mujer de Centroamérica, pongamos, madre ya de diez hijos de cuatro padres diferentes, sumida en la pobreza, en la miseria incluso), y lo condenan con tanta indudable claridad que yo no discuto pues estoy convencidamente en contra del aborto aunque tal convicción mía me lleve a ser perseguido o marginado por la progresía al uso, y empero no parecen ni condenar tanto ni con tanta fuerza a dictadores asesinos, acusados de crímenes contra la humanidad (secuestros, torturas, desapariciones, ajusticiamientos…), por lo general militares muy de derechas y muy conservadores?

 Hace años dieron la vuelta al mundo unas imágenes que mostraban al mismísimo Juan Pablo II dando la comunión a Augusto Pinochet, nada menos que al dictador chileno acusado y juzgado por crímenes contra la humanidad: responsable de secuestros, torturas e innumerables desapariciones(los famosos vuelos de avión desde los que se dejaban caer, ya sé, a comunistas, a izquierdistas más o menos librepensadores y ateos…).

 ¿Sabía el vicario de Cristo que estaba dando la comunión a un señor que las izquierdas acusan de «despiadado y sanguinario asesino y que además jamás pidió en público perdón por sus crímenes»? En este sentido, ¿por qué se puede excomulgar por abortar a una pobre mujer del Tercer Mundo que, supongamos, madre ya con apenas cuarenta años de ocho o diez niños de tres o cuatro padres distintos y que vive sumida en la miseria, y no se excomulga ni se ha excomulgado (ha habido muchos: Somoza en Nicaragua, Pinochet en Chile, Videla en Argentina; innúmeros militares fascistas de alta gradación y sobradamente conocidos por sus crímenes) a dicatadorzuelos sanguinarios responsables de cientos y miles de asesinatos, secuestros, vejaciones, torturas…?

Al igual que decíamos ayer

Es indudable que el aborto es matar una vida humana, que no obstante se debe llamar embrión o feto, no niño o niña. Sin embargo, a mí al menos, que soy contrario al aborto provocado, me cuesta horrores entender que una pobre madre indígena del Tercer Mundo ya con diez hijos y con apenas cuarenta años y con una vivienda penosa y sin el apoyo de un padre y esposo como Dios manda (y que la Iglesia, que es madre, desea como parte integrante de una familia), pueda ser excomulgada o sancionada con cualquier otra pena canónica, mientras que para tantos dictadores, de derechas y aun católicos, no solo no hubo excomunión sino hasta acompañamiento espiritual, santos óleos, comunión de manos de altos jerarcas de la Iglesia, paseos bajo palio, nacionalcatolicismo, vía libre para perseguir a rojos, disidentes, comunistas, masones y demás izquierdistas…

Luis Henríquez Lorenzo
Profesor de Humanidades, educador, escritor, bloguero, militante social
16 de mayo, 2018.

 P.D.: claro que conozco a estas alturas de mi vida que los dictadores de izquierdas han sido incomparablemente más criminales y hasta genocidas que los de derechas, pero vamos, ni punto de comparación posible. Hasta el extremo de que esta es una de las razones de mi alejamiento de la progresía más o menos filomarxista. Sin embargo, reconozco aunque sea para mis adentros que hace diez años yo era más progre que hoy día; así, se nota, me parece, en mi reflexión precedente (datada en 17/11/2009) a esta postdata presente (hoy es 16/05/2018) un como querer cargar las tintas en la denuncia de los dictadores de derechas, una rabia contra ellos nacida de mis simpatías izquierdistas de entonces. En la actualidad, desencantado de los cantos de sirena, hipocresías, doble vida y traiciones a la causa de los pobres provenientes de la izquierda al uso (política, sindical, cultural…), no es que haya pasado a militar en los partidos de derechas, en los que nunca milité, sino que más bien o sobre todo voy por la vida como militante católico deseoso de fidelidad a la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio (los tres lugares teológicos fundantes de la fe católica, además inseparables para un católico) y asimismo convencido de mis ansias de dialogar con el mundo recogiendo lo bueno, noble, justo, positivo, creativo, humano, loable y verdadero que uno se va encontrando por esos mundos de Dios: desde la poesía de León Felipe hasta el pacifismo anarcocristiano de León Tolstoi, desde la no violencia activa de Mahatma Gandhi hasta la música de Pink Floyd, desde la canción de autor de los incombustibles -a Dios gracias- Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Joan Manuel Serrat hasta la música clásica del siglo XIX, desde la lucha por los derechos civiles capitaneada por Martin Luther King hasta la literatura de Jorge Luis Borges…

 Entonces, así las cosas, vaya por delante este comentario escrito hace casi 10 años, el primero de una serie de alrededor de 150 que acabo de rescatar estos días provenientes de mi labor de forista aspirante a apologeta de la fe católica. En la actualidad, mantengo un blog iniciado en diciembre de 2012 en el que ya sumo algo más de 800 entradas salidas todas de mi avellanado cerebro, si contamos con las citadas 150 aproximadamente que acabo de copiar-pegar para irlas trabajando, esta la primera, juntamente con otras breves o no tan breves reflexiones que me vayan visitando en mi día a día de bloguero y de inevitablemente modesto apologeta de la fe católica.

 Comentarios firmados a veces con mi nombre y casi siempre con seudónimos como Félix Floreal, Benjamín Perceval, Agustín Mínimo Expósito, Tomás de las Naves, Teófilo Liberto, Aníbal de la Cruz, Sergio Méndez, Azarías, Nehemías Kanariensis, Arístides Moreno del Real, Faycán Real del Sur, Hilario Canario, Doramas Romero del Camino, José Concepción de las Rosas, Ángel del Monte, Anselmo Montesdeoca… Subidos a bitácoras de información-formación católicas a las que agradezco la oportunidad de haberme posibilitado el irme curtiendo en iniciales batallas en pro del único blasón de la apologética católica, y también a bitácoras de información general y literarias y aun a algunas de inspiración laicista y marxista, no raramente descubrí en el fragor del hilo de discusiones mantenidas en las antedichas bitácoras, cómo algunos foristas usaban esos mismos alias o apodos míos con la intención, supongo, de tratar de suplantar mi identidad, de hacer burla de mis ocurrencias de forista, o sabe Dios con qué otra intención.

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