El niño que plantaba sauces. Por Ángel V. Díez Álvarez

Inspirado en el relato de Jean Giono,

«El hombre que plantaba árboles»

Había vuelto a suceder.
El rápido deshielo de la nieve, que cubría las altas montañas, hizo aumentar el cauce del río y la fuerza del agua mordió, implacable, las fértiles riberas.
Las gentes que habitaban en aquel valle apartado y tranquilo lamentaron la pérdida de pastos, pero, como en otras ocasiones, fueron incapaces de encontrar una solución.

Odín, niño huérfano y solitario, al que nadie prestaba atención como no fuera para burlarse del nombre, oyó decir a la anciana que lo recogió en la casucha desvencijada donde vivía rodeada de gatos que en su juventud una espesa hilera de sauces, en las márgenes del río, impedían que arrastrase la tierra. Llevados por la codicia para obtener más pastos, los hombres primero talaron los sauces, después arrancaron las raíces y ahora pagaban las consecuencias. Se había cansado de repetirlo, pero no la escucharon, tratándola de ignorante y, a veces, de bruja.

Desde ese mismo instante, Odín, inquieto y soñador, creyó haber encontrado la razón de su existir.
Se propuso plantar sauces a lo largo de las orillas del río. Era una labor ingente, pero tenía toda la vida para hacerlo.
Calculó que a cada paso plantaría un tallo. Eran casi tantos pasos como estrellas intentaba, en vano, contar por las noches.

Pasaron muchos años de intensa actividad. A veces las crecidas arrastraron parte de los árboles que no habían tenido tiempo de echar raíces fuertes y profundas. Otros se secaron. Pero Odín prosiguió su labor, metódico e incansable. Ni las burlas, al principio, ni el lento reconocimiento después, turbaron su ánimo. Su entrega desinteresada y absoluta a un ideal le fue envolviendo en un halo de paz y sabiduría como nunca antes habían visto los habitantes de aquel escondido valle.

Una tarde, que con esfuerzo había conseguido llegar hasta el nacimiento del río, de pronto se sintió cansado. Al inclinarse para beber, vio su rostro reflejado en el agua transparente y cayó en la cuenta de que ya era muy anciano.

Había terminado su labor y nadie le esperaba en la humilde casa heredada de su cuidadora.

Contempló el valle. Era magnífico. El río se alargaba hasta donde sus ojos, gastados por el tiempo, podían ver. Una tupida hilera de sauces flanqueaba las orillas. Las frondosas copas protegían la corriente de los intensos rayos del sol estival, conservando su anhelada frescura.

Las raíces sujetaban la tierra cuando el deshielo era demasiado rápido.

Era su obra. La miró complacido. Había merecido la pena vivir y poder admirar aquel prodigio.

Se quedó así, sentado, con la espalda apoyada en la corteza del roble, hasta que las sombras de las montañas se tendieron sobe el valle.

Sintió que su corazón latía muy despacio, al ritmo del lento corazón del agua.

Le invadió un profundo sueño. Cerró los ojos y no quiso despertar…

Ángel V. Díez Álvarez

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8 comentarios:

  1. Me ha encantado la parábola. Nada hay como descubrir nuestro camino en la vida y ser constructores siempre.
    Muchos besos.

    • Elena, gracias infinitas por tu apoyo constante.
      Quien nos iba a decir que el ya casi lejano certamen, nos uniría en la palabra, espero que para siempre. A veces la vida nos hace estos maravillosos regalos.

      Unas muy felices Navidades para ti, para nuestra querida Luisa, y todos los colaboradores de Canal Literatura.
      Y que el próximo año nos sigamos encontrando!!
      Abrazos y besos

  2. Bonito relato y bonito sueño. Repoblar, plantar arboles, tendría que ser una obligación para todos nosotros al menos un día de nuestras vidas. Yo he plantado miles de ellos y es de las cosas que he hecho en mi vida de las que me siento más orgulloso. Un abrazo.

  3. Hace tiempo que me emocioné escuchando la narración del libro de Giono a una recitadora magnífica. Pensé que el cuento era maravilloso. Él eligió los robles para poblar aquel cuento,
    Ahora apareces tú y me sorprendes con los sauces. Tengo que decir que adoro los sauces.
    Becquer se inspiró para sus rimas con los sauces, al igual que Shakespeare lo hizo para su Otelo. La mitología griega nos habla de Circe y de Perséfone y su conexión con estos árboles también. Los celtas lo proclamaron un árbol sagrado y la misma Biblia habla del llanto de los israelitas junto al sauce en uno de sus salmos. Lao-Tse meditaba, dicen,el sentido de la vida siempre bajo un sauce llorón. En oriente es un símbolo de permanencia y continuidad ..
    Y apareces tú con este hermoso cuento a añadirle al sauce ese halo misterioso; unir tu inspiración y tu nombre a una lista tan especial …
    Qué puedo hacer sino aplaudirte y felicitarte por dotar de magia la antesala de esta nueva Navidad con esta metáfora de esperanza.

    Un abrazo enorme y Feliz Navidad.

    • Amelia, soy yo el que tengo que aplaudir tu formación humanística, tan escasa en estos tiempos en los que se premia la inmediatez y lo superficial.

      Mira, casi me dan ganas de escribir otro cuento para poder leer después tu comentario, jajaj!!

      Gracias sinceras. Una muy feliz Navidad y un abrazo grande.

      En cierta forma los poetas somos herederos de los trovadores y juglares, así es que déjame, por una vez, despedirme como si fueras una hermosa Princesa que escucha a un juglar soñador y errante.

      Para ti,
      Si me encuentras dormido a la orilla del agua,
      entre los altos juncos,
      debajo de los sauces,
      con dedos de ternura toca leve mis sienes.

      Regresaré despacio del sueño en el que habito,
      sólo por la certeza
      de tus ojos,
      que existen…

  4. Que relato emocionante por la sencillez con la que profundiza en la esencia de las cosas. Primero en escuchar a nuestros mayores, algo que por desgracia se esta perdiendo. Después en hacer suyo ese empeño con la certeza del bien, sin cansancio ante la adversidad, perseverante. Y finalmente la satisfación de sentir la fuerza de la obra realizada, tangible y perdurable para marcharse en paz.
    Que puedo decirte Ángel, que es una maravilla leer algo tan bello y estimulante.
    Un fuerte abrazo querido amigo y felices fiestas.

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