Vicente Verdu. Por GONTZAL DÍEZ

Vicente Verdú Mete el bisturí Vicente Verdú con valentía, con decisión, para mostrar la gangrena y otras necrosis éticas de la crisis económica en su última obra, El capitalismo funeral (Anagrama). Verdú va más allá del crack financiero -demasiado obvio, un síntoma demasiado simple- para hablar también del deterioro de la educación, del abuso de los bancos, del trabajo, la tele, la democracia o la comida basura, y de una economía se ha regido durante décadas por los éxitos fulgurantes, despreciando el valor del esfuerzo.

– «El cataclismo es de tal naturaleza que anuncia un cambio en la condición humana». ¿Está seguro?
– No sabemos cuánto va a durar ni hasta dónde alcanza la crisis, pero los dos grandes conflictos trastornadores de la humanidad, las dos guerras mundiales, sí supusieron un gran cambio de la condición humana. La Primera Guerra Mundial hizo saltar en pedazos todos los valores del siglo XIX, supuso la incorporación de la mujer al mundo laboral y el nacimiento de un consumismo hedonista. La Segunda Guerra Mundial posibilitó el acceso masivo al consumo y a la educación.
– Equipara la crisis con la Tercera Guerra Mundial…
– Ahora se trata de un trastorno global con un factor diferente: no hay muertos en el campo de batalla, el Estado no podrá recuperar su deuda y tendrá que soportar el peso de millones de parados. Eso supondrá, sin duda, un cambio del concepto de Estado de Bienestar, pero también desarrollará una nueva solidaridad si no se quiere convertir a miles de ciudadanos en escombros marginales de una nueva época.
-Aquello de ‘la avaricia rompe el saco’ no deja de ser una gran verdad.
– La avaricia siempre ha sido un gran vicio. ¿Pero dónde está la frontera entre vicio y virtud? Un casino no prospera sin clientes y todos hemos sido clientes de ese gran casino. Esto no es una cuestión de buenos y malos.
¿Un tiempo de decadencia global?
– Es un tiempo parecido al que ocurría en vísperas de la Primera Guerra Mundial: la gente estaba harta de una burguesía severa. Ahora hay cierto hastío de occidente: estamos hartos de un trabajo agobiante que impide una vida familiar, de un desmedido interés por el dinero… El amor y la familia también han cambiado y ahora son conceptos con un porvenir muy corto.
 
– ¿Hacia dónde nos dirigimos?
– Internet se ha convertido en una gran metáfora de este tiempo. Existe más posibilidad de establecer relación con los demás, aunque sean contactos más efímeros y superficiales. Pasa igual con la política, la religión o la familia
– ¿Vivimos malos tiempos para la democracia?
– La democracia es un sistema del siglo XIX que hace tiempo que no funciona. La corrupción no es algo que ocurre en Níger sino que se desarrolla en Italia, España, Gran Bretaña o en los lobbys norteamericanos. El sistema está caduco. No se entiende que el 61% de los ciudadanos descalifique a Zapatero en una encuesta y que él no dimita de inmediato. ¿Qué es eso de que hay que esperar dos años y medio para que se celebren elecciones?
– Y si la democracia ha caducado, ¿qué nos queda?
– Este sistema no pita. Nuestros intermediarios son improductivos y buena prueba de ello es todo lo referido con el caso Gürtel. Quienes deberían estar trabajando para el bienestar de los ciudadanos se han convertido en protagonistas de sus delitos. Ahora existe, gracias a internet, la posibilidad de una denuncia masiva y casi instantánea. La capacidad de criticar, sugerir y participar se ha ampliado y Obama ha abierto una puerta en esa dirección. Una de las grandes enseñanzas de esta crisis es la existencia de mucho intermediario improductivo: intermediarios en la agricultura que hacen subir los precios, en las finanzas que nos hinchan a comisiones y nos estafan, y en la política que lejos de ser nuestro representante sólo se representan a sí mismos y a sus intereses. Ya hay medios de participación directa, una filosofía que va desde al descarga de música a todos los demás aspectos de la sociedad.
– Entonces, ¿la ‘vía de salvación’ está en internet?
– Va por ahí. Todavía tiene defectos y falsedades, pero es un buen camino de futuro.
– ¿Otro mundo es realmente posible, está convencido de ello?
– Parece un tiempo egoísta, consumista, capitalista…, pero hay más solidaridad y voluntariado que nunca y se toleran peor las desigualdades. En Estados Unidos hay cien millones de personas que están dando cinco horas de su trabajo para construir casas para quienes no las tienen. Nos parece insoportable esa justicia lenta y mediatizada…, el ciudadano se ha ido formando en el consumo con un sentido crítico y sabe exigir sus derechos.
Cómo valora las medidas del Gobierno para salir de la crisis?
– Lo que hace el Gobierno me parece una calamidad. Están despistados y se mueven entre la improvisación y el populismo. Creo que Zapatero es uno de los peores presidentes que hemos tenido, que ha actuado buscando el beneficio inmediato y mantenerse en el poder sin un plan más allá de las próximas elecciones.
– ¿Y después de Zapatero…?
– Esto va de mal en peor ¿Cómo se explica que un señor como Zapatero, con veinte años en política, no se haya preparado para aprender inglés y defender lo que él cree que es la séptima economía del mundo? Eso resulta tan degradante que no espero absolutamente nada del que venga después…, igual hay que buscar un negro.
– ¿Usted ve brotes verdes?
– Los que creen ver esos brotes los observan en la economía y yo creo que esta crisis es de mucho más envergadura y mucho más compleja. Los brotes verdes serían la configuración de una sociedad con valores humanos…, que mejoren los valores bancarios es más de lo mismo.
– ¿Es usted optimista?
– Sí. La sociedad es un organismo vivo y pasa épocas en la que parece aletargado, pero luego reaparece convertido en mariposa. Las crisis siempre propician la crítica.
– Y, de todo esto, ¿qué es lo que más le irrita, lo que no tolera?
– Lo más lamentable es que, así como fue trágico que en la Segunda Guerra Mundial muriesen 60 millones de personas, ahora va a ser muy dramático que se queden centenares de millones de personas en el desempleo…, eso no lo puede aguantar ningún Estado.
– Y, al contemplar a Hugo Chávez esgrimiendo su libro en Madrid, ¿qué se siente?
– Terrible pánico. Yo he calificado a su democracia de democracia basura. He vendido más libros y la editorial está contenta con ello. Poco más puedo decir.

GONTZAL DÍEZ.

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