Huérfanas. Por Brujapiruja

huerfanas

Huérfanas

 

Enterrábamos a su padre, pero de nuevo al mío y a todos los seres importantes que se fueron dejándonos aquí, sin su amor y sin su apoyo.
Nos unimos en un fuerte abrazo, apenas dos palabras bastaron: «Te comprendo». Unidas lloramos  la pérdida, la orfandad más intima, esa soledad que remueve los huesos de los muertos y el temor de los vivos.
Sintiéndonos abandonadas, quejosas de esta traición que la vida nos impone cuando ellos se van y nos dejan, teniendo que pasar  de flor y fruto, en un fatídico instante, a raíz y tronco .
Sobraban las palabras, no podíamos parar de llorar en silencio.

Brujapiruja

brujapiruja

Ceo del Portal Canal Literatura

3 comentarios:

  1. Hola Bruja.
    Realmente no te prodigas mucho. No sé si lo haces para dejarle sitio a los demás o por otra razón o razones.
    Estas poquitas palabras han estado muy bien aprovechadas. Es un arte condensar en pocas líneas tantos sentimientos, y lo has conseguido muy bien. Eso es algo que siempre se me ha resistido.
    Gracias por todo, Piruja

  2. Felix Maocho Lanes

    «Cuando a mi madre la dictaminaron un cáncer, como era de esperar, ni lloró ni se lamentó, simplemente se dedicó con ahínco a ordenar y aclarar los asuntos de sus cuatro negocietes, y a poner en un sobre unos talones firmados en blanco y unas cuartillas con las direcciones y números de cuentas de sus escasos ahorros, y una vez hecho esto, se dispuso a disfrutar al máximo del tiempo que Dios quisiera regalarla.

    Y disfrutaba de la compañía de sus hijas cuando la trasladaban a recibir las tétricas sesiones rayos de cobalto. Y disfrutaba preparando las meriendas que hijos y nietos tomaríamos en su compañía. Y cuando por las noches, las molestias y dolores no la dejaban dormir, se levantaba y se ponía a leer o a pintar o ha hacer un traje para sus nietas, cualquier cosa menos dar la tabarra a nadie. Y ni sus propios hijos podemos certificar si sufrió o no dolores durante su enfermedad.

    Y cuando se puso tan mala que hubo que ingresarla de urgencia, solo la preocupó que la dejaran morir con dignidad, que sabia de las virgerias que son capaces de hacer ahora los médicos para no dejarte morir, como si llegado el momento, no fuera esto lo mas adecuado. Y cuando nosotros la dijimos que no queríamos tampoco conservarla con vida, si era a cambio de mantenerla entubada como una lavadora, y hablamos con los médicos para que llegado el momento la quitaran los dolores pero que no hicieran nada extraordinario, y se lo contamos, respiro satisfecha, y decidió seguir disfrutando del tiempo que Dios la quisiera conceder.

    Nosotros nos turnábamos para sacar adelante nuestras obligaciones familiares y acompañar a nuestra madre, y yo iba por las tardes después del trabajo y charlaba con ella de esos temas que se nos dan también en familia, que son amenos y no comprometen a nada, como que planes tengo para el veraneo, o sobre el cometa Halley. Por que nosotros tenemos especial dificultad para hablar de sentimientos y no sabemos decir te quiero o te necesito. Por otra parte no es necesario, porque las palabras valen para dar información, como cuando decimos, «He quedado el sábado para cenar con los González», o para mentir, como cuando decimos, «A ver si salimos un día de estos», y estamos diciendo no tengo el menor interés de salir contigo. Pero para decir a tu mujer «Te quiero», no se usan las palabras, (salvo si la quieres engañar), sino los hechos, y dices «Me apetece ir esta noche al cine», cuando sabes que ella quiere ver cierta película, o «No tengo ganas de cenar», cuando ves que está cansada.

    Y volviendo a la historia, estaba yo una tarde en el hospital charlando con mamá y tenia su mana cogida con la mía, y manteníamos un doble diálogo, una conversación amena y fluida que salía mecánicamente de nuestras bocas y otra conversación soterrada y solo perceptible para nosotros dos, que salía de nuestros sentimientos. Y por un lado hablábamos no se de que tema y por el otro lado sosteníamos un dialogo mudo que mas o menos se puede traducir del siguiente modo:

    Yo .- Siento mucho que dentro de poco deje de verte.
    Mamá.- No sabes hijo cuanto lamento darte este disgusto.
    Yo.- No te preocupes por que estoy preparado para este trago.
    Mamá.- Cuanto me alegra oírte decir eso.
    Yo.- Peor seria que tu nos vieras morir a nosotros.
    Mama.- Desde luego hijo, para eso no estoy preparada.

    Y de esa forma seguían los dos diálogos hasta que en un momento dado, sin que viniera a cuento, mama me apretó levemente la mano, y sin cambiar el tono de voz me dijo «Cuida de tus hermanas», y yo , apretándola también levemente la mano, para que supiera que había captado el mensaje, le contesté, intentando mantener el tono de voz, «Estate tranquila, de eso me ocupo yo». Y continuamos nuestra conversación intrascendente como si nada hubiera pasado. Pero yo sabía que libremente había aceptado la parte de la herencia que de siempre me estuvo reservada, y sabia que muy pronto dejaría de ver a mi madre. Pero tanto yo como ella seguimos hablando como si tal cosa, y cuando se hizo de noche y mis hermanas vieron a sustituirme, la dije «Adiós mama» y ella me contesto «Adiós hijo» y la di un beso igual que el que la había dado todas las noches, pero los dos sabíamos que seguramente ese sería el último beso que nos daríamos con vida y los dos sabíamos que el otro lo sabía.

    Y cuando al día siguiente me llamaron al trabajo para decirme que se había muerto, hice lo que estaba ya pensado, compre una tumba, dispuse el entierro y encargue una gruesa lápida de granito, porque eso era lo que había que hacer y la acompañe al cementerio, y allí, los de la familia, los que de verdad nos quieren, nos dijeron cosas intrascendentes, como que bonito es el cementerio de Fuencarral o que suerte que sufriera tan poco, cuando de sentimiento a sentimiento estaban diciendo aquí estoy para lo que haga falta , y los que no nos conocen decían eso de, mi sentido pésame o pobre que se ha muerto tan joven, y es que ellos no lo sentían pero ponían buena voluntad y también se lo agradecimos.

    Y así sin histeriemos, normalmente, aceptó mi madre la muerte y nosotros la enterramos. Y nunca mas he vuelto al cementerio de Fuencarral y no se si la pusieron la lápida o no, por que, ya se lo que me voy a encontrar si voy allí, unos huesos vacíos como conchas de la playa que solo valen para hacer recuerdos horteras para turistas, y cuando yo quiero hablar con mi madre miro dentro de mi y la busco y comienzo el dialogo:

    Yo.- Hola mama.
    Mamá .- Hola hijo.
    Yo. Mamá te hecho de menos.
    Mamá.- Si pudiera resucitaría, pero no puedo.
    Yo.- No te preocupes, lo tengo asumido.
    Mamá.- Cuanto me alegra, hijo, oírte decir eso.

    Y así sigue el dialogo hasta que la digo, «Bueno te tengo que dejar», y ella me dice. .»Adiós hijo» y yo la digo «Adiós mamá».

  3. Estas palabras de Felix me conmovieron cuando las leí en FB, tanto que no pude contestarle, es el complemeno perfecto a este pequeño microtexto.

    Lola yo también quisiera encontrar más tiempo para escribir, de hecho empecé a entrar en el canal literatura de IRC-Hispano porque tenía en mente una novela. Pero me he quedado con gusto en microtextos que expresan momentos especiales, como una novela por entregas.

    Gracias por leerlos.
    Besos

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