Martini. Por Miguel Sánchez Robles

Martini

Martini

 

 

Tienes la piel muy negra
y las piernas delgadas.
Vendes cosas baratas
arrastrando tu alma por la arena.
Te veo todos esos dientes de delante
y sé que tu sonrisa
es una forma amarga del amor,
sé que hay algo en ti
de perfección profunda,
de herida metafísica,
de turbio desamparo
o de cruda tristeza existencial.

Tú, que ni siquiera sabes
cómo es el olor de un coche nuevo,
tú, que ni siquiera has oído
hablar de Wittgenstein
o Bécquer o Neruda,
me muestras en tu rostro
la más limpia poesía del verano,
la más honda belleza de la vida.
Me enseñas en tus manos
la azul vulgaridad de unos pañuelos,
un polo,
una diadema,
algo que brilla mucho
y eslip de Kalvin Klein.
Y te lo compro todo
porque bebí Martini,
y porque veo un fragmento
de África en tus ojos.
Ebrio de luz los miro
y veo la triste imagen
de una paloma lenta
mojándose en la lluvia
y esas calles de Níger
donde siempre es verano
o una vida tras otra
hundiéndose en la sed de los desiertos.

Todo eso hay en tus ojos
mientras nos aburrimos los blancos en la playa,
mientras arden los sueños y las calles
y la gente es feliz en los supermercados
y el dinero en los bancos
ya no es ni papel.

 

Miguel Sánchez Robles
(La sucia piel del mundo)

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