Mirando al cielo. Por Dorotea Fulde Benke

MIRANDO AL CIELO

mirando al cielo

 

Bajo la bóveda del cielo nocturno soy una mota de polvo, un nanomicrobio, menos que un soplo. En inconmensurables distancias giran plácidamente las estrellas o se convierten en supernovas cuyas ráfagas iluminan con gran retraso ese terciopelo azul marino.

Una estrella me guiña con un rayo titilante. ¿Me estará saludando con un mensaje morse codificado en colores prismáticos? Sin saber qué contestar ni a quién desvío la mirada y dejo que se hunda en un agujero negro, un tobogán cósmico de reflejos rutilantes que succionando me pretende llevar al otro lado del universo.

¡Dios, qué mareo! Eso, ¿Dios? ¿dónde? ¿arriba o abajo?

Con los ojos vueltos hacia la nada aterrizo en el suelo del bosque donde me envuelve otra negrura. Cuando despierto, me rodean lanzas verdes de hierba, hojas puntiagudas de pinos y atrufados grumos de tierra. Una hormiga escala mi mejilla.

Allá arriba sigue la expansión o el encogimiento de la inmensa oscuridad celeste pero me doy cuenta de que no soy el último eslabón de la cadena. Para los moradores microscópicos del subsuelo soy un gigante y esta satisfacción no me la quita ni el chichón que me está empezando a doler.

Dorotea Fulde Benke

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