¿Por qué a nosotros? Por Ana Mª Tomás

¿Por qué a nosotros?

 

    No soy judía, no profeso, por tanto la religión del judaísmo. Y no por eso se me ocurriría arrastrar la Toráh por una alcantarilla o pasearme desnuda frente al Muro de las lamentaciones. Tampoco soy musulmana y, desde luego, no por no serlo se me ocurriría proferir blasfemia alguna contra Mahoma. Ni permitiría, si está en mi mano, semejante falta de respeto a sus creyentes. Ni tampoco, a no ser que estimara mi vida en menos de lo que vale una caca (humana, que la de perro puede valer una multa), se me pasaría por la cabeza quedarme en pelota picada por los alrededores de la Meca en plena peregrinación.

    Ahora bien, como soy cristiana, tengo que soportar que aquellos que no comulgan con mis creencias me ofendan de manera reiterada de una u otra forma. ¿Por qué? ¿Por qué esas mujeres a las que les encanta mostrar sus vergüenzas en un lugar religioso o sagrado para los cristianos, no tienen ovarios para hacerlo de la misma manera en una mezquita? A fin de cuentas, podrían pedir y apoyar con su desnudo más libertad de ropajes para esas mujeres cubiertas de pies a cabeza y que tienen negadas tantas cosas corrientes y habituales en otras culturas como puede ser un baño en el mar. ¿Por qué no lo hacen? Parece que solo tienen arrestos para pedir derechos donde ya se tienen, pero ni asoman el hocico para protestar donde estos están desaparecidos. O por qué tenemos que soportar que aquellos que se creen progres, solo por no tener una fe religiosa, dediquen su falta de creatividad a pergeñar una obscena obrucha teatral, en el Madrid de Carmena, cuyo único fin es ofender a una gran mayoría de conciudadanos creyentes.

    Quizá lo hagan porque, visto lo visto, saben que bromear con el islam lleva a hacerselos pagar caro, tal y como ocurrió en París contra el semanario satírico francés “Charlie Hebdo” por burlarse de su profeta. Desde luego, vaya por delante que para nada puedo entender o justificar en modo alguno el atentado, pero tampoco entiendo o justifico que se haga humor, aunque para mí es escarnio, de algo que para un grupo de personas es sagrado.

    Está claro que mofarse del Dios de los cristianos, ofender nuestros sentimientos religiosos desnudándose en una iglesia o en el Vaticano mientras el Papa reza el “ángelus”, o montar obras de teatro pornográficas y blasfemas sale muy barato.

    Choca, sobre todo, que quienes más atacan la libertad de los creyentes son aquellos que supuestamente enarbolan la bandera del respeto y de la libertad. Y no les duelen prendas a la hora a de defender su libertad de expresión, como si nunca hubiesen escuchado que la libertad de ellos termina donde empieza la libertad de los otros.

    Hay quienes argumentan que, en estas cosas, es cuestión de hacer caso omiso, sostienen que el mejor desprecio es no hacer aprecio. Pero otros piensan que hay un tipo de gente a la que sólo se les puede hablar en su mismo idioma porque no entienden otro. Sin embargo, yo pienso que quienes están carentes de respeto, de valores… no hay posibilidad alguna de ofenderlos como ellos mismos ofenden. Mi abuela decía que “Quienes no tienen vergüenza, el mundo es suyo”. Y no se puede definir mejor. Ellos pueden ofender la dignidad de quienes se les ocurra, y estos no pueden devolverle la ofensa aunque quisieran.

nosotros cristianos

    A los cristianos nos abofetean en una mejilla y ponemos la otra. Aunque yo creo que deberíamos de ser conscientes de que el Evangelio solo dice eso: “poner la otra mejilla” y chimpún. No tenemos más que dos. Luego no hay por qué aguantar más de dos bofetadas. Y después, con  amor, eso sí, con mucho amor, comenzar a repartir guantazos a diestro y siniestro. Porque si alguien nos tira una piedra, la mejor forma de demostrarle que nosotros no somos como ellos, es tirarle un buen ladrillo.

Igual no ha quedado muy cristiano el artículo… pero seguro que ha quedado claro.

Ana Mª Tomás

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