¿Cataluña, derecho a decidir? Por Antonio Marchal-Sabater

 Petronila de Aragón, hija legítima de los reyes de Aragón y Ramón Berenguer IV, heredero del condado de Barcelona.

Hace días que quiero escribir algo, más bien preguntar algo a quien tenga autoridad y conocimiento para contestarme desde la razón del derecho, no la del corazón. Como ya sabemos, este tiene razones que la razón no entiende. Mi pregunta es la siguiente. ¿De dónde se ha sacado Cataluña, mejor dicho, sus políticos, su derecho a decidir? ¿Por qué no lo tiene Utrera, Coria del Río o Puigcerdà? La respuesta es difícil, no por nada, sino porque no existe tal derecho, al menos en la forma en que ellos lo plantean. Ningún país del mundo permitiría que un trozo de él se seccionara unilateralmente. Lo sucedido en Escocia no es comparable con Cataluña. España no es el Reino Unido, y no lo digo con sarcasmo. Ni España ni Reino Unido ni Francia, Alemania o Italia lo son. No lo digo por gusto; para entenderlo habríamos de recurrir una vez más a la historia –ya sé que el nacionalismo es un sentimiento, pero también sé que los hombres (género neutro) tenemos que controlar nuestros impulsos aunque estos vengan dirigidos por sentimientos–.

Aunque existe un paralelismo cronológico en la historia, ésta no tiene más puntos en común. El reino de Escocia se unió al reino de Gran Bretaña por la Union Act (Ley o Acta de Unión), un documento firmado por ambos países que supuso la integración del primero con el segundo, bajo hegemonía inglesa, convirtiéndose así en una nación sin estado. No obstante Escocia mantiene su estatus de nación, aunque tiene menos competencias que cualquier comunidad autónoma de España.

Volviendo al tema de la historia y del por qué sí ha sido posible celebrar un referéndum en Escocia, deberíamos remontarnos al año 1707. Precisamente ese año Escocia perdió su Parlamento y Aragón sus Cortes y sus instituciones forales. Este último como consecuencia de una conquista, la de España por el Rey Felipe V de Francia tras la Guerra de la Sucesión y la promulgación de los Decretos de Nueva Planta. Hay que decir aquí, pese a quien pese, que Cataluña es Aragón desde el 18 de julio de 1164, fecha en que accedió al trono Alfonso II de Aragón, fruto legítimo del matrimonio de Petronila de Aragón, hija legítima de los reyes de Aragón y Ramón Berenguer IV, heredero del condado de Barcelona. Desde ese preciso instante Cataluña y Aragón van unidas, son una, para bien o para mal, a lo largo de la historia. Hasta ese preciso instante Cataluña no era más que un condado del imperio carolingio –es cierto que desde el año 878, en que Wifredo el Velloso, aprovechando una revuelta interna del Imperio, se desgajó de éste, y el condado se mantuvo más o menos independiente, consolidándose la separación en el año 988, durante la hegemonía de Borrel II, que no juró vasallaje a Hugo Capeto, primer miembro de la dinastía capeta, tras la caída de los francos y primer Borbón de la historia, pues estos descienden de su linaje. No obstante, el condado le debió vasallaje hasta la unión de los herederos. Otra cosa es que los Capetos se lo impusieran con más o menos vehemencia–. Precisamente ese fue el motivo de tan atribulada boda, quitarse de encima a los gabachos, pues no hemos de olvidar que él tenía 21 años y ella sólo uno, pero urgía la unión para alejar la amenaza del francés sobre su vasallo, quedando así acreditado que nunca Cataluña fue un reino o un estado independiente. Se desgajó del Imperio Carolingio, ahora en mano de los Capetos, y se unió al reino de Aragón en el mismo instante.

Volviendo a 1707. En enero de ese mismo año, en las Islas Británicas, el Parlamento de Escocia aprobaba la citada Acta de Unión, ligando su destino al de Inglaterra sin producirse invasión alguna ni guerra, solo un convenio. He ahí la diferencia. Debo aclarar que en España, después de la Guerra de Sucesión, la suerte de Cataluña o Aragón no fue distinta de la de Castilla, León o Asturias. España quedó unificada después de la invasión francesa – ¿Recuerdan a los Capetos? Pues eso–, por el derecho de invasión, pero toda España, no solo Cataluña. También es cierto que la nobleza aragonesa, y por ende la catalana, no apoyaron a los franceses, mientras que otros reinos españoles sí lo hicieron. ¿Cómo los iban a apoyar, si apenas 60 años antes, tras la primera intentona catalana de independencia de Aragón y de España, les quitaron el Rosellón y parte de la Cerdaña y, si no es por España, esa España a la que vilipendian tan fácilmente, que se decidió por ellos y perdió Portugal, los gabachos se la hubieran tragado entera?

Analizados los argumentos legales e históricos de la cuestión, el único motivo que justifica el movimiento independentista es el maltrato del gobierno de Rajoy a la clase media, y Cataluña, gracias a políticas de gobiernos anteriores, incluido el del dictador Franco, tenía hasta ahora una sólida y consolidada clase media. Eso es lo que ha aumentado la desafección hacia España. Hasta la llegada al gobierno de Zapatero y su promesa de que aprobaría cualquier estatuto que viniera del parlamento catalán, Esquerra Republicana o Izquierda Unida no eran más que sombras en los parlamentos españoles, autonómicos o estatales. Sin embargo, la desacertada y errada política del PSOE de Zapatero, en primer lugar, y la del PP de Rajoy, después, humillando a la mayoría de españoles, los españoles de clase media, y su encubierta subordinación al Opus, ha provocado el independentismo y la desidia. Sólo así se explica la aparición de Podemos, el reforzamiento de Izquierda Unidad, Esquerra Republicana y tantos y tantos movimientos sociales como ha habido y habrá.

                                                                                                                     

Antonio Marchal SabaterAntonio Marchal-Sabater

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Marchal-Sabater

Escritor murciano nacido el 6 de agosto de 1964. En los años ochenta ingresó en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado e inmediatamente fue asignado a los servicios de información, circunstancia que le llevó a ser testigo de numerosos acontecimientos de la transición, en diferentes lugares de la geografía española: País Vasco, Cataluña o Madrid. En algunas de sus novelas refleja parte de ese pasado, describiendo algunos hechos tal y como sucedieron y otros adaptándolos a la trama, sin desvirtuar la realidad. En su currículo cuenta con varios premios literarios, como el del certamen de micro-crímenes de Falsaria 2012 y el 2º premio de relatos cortos organizado por el Ayuntamiento de Lorquí (Murcia), dentro de la celebración de la II Semana Cultural 2013. Títulos de este autor. El Valle de las Tormentas (Bubok) Bajo la Cruz de Lorena. (Serial Ediciones grupmtm)

4 comentarios:

  1. Manuel de Mágina

    Magnífico, Antonio. Te felicito.

  2. Muy interesante y claro tu artículo. Pero a la antes «sólida clase media de Cataluña», no solo la han zarandeado y mermado los diferentes gobiernos centrales, sino sus propios gobiernos autonómicos, con su pésima gestión económica.

    Enhorabuena, Antonio. Un abrazo.

  3. Uf. ¿De qué me suena eso? En efecto, es recurrente eso de echar balones fuera. Quiero decir que siempre los gobiernos autonómicos culpan al central (y viceversa) sin darse cuenta de cómo asumen las transferencias, la gestión y la responsabilidad. Y, como decimos vulgarmente, unos por otros, y la casa sin barrer.
    Y, por supuesto, la paga la clase media de todas partes, independientemente de su solidez o antigüedad; pero hasta ahora no se nos ha ocurrido a los que vivimos entre Utrera y Coria del Río que tengamos derecho a decidir y pongamos la sede de nuestro gobierno en el castillo de las Aguzaderas.
    En fin…

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