El Arlequín usurpa mis extremidades.Por Fernando Guerrero

(Para Alejandra Guerrero quien me incita a escribir)

Estaba tendido en el suelo en alguna parte del mundo, dure perdido de mi realidad un par de semanas en las cuales recuerdo que al despertar tenia mis manos atadas con un nudo ciego y la sangre en la garganta me ahogaba lentamente, cuando trate de levantarme un dolor intenso tomo una de mis piernas y me lanzo inmediatamente al suelo, por alguna extraña razón trate de no gritar ni producir ningún tipo de estigma para no mostrar que estaba vivo, pero mis intentos por fingir mi propia muerte fueron en vano.-¿Hay alguien allí?- escuche decir al otro lado del muro, me mordí los labios para contener palabra alguna hasta el punto en el que mi boca comenzó a sangrar, me abstuve de dar señales de vida por temor a morir en ese instante.

Abrí los ojos y el dolor en mi pierna aun no desaparecía y era la oscuridad quien no me permitía ver que causaba aquel dolor, en la habitación había un hedor a comida de perro y en algunos instantes a carne podrida, logre observar al fondo del cuarto una pequeña y delgada luz que se filtraba desde la puerta, arrastre mi cuerpo y a la mitad del camino unas voces detuvieron mi recorrido. – ¡Auxilio!- gritaban en algún lado del espacio – ¡Auxilio!, ¿Alguien puede escucharme?- repitió una fina y delgada voz, Salí de la habitación y la luz que se posó de inmediato sobre mis ojos me cegó temporalmente. Cuando logre recuperar la vista quede perplejo frente a lo que estaba viendo, paredes ensangrentadas formaban un largo y frio corredor, el lugar era completamente simétrico, los muros eran separados en su tangente por puertas de metal las cuales parecían impenetrables, cientos de voces se escuchaban detrás de cada uno de los portones y todas casi como en un coro decían lo mismo –Auxilio, ¿Hay alguien allí?-, me arrastre hasta el cuarto que se encontraba justo en frente de lo que yo ya denominaba mi habitación, observe mi pierna derecha, mis dedos y mi talón se encontraban totalmente doblados hacia atrás, coloque la camisa sobre mis encías y tome mis tarsos, en un acto de valentía agarre fuertemente el talón y los dedos y un ruido inexplicable me indico que los había colocado en la posición correcta , las lágrimas brotaron fuertemente y en mi garganta se hallaba un grito ahogado. Me levante sobre mi pierna izquierda y desate mis manos con la perilla metálica, me sujetaba de los muros y comencé a avanzar, para mi mala suerte ninguna puerta estaba abierta.

Al final del corredor justo al lado de una abertura que me separaba con el pasillo continuo pude observar una puerta medio abierta, cuando mi rostro asomo pude ver a una pequeña niña de algunos 14 años tendida en el suelo, con la rapidez que se me permitía entre a la habitación, alrededor de ella un charco de sangre y el mismo hedor a carne podrida se posaba sobre su cuerpo, mi corazón empezó a latir con más fuerza y sentí furia al pensar en la desdicha que estaba pasando aquella pobre niña. –Joder, ella no merece esto, ¡Malditos!, malditos todos- dije mientras apoyaba mi mano sobre su rostro, en seguida sus ojos se abrieron y escupió en el suelo una sustancia verde, cuando alzo la mirada una expresión de terror se marcó sobre su rostro – No me haga daño por favor, yo soy solo una niña- lanzo su cuerpo hacia atrás y comenzó a llorar –shh, no te hare daño, te ayudare a salir de aquí- mire sus piernas pero ninguna de ellas estaba rota o mal formada, -vamos- le dije y estire mi mano, se levantó y el temor parecía haber desaparecido -vamos- respondió y me tomo del brazo.

Pasamos juntos al otro corredor, era igual al que estábamos antes y todas las puertas estaban cerradas, de pronto, unas risas demasiado agudas me hicieron detener los pasos y acompañando esas malévolas aparecieron pequeñas sombras y se fue la luz, me tomaron por la espalda y separaron mi mano de la pequeña niña, no quería morir, no en ese momento, algunas manos comenzaron a tocarme mientras yo en un intento de salir vivo agarre a uno de mis agresores y lo bote al suelo, al parecer logre asustarlos y volvió la luz, la niña estaba recostada en una esquina llorando, quede totalmente perplejo cuando al mirar al suelo vi algo tan espantoso, mi agresor era un pequeño arlequín no mayor de 69 cm. de altura, usaba un delgado traje de color rojo y purpura, al ver su rostro el pánico me llevo al mismo averno, era una criatura extraña con una nariz puntiaguda, sus ojos hundidos dentro de su cabeza y su boca se encontraba cocida, me levante y agarre a la niña para salir de allí lo más antes posible.

Al pasar al siguiente corredor vimos unas bolsas de color negro que obstruían lo que parecía ser la salida, comencé a quitarlas para huir del lugar, al terminar de retirar las bolsas trate de abrir la puerta y las risas volvieron, mis esperanzas de salir vivo murieron por completo, volví al corredor anterior y el arlequín ya no estaba en el suelo, la niña rompió el silencio con un grito espeluznante.

Cuando volví donde estaban las bolsas vi que estaban totalmente rotas, manos, troncos y piernas estaban totalmente regadas sobre el piso, oh Dios las piernas, todas con sus dedos torcidos y sus talones hacia atrás, el miedo me invadió hasta el punto de paralizarme, la niña lloraba incesantemente mientras sostenía la cabeza de un niño con la cual había golpeado al pequeño arlequín, este yacía sobre el suelo de nuevo inconsciente.

Salimos a un callejón en un lugar que para mí no era desconocido, era la antigua calle en la cual solía tomar licor, la calle wevester no estaba lejos de mi casa, agarre por el codo a la niña y con rapidez comencé a saltar en la única pierna que me lo permitía, llegue a la casa y me tendí sobre la sala, la niña se desvaneció en la alfombra y las risas volvieron de nuevo, me levante rápidamente y se fue la luz.

Estaba tendido en el suelo en alguna parte del mundo, cuando abrí los ojos estaba en la misma habitación con el olor a comida de perros en los pulmones, la luz estaba encendida y podía observar a distancia que mis piernas ya no estaban en mi cuerpo, se encontraban colgadas al techo con los dedos y el tobillo torcidos, una pequeña risa apareció por la puerta, con las fuerzas que me quedaban alce la mirada, la pequeña niña reía sin indulgencia.

 Fernando Guerrero

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