9. Metáfisica del sueño.
El sueño es el fruto de una vida cristalizado en un instante de sentido. Un sueño contiene todas sus interpretaciones, pero sólo una de ellas incluye a las otras: Todos los sueños son evidentes en el fondo.
Los sueños, además, son los únicos actos que no dependen de nuestra voluntad (ya que entender, a diferencia de cualquier pasión corporal, es un acto distinto, y ningún sueño es ininteligible). Por eso fueron considerados divinos e inspirados por un principio superior. No sólo resumen, pues, nuestro pasado, dándole una estructura coherente, sino que también compendian nuestro futuro en forma de enigma.
Cuando soñamos no nos contradecimos. Nos dejamos llevar por la verdad a través de sus manifestaciones aparentemente aleatorias, sin oponerle una resistencia firme. Nadie puede abandonar su fe en su sueño sin cesar de soñar en ese preciso instante. Tampoco es posible que varios sueños se contradigan entre sí, del mismo modo que dos perspectivas de una misma ciudad no pueden excluirse mutuamente, sino que más bien se complementan.
Si los sueños fueran sólo realizaciones de deseos insatisfechos, serían obvios y placenteros sin excepción. No siendo este el caso, apuntan hacia un lugar más prominente que la pulsión ciega. Sólo que, ocupados en el tráfico de las cosas, no siempre estamos a la altura de su lucidez gratuita.