48. Fantasía al sol
Eran las siete de la tarde de aquel jueves de mayo de 1995, hacía calor. Pepa ya pensaba en el veranito que le esperaba de calor, de crios en casa dando vueltas en vacaciones, de peleas entre ellos y de contar horas…por que ella contaba las horas a cada instante, el tiempo era algo con tanta consistencia en su vida que siempre tenía presente las horas, los días, los años…y siempre tenía la sensación de perderlo.
Cada año que pasaba allí, con la camiseta de rayas rojas, -del verano del 83 por lo menos- corroída por los lavados, y sentada en el portal, sentía que perdía el tiempo, siempre el mismo sentimiento. Ella y el tiempo. Cuando adelantaban la hora, decía para sus adentros que tenía más horas de sol para perderlas…un problema realmente lo del tiempo y ella.
Mientras hacía la cena para los niños y el marido, que llegaría de un momento a otro, pensaba ya en la jornada siguiente, en la que compartiría como en otras ocasiones, horas de ocio junto a su amiga Lola, eran las horas en las que no contaban nadie que no fueran ellas dos, Pepa y Lola.
El sonido del teléfono la aparta de la cocina.
– Pepa, que si sabes ya que comemos mañana, si hacemos algo, o lo compramos allí. ¿A qué hora te recojo?
– Ya compramos allí.Pasa a las diez menos cuarto, vale?
– Vale , a las menos cuarto estoy allí, clavada. Te pito y sales eh??
– Que sí …que sí.-dios santo las croquetas, que se queman-pensó-cuelgo Lola¡¡¡¡
Pegó un traspié al doblar la puerta de la sala de estar e ir hacia la cocina.
-Me “cagoentó” lo que se menea. Jodido suelo; maldecía mientras intentaba no doblar hacia el suelo.
-Uf, que ganas de que llegue mañana….que falta me hace salir de aquí….quedarme en “pelota picá”, sin que me moleste nadie…que gusto por dios –pensaba.
Ya era de día, las 7:45 de la mañana. Se había levantado para preparar los desayunos y recoger la casa antes de que se hicieran las menos cuarto (las diez claro), y un cosquilleo le recorría el estómago de pensar en el día que le esperaba -qué sería de mí, sin estas escapadas- pensaba.
Busca en el frigorífico, echa cinco botes de cerveza, agua, fruta y algún yogurt ; -el pan y lo que vayamos a comer lo compramos allí- se dijo.
-Ahora viene cuando la mata-, pensó mientras subía a su dormitorio a ver que se ponía para irse a su cruzada particular, en busca de su “pepachica”. Por que ella estos días de soledad en compañía de su amiga, los necesitaba y utilizaba para buscar donde quedó aquella muchacha emprendedora, libre, libertina en ocasiones….que se quiso comer el mundo y terminó comiendo pipas en la puerta de su casa con la camiseta a rayas roja…
-Esta no me la pongo-apartó la camiseta a rayas roja hacia un lado bruscamente, deseaba tirarla a la porra, pero lo guardaba todo por si hacía falta para algo, y ella ni se daba cuenta que esa camiseta no servía ni para trapos del polvo.
-ya está, el pantalón corto éste que me vale (no le venía la ropa de lo que había engordado en su portal sentada), y la camiseta esta “rosa furcia” se dijo, mientras se sonreía. Aun le quedaba sentido del humor…
…piiiiiiiiiiii, piiiiiiiiiiiiii, piiiiiiiiiiiiii¡¡¡¡¡¡¡
-dios santo….ya esta aquí el “rober” y la Lola,¡¡¡¡ voyyyyyyyyyyyyy¡¡¡¡¡¡.-gritaba desde arriba- que voy jodía no pites más que se a va enterar todo el vecindario que nos vamos y ya tienen charla para todo el día-mascullaba.
Baja las escaleras corriendo, entra al baño, se peina ,coge las chanclas de playa y las toallas y con la prisa metida en el cuerpo-por que ya estaban pasando las horas-cerró la puerta de casa y se montó en el coche….mira a Lola, Lola mira a Pepa…-lo llevamos todo???
-si…nevera, bebida, las cremas, las gorras, dinero para comprar….si, creo que va todo -…a ver, llevamos papel, chocolate y tabaco?..que sí , que está todo..
¡hala, pues vámonos¡…dijo Lola. Arrancó el “rober” y respiraron…a la par que sonreían…
el “rober” era cariñosamente el Rover 216, que tenía Lola, y que en el defecto de que nunca las acompañaban hombres, llamaban así al coche…tres eran tres….Lola, Pepa y el “rober”.
Comenzaron su particular cruzada por la carretera hacia las calas nudistas de la costa. Lola conducía. Era un poema verla al volante, gafas de sol, labios pintados, pintalabios cerca para los retoques, cigarro en la mano, y la música que no faltara en el acompañamiento.
Pepa, era copiloto, le sostenía el volante para que ella se retocara los labios….y en algunas ocasiones hasta conducía ella a “rober” para que Lola trabajara en menesteres que Pepa no se daba arte.
Cuando faltaban como 20 minutos para llegar, avistaron la Guardia Civil, era una recta y no iban despacio precisamente, por lo que aflojaron el paso y vieron como le hicieron el alto.
Pararon en el arcén y con las pintas playeras que llevaban era obvio donde iban, pero de golpe se acordaron de los “porricos” que llevaban y tragaron saliva…
Mientras se acercaba uno de los oficiales, por detrás del vehículo, las dos comentaban ..¡ay Pepa¡¡¡ ¡¡ay Lola¡¡¡ que buenorro está nena, los uniformes que bonicos son.
El agente se acercó saludando, y preguntó que a donde se dirigían, y pidió la documentación a la conductora- a la playa- contestaron. El agente no tuvo objeción y las dejó marchar sin nada más que recomendarles que no fueran tan rápidas, que las había visto venir algo rapiditas de más…
Ellas se dispusieron a continuar, y entonces sonreían al ver que habían salido de esta sin “regalito”.
-ay Lola…que nos libramos de todas-.
-uf, pues ahora nada más que por eso me voy a fumar un porro¡¡¡ venga , háztelo.
Pepa se quedó mirando a Lola con cara de tonta por que ella no se daba arte en eso, y Lola lo sabia.
-Lola sabes tu que yo no sé hacerlos joder…anda, para y cámbiate¡¡¡
Pararon el coche y se cambiaron de lugar para que Lola pudiera hacer el perfecto porro que solía liar siempre…y siguieron camino de su edén.
-a ver cuando aprendes, que fumar si te gusta eh-le recriminaba.
Al llegar al pueblo, pararon en un supermercado a comprar los víveres, y ya nada más entrar se notaba que llegaron…
– nena, coge tu los tomates y el companage que yo cojo las chucherías y chocolates…
– vale. Y en esto se oye un grito desde el pasillo central –el supermercado tenía sólo tres pasillos pequeños- ¡¡¡ que te digo que a ver que chuches coges que tu eres muy rara…y dime que companaje quieres que no sé que comprar¡¡¡.
Lola se acercó a su encuentro y le dice a Pepa que baje la voz, que vaya escándalo, que parecen que han salido de una película de Almodóvar, y cierto que lo parecía…
Llegaron a la cala, y les encantaba pararse a mirar el horizonte y elegir sitio desde lo alto, aun sin haber llegado del todo. El mar desde allí era una preciosidad.
Se dirigieron hacia una de las calas más apartadas y aparcaron, bajaron todo lo que necesitaban y cargadas se adentraron en el camino.
– nena, hoy nos quedamos en esta, que mira lo que nos pasó por irnos a la más escondida la otra vez-dijo Pepa.
Entonces recordaron el episodio sucedido en el que estando solas en una de las calas, saltó un tipo moreno vestido de blanco a su lado, desde la montaña que las rodeaba y a unos siete metros comenzó a masturbarse, lograron que se fuera por que utilizaron el móvil haciendo como que estaban llamando a la guardia civil. Y lo peor es que no había cobertura. No querían verse de nuevo en otra situación parecida.
Dejaron todo en el suelo, bien colocado…esterillas, toallas, nevera, bolsito de cremas y se dispusieron a disfrutar del sol tumbadas todas las horas que les fueran posibles. Y entonces comenzaban a filosofar, que después de haberse colocado con el “cigarro borde”era lo que procedía…
Lola, pensaba en sus adentros que ya había pasado casi medio año y necesitaba tener ya las cosas replanteadas para montar su propia empresa, era su sueño, era una mujer muy emprendedora y su empeño la iba ayudar a llegar a hacer eso que quería. Mientras que Pepa, soñaba con empezar la Universidad algún día, y estudiar una carrera ( le encantaba estudiar y aprender) para desenvolverse en la vida y trabajar, y así poder tener opciones en la vida que no fueran comer pipas en el portal de su casa con la camiseta roja a rayas…también dejaba volar la imaginación en sus fantasías sexuales con los cuerpos desnudos que se encontraban a su alrededor. La mente volaba, imaginaba y se excitaba, sin duda estaba carente de motivaciones que despertaran la “fiera” que llevaba dentro y que no encontraba.
Mientras Lola, callada también, pensaba. Las dos estaban boca abajo, con un sombrero de paja puesto encima de la cabeza de manera, que no les diera el sol directamente en el lado de la cara que tenían hacia el sol y que no apoyaban en la toalla. Por esos agujeritos del sombrero de paja, veían a un chico que estaba junto a ellas, a unos dos metros o tres, desnudo, con una sombrilla recostada en la arena, de modo que los bañistas del lado contrario no lo veían, sólo lo veían Pepa y Lola. El chico en cuestión era guapito, y estaba bien formado, y se dispuso a ponerse crema en su cuerpo. Lo hacía de modo que frotaba lentamente los muslos, la barriga de abdominales perfectos que tenía…y al tiempo se frotaba el pene, masajeando de arriba abajo, y entre tanto él las miraba y les lanzaba besitos con movimientos de labios apenas perceptibles y sabía que ellas lo veían entre los agujeritos de sus sombreros, era todo un juego de seducción. Mientras, el pene de aquel chico crecía y crecía, y ellas ni se inmutaban mientras entre dientes comentaban la faena del vecino…y decían por lo “bajini”.¡¡¡Quien pillara uno ahora¡¡¡¡. El sol ayudaba al calenturón, la verdad, así que se dispusieron a meterse en el agua a rebajar temperaturas.
Cada una, ya dentro del mar, en silencio, se fundía y disfrutaba del contacto del agua en el cuerpo desnudo…y se sentían tan bien….se sentían libres..se sentían ellas. Sin tapujos, sin normas, sin problemas, nadaban y se mecían en el agua con la única compañía de sus sueños y sus fantasías..algunas de las cuales eran no compartidas, por que eran eso…fantasías propias, únicas e intransferibles.
Llegando la hora de volver, se dispusieron a regresar a casa, con la maleta llena de pilas recargadas al menos para tres o cuatro semanas más, en las que volverían de nuevo al mismo lugar.
Entran en la calle de Pepa, donde se avista el portal de sus resignaciones, se baja del “rober”, no sin antes dar un beso a Lola, y darle las gracias por los momentos que vive con ella. Es mutuo. Les une un vínculo que no tiene descripción, y sobran palabras entre ellas….-hasta luego nena—
-hasta luego- responde Lola. Arranca y se va.
Pepa abre la puerta, y entra. Cada vez tiene mas claro que no le gusta su vida. Un grito de niños la trae a la realidad y asume donde esta su sitio ahora. Intenta olvidar sus sueños, pero cada rayo de Sol que le ha dejado marcada la piel, le marca también un camino a seguir para que esas fantasías no se queden en marcas dolorosas del Sol. Y lo sabe. Sabe que algún día será Sol.