-Ya sabes. Tres noches seguidas como máximo. Una cama limpia, dos comidas calientes. No se puede más. Como tú, ya ves, hay un montón. Después puedes probar en los de San Juan de Dios. En Santa Clotilde, sólo una comida al día; por la noche tienes que buscarte el alojamiento por tu cuenta. Lo siento, hombre, es lo que hay por ahora. (más…)
Solitario, triste y mudo
hallase aquel cementerio;
sus habitantes no lloran…
¡Qué felices son los muertos!
Gustavo Adolfo Bécquer
Era una preciosa mañana otoñal de nubes con sol. Blaqui, mi mastín del pirineo, me miraba mientras conducía a toda pastilla campo a través. Si me daba prisa, por la noche cenita con velas y un cheque en el bolsillo. (más…)
SOBERBIO MAR AZUL. Lo indago a diario como quien busca en un espejo las cicatrices del tiempo. Rostro viejo surcado de ondas jóvenes, nunca cede al cansancio, se mueve perezoso ahora y mañana salta ágil como las cabras que suben abruptas laderas. (más…)
La jardinera era un panteón donde los muertos resucitaban. Aunque mis padres no lo creían, nunca me tiraron a loco: simplemente estaba muy chavo y no me tomaban en serio. No recuerdo haber tenido amigos: los escuincles del barrio eran demasiado estúpidos para entender lo que pasaba. Sin embargo, era cierto: ahí enterraba a mis mascotas y cuando tocaban tierra, volvían a la vida. (más…)
Durante el periodo de exámenes del año pasado, Ildur estaba ante la pantalla del ordenador estudiando para un examen. Llevaba todo el día repasando fórmulas y ejercicios, que seguía sin sabe qué estaban mal hechos. (más…)
Cuando Nicolás, traje y corbata, maletín en mano, sale de su oficina en Gran Vía, los escaparates están decorados y las tiendas llenas. Guirnaldas de bombillas de colores van de un lado a otro de la calle, vistiendo la ciudad. (más…)
El río le parecía hermoso. Las ramas de los árboles, que se alzaban junto a él, parecían brazos desnudos, frágiles pero abiertos, dispuestos a acoger lo que llegara. ¿Podía ella abrir los brazos así? (más…)
Las luces de neón del coche fantástico que atravesó la calle, cegaron a Emilio durante escasamente quince segundos. Tiempo suficiente para que los integrantes del vehículo le arrebataran de un tirón aquel extraño bolso triangular a la anciana que paseaba por la otra acera. (más…)
Lo primero que quiero deciros es que soy una perdiz. Una perdiz reclamo. Una perdiz asesina.
No recuerdo todas mis vidas anteriores. He sufrido cambios enormes. Me he vestido de piel, de escamas y de plumas; he habitado el mar, la tierra y el cielo; he sido persona y animal. Incluso he olvidado muchos de los nombres de los seres que he sido. De lo que estoy segura, hasta donde alcanzo, es de que siempre he sido mala. (más…)
Aquella tarde, en el interior del ascensor, sobre el fondo del espejo, la vi por primera vez, entre la neblina del sucio cristal, mirándome fijamente y con un rictus de amargura en la boca. Intenté sonreír, pero ella pareció no entender mi gesto de cortesía. (más…)
Desde hacía ya muchos años, Ginés Soriano era el afortunado poseedor de un método infalible: empezar por el principio y acabar por el final; y esta máxima, dotada de la belleza que únicamente la simplicidad confiere, no sólo le había permitido afrontar y resolver todos y cada uno de los cuadros que había pintado en su fértil vida de artista, sino que además, era guía en su proceder diario. (más…)
Hace un mes vino a verme vestida con un modelo color berenjena de Karl Lagerfeld. Fue una visita glacial que duró menos de un minuto.
-No me envíes ninguna carta, la tiraré a la basura sin abrirla.
No he tenido más visitas, excepto la de mi nueva abogada. (más…)
El viajero llevaba atravesadas muchas salas. Todas tenían dos puertas. Por una, entraba. Por la otra, salía. Era una regla inviolable: Él siempre caminaba hacia adelante. Nunca se había encontrado con nadie; y aún hay más, creía imposible encontrarse con nadie. (más…)
Quiero compartir con Uds. una experiencia que me sucedió años atrás cuando mis hijos estaban chicos, durante esa época llegamos a tener en la casa los siguientes animales: dos conejos, dos gatos. tres periquitos, un perro y una tortuga. (más…)
Siento los dedos congelados. No sé si podré apretar el gatillo. ¡Ha llegado tu hora! Quizás es el momento.
Si esto fuera una película de John Wayne, sería donde la manillas del reloj empezarían a volar. (más…)