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Es un ir y venir de gente casi frenético, niños correteando, con ese ímpetu que desborda todo lo inimaginable, besos, abrazos, algarabía y al mismo tiempo algo de soledad. Una cierra los ojos y oye actividad por todos los lados, siente vida a su alrededor palpitando sin cesar. Ponemos el oído a tope, se oyen distintas lenguas y entonaciones a modo de diversos instrumentos,…y percibimos una sinfonía humana ensordecedora que embriaga y aturde, que nos hipnotiza por un momento aislándonos de la realidad.
Cuando abres los ojos la vista se recrea también en la diversidad de estímulos. Personas de todas las razas, de estilos de vida, no sólo distintos, sino casi opuestos, vestimentas de toda naturaleza. Mujeres negras con vistosos atuendos de deslumbrante colorido que destacan sobre el fondo de ébano. Hombres trajeados sin despeinarse que conforme van saliendo, una se pregunta si de verdad han cruzado el Atlántico, o los han puesto a la llegada a modo de figurines. Adolescentes colgados al ipod, tambaleándose con desganado movimiento y yendo a subola.com. Muchachas púberes cantarinas y alegres, con su limitado universo del porfa, porfa, porfa y su enorme, pero…. enoooorme preocupación, porque a menganita la llamó siete veces Pedro, el cual, por supuesto, por lo visto, mola mazo, ¡¡¡¡joe… tía, tía sieeeeete veces!!!, conversación insulsa que rellena todo el mundo de sus creadoras.
Y, entretanto, los niños, los niños aún correteando y a una le sugiere el anuncio de pilas Duracell, y siguen, y siguen y siguen…. En un momento Raulito se estampa contra el duro suelo arrancándose a llorar como si el mundo se acabara, como si la eternidad se hiciera finita, viene su padre y le da palabras a mitad de camino entre el consuelo y la regañina, y de súbito Raulito se levanta, aun con las lágrimas resbalando por sus mejillas, y se arranca a juguetear con los otros niños como si nada hubiera pasado. En otro corro dos pequeñas señoritas que no levantan un palmo del suelo, hablando con la expresión de “los mayores”, hablando de sus cosas con cursis pulseras de plástico rosa, diadema rosa y toda suerte de abalorios, eso sí, en rosa, rosa, rosa son ¡¡¡lo más!!!. Nuria, rubita con cara de ángel sacada de cuento de hadas, mirada frágil y tierna, embobada con la conversación que le da Vanesita , algo mayor que ella, redicha y repipi, muy espabilada, con vivaracha mirada, y dominando la situación. Ambas conversan como si se conocieran de toda la vida y no hace escasos minutos que se han visto.
Siempre me ha fascinado ese enorme mosaico de rostros ayunos de palabra y preñados de expresión que te permite imaginar vidas, sentimientos y pasiones. Me estremece pensar que, por un tiempo, somos protagonistas de las vidas de otros sin que seamos conscientes de ello. Participamos como retales necesarios en el decurso vital de los demás. Probablemente, con la gran mayoría de las personas con las que convivimos en esos momentos de nuestra existencia, no volvamos a coincidir con ellas y tendrán su historia, sus penas y alegrías, sus trabajos y sus ilusiones, tendrán proyectos vitales completos que no se entreverarán nunca con el nuestro.
Siempre me ha atraído como un imán observar la coctelera humana que se da cita en los aeropuertos, y estaciones pero al mismo tiempo siempre me produce un cierto desasosiego la volatilidad de los cruces de vida que ahí concurren.
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