Con sentido Critico

 

Doblando la esquina de la vida

Inmaculada Sánchez Ramos

 

No la conocía de nada, para mí era una cuasi perfecta desconocida. No soy persona a la que le guste la prensa del corazón. Las vidas que esta prensa nos presenta no son de mi especial interés. De hecho de Érika Ortiz ignoraba casi todo, ignoraba que tenía una niña, ignoraba si trabajaba aquí o allá, aún es más, si hace unas semanas, me hubieran mostrado su foto probablemente no hubiera sabido quien era. Sí, si, les parecerá mentira, pero es así.

Sin embargo, reconozco que me ha producido una enorme tristeza la noticia de su fallecimiento. Una tristeza de esas se que enquistan en lo más profundo de nuestro ser, que se quedan instaladas en nuestra mente ensombreciendo el día, sin poder huir de ella. El primer pensamiento, casi inmediato, que me vino a la mente fue, ¡Pobre mujer!. Si, ¡Pobre mujer!, ¿Cuánta desolación?, ¿Cuánta desesperanza puede albergarse dentro de sí?. Seres que quedan con el alma deshilachada por la pena, absolutamente destrozados. Amargura de un viaje, el viaje de su hermana Telma, viaje largo, aunque menos que el de Érika, acre y con la certeza de la noticia. Y sus padres, ¿Cómo podrán, después de esa muerte abrupta, escabrosa e inesperada de una hija, alguna vez, ni siquiera, esbozar una sonrisa?.

Casos como el Erika hay muchos, ¿o no tantos?, aunque si bien no es único, ello no es óbice para que los pensamientos, tribulaciones, angustias de sus seres queridos sean de este mismo cariz, ello no es óbice para que el dolor y la tristeza que produzcan sean reales. El puro rostro de dolor de la Princesa de Asturias, su voz entrecortada, su llanto apenas contenido, ¿cuántos recuerdos estarían desfilando por su mente?, ambas correteando en su Asturias natal, los recreos del colegio, pan y chocolate en la merienda, los veraneos, esas confidencias entre hermanas en la adolescencia de sus amores y desamores, toda una maleta de recuerdos hermosos que dejan sabor a nostalgia, añoranza profunda, y desbordante. No se me escapa la Familia Real. Esta mujer, Erika, entró en sus vidas, era la hermana de la Princesa de Asturias, estaba allí en sus mentes y en su ser, acontecimientos familiares, juegos con los niños. Se sabe que la Reina, al conocer la noticia exclamó, llevándose las manos a la cara, ¡qué lástima!,¡qué lastima!, y no es para menos.

Más allá del papel que a Érika le toco vivir, más allá de la notoriedad no buscada, más allá de todos estas circunstancias, ¿Cómo se le dice a una niña de seis años, que mamá ya no está, que mamá ha doblado la esquina de la vida?.

 

                                  © Canal Literatura 2004