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Fecha de caducidad y el gran simio Inmaculada Sánchez Ramos |
- Buenas, buenas. - Saben, ¿dónde dan los números?. - Aquella señorita. - ¿Quién?. ¡Ah!, sí,… en aquel rincón. María se dirige hacia allí. - Por favor, me da número.
María se sienta en una sala de espera limpia, aséptica, tanto que hiela el ambiente. Nadie habla, el silencio se mastica, se rumia la desolación.
María se pone a hablar con su vecino de asiento que a dudas penas quiere emitir palabra, pero, por no caer en la descortesía, le sigue la conversación, sin ganas, con monosílabos, con voz quebrantada y monótona. Un “sí claro señora, si claro”, expresado sin saber ni lo que su interlocutora le ha dicho.
Sale la enfermera, seguida de un señor con actitud cabizbaja y ésta pregunta siguieeente, con tono cansino y tedioso. María contesta, yo. La enfermera le señala el camino y ella toma asiento en la consulta médica.
- Y a mí… ¿para cuándo, doctor?. - A ver, contesta él. - Por favor señora, fecha de nacimiento. - 12 de septiembre de 1960, contesta María. - Doña María me permite, la vida laboral, las cotizaciones a la Seguridad Social, el historial médico.
El doctor coge un grueso libro lleno de tablas. Población entre 2010-2020, 2020-2030…, previsiones de desempleo 2010-2020, 2020-2030…., ingresos por el sector exterior….y un conjunto de tablas que miden la evolución de otros tantos parámetros económicos a lo largo del tiempo.
- Veamos, por fin responde el médico, pues bien, teniendo en cuenta su estado de salud podemos calcular lo que usted nos costará mensualmente en medicinas, previsibles operaciones quirúrgicas y otros cuidados médicos. Por otro lado, si consideramos sus cotizaciones a la seguridad social, la evolución del desempleo en España, lo que nos quedará para pensiones, e.t.c. podemos calcular hasta cuando el sistema le puede sostener… y con ello en un minutito le indico, bueno… , ya sabe…, en fin…, le indico su fecha de caducidad. A ver, ya está, agosto de 2035. - Y…¿No puede ser un poco más?, pregunta María. - Pues no señora, no, ya que cuando usted nació nacieron muchos niños, ¿qué quiere que haga yo?.
Esto, que parece inverosímil, es el futuro que desgraciadamente se está construyendo y para ello se ha de preparar el campo para obtener este fruto.
Lo primero que se ha de hacer es desposeer al ser humano de su humanidad y de la dignidad que le es propia. Dignidad ésta, que es el atributo más característico y genuino que poseemos las personas. Somos dignos en tanto que somos personas y es ésta, y no otra, la razón por la que no podemos utilizar, manipular, usar, maltratar, vejar, humillar y zaherir a otra persona. La dignidad intrínseca de la persona es la que le hace poseedora de derechos. La dignidad, además es un atributo que solamente, repito s-o-l-a-m-e-n-t-e, es aplicable a los individuos de la especie humana.
Por tanto, si nosotros queremos poder usar a los seres humanos habremos de materializarlos, habremos de hacer que sean percibidos como puñado de materia y para ello nada mejor que devaluar su dignidad. Pero…¿Cómo?.
Posibilidad 1. Demostrar que el ser humano no es digno. Difícil que las personas traguemos en crudo que no somos portadores de derechos.
Posibilidad 2. Demostrar que todo bicho viviente, y nunca mejor dicho, tiene esos mismos derechos. Pues bien, esta es la raíz del proyecto del gran simio. El proyecto del gran simio, que con tanta alegría quiere abrazar nuestro Gobierno, so capa del amor a los animales, lo que persigue no es elevar a los animales sino devaluar a los hombres.
El proyecto de gran simio es algo más que una idea estrafalaria, es mucho más que una idea ingenua, no es algo que se les acabe de ocurrir, se llevan muchos años haciendo presión en este sentido, es mucho más que una cortina de humo coyuntural, es la devaluación de la dignidad de la persona mediante la sobre-valoración de los animales. Generar esta mentalidad ayuda enormemente a los planes de eutanasia.
Señores, seamos concientes que quieren indicarnos nuestra fecha de caducidad a modo de alimentos perecederos y reciclables.
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