Los que aún creemos en los valores estamos pasando unos momentos
extremadamente duros. Sentimos que una avalancha de lodo irrumpe en
nuestras vidas sin tiempo para digerirlo, estamos sobreponiéndonos de
una decisión de este Gobierno y, aún sin las fuerzas necesarias, nos
viene la siguiente entrega. En definitiva, no damos abasto.
No pretendemos tomar partido por ninguna fuerza política, pero es
nuestra obligación denunciar una serie de hechos que bajo la excusa de
la no-confesionalidad del estado nos están colando. No podemos
descapitalizar a nuestra sociedad de los principios y lo que es más
grave descapitalizar a las próximas generaciones de los mismos.
Los principios y los valores son, por su propia naturaleza, las bases
sólidas sobre las que descansa nuestro pensamiento, son la batería de
criterios bajo los cuales tomamos decisiones. Las personas necesitamos
agarraderas, necesitamos referentes, necesitamos principios, necesitamos
valores. Natural es el desánimo, pero son en estas ocasiones dónde son
precisas la prudencia para discernir entre lo adecuado y lo inadecuado,
la firmeza para llevar a cabo la labor ingente que se nos viene encima,
la perseverancia para vencer el desánimo y la unidad para sumar fuerzas.