Cuando Arturo Pérez Reverte fue admitido como miembro de número de la
Real Academia Española , tanto Juan Manuel de Prada como Alfonso Ussia
escribieron sendos artículos de magnífica factura y donde ambos
halagaban la prosa de recién estrenado académico. La lectura de dichos
artículos, además de permitirme disfrutar me sugirió y puso de
manifiesto una vez más que, gracias a Dios, el Valor reconoce Valor.
Este es un hecho que he observado con creces a lo largo de mi vida,
tanto en el ámbito profesional como en el ámbito personal. Aquellas
personas que son capaces de innovar, de distinguir la rutina de la
creación, de ver la genialidad y de generar ideas y obras; son aptos y
están capacitados para reconocer en el resto de la personas esas mismas
cualidades.
Estos, realmente, no necesitan copiar ya que tienen el don de la
agudeza. No sienten envidia, entre otras razones, porque no les hace
falta. Más al contrario, son los ineptos y menguados los que siempre
están siguiendo los fantasmas de las excusas, el zaherimiento y la
vejación ajena, siempre están invocando a no se sabe qué para poder
justificar su propia ineptitud.
Sinceramente, es un placer y produce regocijo, observar y constatar que
hay una patria común y un lugar de encuentro, entre aquellas personas
que tienen algún talento que aportar, algo que decir, algo que
perfeccionar, en definitiva algo que originar. La capacidad de reconocer
el valor es un hecho que, naturalmente, honra al homenajeado pero,
fundamentalmente, a los elogiadores de su compañero de profesión y sin
embargo amigos.