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Feliz 2010 |
Inmaculada Sánchez Ramos |
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Normalmente, en esta época del año no paramos de felicitarnos la entrada del mismo, aunque sólo sea como cortesía en el saludo. Bien mirado es un acto muy bonito, a través del cuál deseamos lo bueno, lo bello, para nuestros congéneres. Sin embargo, no sé si a ustedes les está pasando, pero a mí en esta ocasión me cuesta horrores felicitar el año, como si las palabras de deseo no pudieran salir de mi boca. Hay algo que me frena a la hora de felicitar por la entrada en el 2010, y aún es más me resulta hipócrita e incluso cínico el mero hecho de felicitar un año que vislumbro pleno de nubarrones. Me deshago en explicaciones acerca de mi deseo, ya que creo que éste no va a ser viable.
Año que va a estar lleno de paro, de dramas personales de primer orden, de instauración de una sociedad donde la tristeza es su signo de identidad, donde la alegría es fingida y ficticia. Y es ficticia porque lo que nos falta y nos han arrebatado es el futuro y la creencia en que es posible lo que deseamos y esto no es ni más ni menos que la indicación de que nos han robado la esperanza.
El horizonte que nos espera es muy adverso. Aunque, quizá, bien visto eso pueda tener su parte buena pues, en la adversidad la gente verdaderamente sabia se crece. En la adversidad las personas sacan lo peor, pero también, lo mejor de sí mismas. En la adversidad, cobramos más sentido de la realidad.
Y esto, será especialmente bueno para la generación L´Oréal, la generación del “porque yo lo valgo” que creía que el maná caía del cielo, sin esfuerzo, que creía que por ser quienes son la camiseta no hay que sudarla. La generación que no sabe, porque nunca se lo han enseñado, que el esfuerzo es un valor. Generación amamantada en las ubres de la logse (y leyes similares) donde se creen portadores de todos los derechos pero no ejecutores de ninguno de los deberes asociados.
Y será, también, muy bueno para aquellos que creían que el Estado, ente pluripotenciario, según ellos, resuelve los problemas por arte de birlibirloque y puede que recuperen el sentido de la realidad. Eso sí, probablemente, de modo muy duro.
Y sea bueno para que los funcionarios sean conscientes del privilegio que tienen, y …. soñando mucho, pero que mucho, quizá valoren a los autónomos y empresarios.
Mi verdadero deseo de este año cuando digo Feliz 2010 es equivocarme en las previsiones para que, de verdad, pudiera ser posible un futuro algo esperanzador, aunque sé que no deja de ser un deseo ilusorio. Y, por ello, lo único que me atrevo, sin hipocresía, es desear a cada persona en concreto que en su historia particular el año sea lo menos malo posible y se crezca ante la adversidad.
Inmaculada Sánchez Ramos Enero 2010 |