La tolerancia que, naturalmente, es una gran virtud, es un concepto que,
de un tiempo a esta parte, está perdiendo su verdadero sentido,
desfigurándose, de tal suerte, que ha pasado a confundirse con la
transigencia de los principios y la anuencia de cualquier cosa, sin
ningún sentido crítico. Hoy en día, se tacha de intolerante a alguien
que tuviera la osadía de expresar una opinión contraria sobre algo que
ya estuviera generalmente aceptado. O dicho más castizamente, ahora,
cuando uno no traga se le tilda de intolerante. Pero, ¿qué es ser
tolerante?. A mi parecer creo hemos de enfocar la respuesta a esta gran
cuestión atendiendo a dos aspectos.
El primero de ellos hace referencia a analizar si tolerar es una actitud
que hay que tomar en todo caso. Para este análisis supongamos los
siguientes interrogantes: ¿ Es todo respetable?, ¿es todo tolerable?, o
por el contrario ¿hay opiniones, actos y actitudes que son de proprio y
por naturaleza intolerables?.
Si se nos formula esta idea mediante la primera pregunta, creo que una
gran mayoría de personas, casi mediante un automatismo, hubieran
contestado si. Este automatismo es, probablemente, provocado por la
existencia del sofisma, muy extendido, que admite que toda idea es
respetable. Debido a ello, pobre de áquel que hubiese osado a responder
que no. Si la reflexión se hubiese presentado a través de la segunda
cuestión -¿es todo tolerable?- ya, posiblemente, no sería tan abrumadora
la mayoría de síes, pero, aún así, creo serían mayoritarios. Sin
embargo, si se expresa la reflexión a través del tercer interrogante, es
factible que muchos responderían, depende. Pero ¿de qué depende? como
diría Jarabe de Palo.
Ahí entramos de lleno en el segundo de los aspectos que hacíamos
referencia al comienzo. ¿Cuál el criterio para que algo sea tolerable?.
Aquí hay que poner reparo a otro sofisma muy frecuente hoy en día. Está
generalmente aceptada una respuesta del tipo “depende del consenso que
haya alcanzado esa opinión, acto o actitud”, depende de lo que la
mayoría ha opinado”; y ¡hala! nos quedamos tan tranquilos. Se me puede
tachar – tergiversando mis palabras- de anti-demócrata, lo cual es
falso, pues la democracia es la doctrina política favorable a la
intervención del pueblo en el gobierno, definición ésta, que no hace
juicio de valor en relación a la bondad o maldad de lo elegido. En lo
referente al consenso, no olvidemos que es el acuerdo producido por
consentimiento entre todos los miembros de un grupo o entre varios
grupos. Esta definición admite comentario análogo al anterior, ya que
los acuerdos no son intrínsecamente buenos- ni intrínsecamente malos-
sino que está en función de lo que sea materia de acuerdo, es decir de
lo que se acuerde. Parece que se ha olvidado, que unos de los grandes
holocaustos de la historia, se llevó a cabo con el consentimiento-
consenso- del pueblo alemán, o es que ¿nadie recuerda que Hitler llegó
al poder mediante sufragio?. Y es, precisamente, el no respetar a las
personas- no así a todas su ideas- el ejercicio de intolerancia por
excelencia.
En definitiva, toda persona portadora de una idea, acción, opinión y
actitud es respetable pero no, necesariamente, toda idea, acción,
opinión y actitud lo es- por muy respetable sea su portador-. Como dijo
Václav Havel que a nadie se le escapa que pareció la intolerancia en sus
propias carnes: La tolerancia deja de serlo cuando se tolera lo
intolerable.