La habitación

Taller de escritura
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Tusitala
Forero
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Registrado: 23 Mar 2004 00:00
Ubicación: Málaga

La habitación

Mensaje por Tusitala »

La habitación estaba a oscuras, fría y distante; ruin. En los anaqueles se agolpaban, empolvados, añejos libros que no hacía mucho fulguraban al abrigo íntimo de unas manos; olvidados en sus estantes, sus hojas gruñían encolerizadas. El protector mueble que los acogía bailaba al son de la envolvente brisa; alguien había desatendido el gemido de la ventana. El sillón, antiguo cobijo de amantes lectores, quedaba rebajado a mero habitáculo para los inquietos ratones.
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<BR>La desoladora imagen de la estancia llamó a rebato un raudal de lágrimas; sólo mía era la culpa de que se hallara en tan lamentable estado. A pesar de esa firme convicción me resistía a ser el único responsable del desaguisado y me obligué a compartir galardones con la persona que me había abandonado un año antes. Craso error: era ella quien lustraba el lugar y me arengaba con espartana insistencia a seguirla en tan laboriosa actividad.
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<BR>Mi enclenque memoria quiso borrar todo rastro palpable de esa persona. Con imperturbable intención, accedí al vagón de la Soledad y viajé por el territorio de los Sueños Rotos; todo me parecía absurdo, vacío y banal. Al llegar a la estación de la Decepción logré el objetivo; los momentos de pasión, de deseo, de inmensos anhelos de vivir, que con ella eran constantes habían huido por el túnel del Olvido.
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<BR>Era una noche cualquiera, tan tormentosa y lúgubre como todas las anteriores, cuando de repente un liviano golpe en la puerta me devolvió a la realidad. No alcancé a atisbar desde mi aposento quien se atrevía a perturbarme en horas tan intempestivas, así que no me quedó más remedio que alzarme y caminar, con evidente malhumor, para comprobar el origen de semejante afrenta a mi consolidada soledad. En el atribulado trayecto a la entrada un extraño cosquilleo similar a una procesión de laboriosas hormigas se aferró a mi estómago. Las piernas comenzaron a flaquear. Sentía la voz fugarse, reseca. No sabía qué extraño fenómeno estaba teniendo lugar pero no sentía inquietud: las sensaciones eran placenteras; tanto como un primer beso a la chica de tus sueños. Mientras caminaba con paso dubitativo, se agolpaban, en el receptáculo donde se abandonan a su suerte los recuerdos, imágenes de días de sol, de felices tardes en agradable compañía, que se inyectaban con el virus de la alegría en mi corazón. En ese momento no sospechaba el profundo cambio que se producía al derredor: la habitación se coloreaba a cada paso que daba; los libros ya no rugían por su descrédito; en el mueble se edificaba un brillo desconocido; el sillón rescataba su antiguo esplendor. Al caminar sumergido en el proceloso mar de mis pensamientos, no percibí la transformación hasta que un último paso me afianzó frente a la puerta. Alcé la mirada, extrañado. Volví la cabeza y, a pesar de no entender nada, la alegría que sentía era tan intensa, tan palpable, que no reparé en la trascendencia de lo acontecido. Feliz, agarré el pomo, lo hice girar y pude comprobar el motivo de la metamorfosis.
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<BR>Una amplia sonrisa se instaló en mi faz y el fuego interno hizo brotar una mueca de complicidad. Allí estaba Ella: radiante, poderosa y exquisitamente bella. Su estela abarcaba toda la entrada, iluminándola, y sentí que la vida recuperaba su sentido.
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<BR>La esperanza había regresado y, de su mano, la felicidad.
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