Sin piedad - capítulo 3 - parte 1ª -

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Sonny_Kaplan
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Sin piedad - capítulo 3 - parte 1ª -

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Capítulo 3

Slimane Boudjima era nuestro amigo desde hacía ya algún tiempo. Era bastante más joven que nosotros, pero lo considerábamos uno de los nuestros. Incluso lo tratábamos como si fuera un hermano pequeño. El chaval tenía dieciséis años, medía sobre el metro setenta, era muy poco corpulento, muy chupado como se suele decir. Tenía el pelo negro, rizado y muy corto, su cara era redonda y en ella aún crecía muy poco vello. Sus ojos eran negros y estaban muy juntos, la nariz era chata y pequeña, la boca de gruesos labios dejaba ver unos dientes algo amarillentos y es que Slimane fumaba mucho. Cuando no fumaba un cigarro, estaba fumando un porro, el tío no paraba. Lo conocimos con catorce años y ya era un portento de la supervivencia en la calle. En esa época abríamos algunas cerraduras, nos la ingeniábamos para entrar en los lugares que nos apetecía y hacíamos nuestros pinitos robando coches, pero fue conocerlo a él y todo se aceleró de tal forma que nos convertimos en unos auténticos delincuentes.
Slimane venía de un barrio marginal que el ayuntamiento había arrasado y del cual había dispersado las familias por toda la ciudad, incluso por ciudades aledañas. El pobre chaval se crió ahí y claro está, se dedicó a delinquir más que otra cosa. Él nos enseñó lo que sabía y en contrapartida le dimos nuestra amistad. No fue decidido fríamente, nos cayó bien y lo adoptamos, punto.

Slimane me sacudía con suavidad. Abrí lo ojos y me lo encontré frente a mí.
- ¿Qué pasa?
- La casa está rodeada de policías – me contestó.
- ¿Y los demás?
- Estarán durmiendo, supongo.
- Pues hay que despertarlos.
En la cama de al lado Ahmed dormía a pierna suelta. Menos mal que estaría de guardia, muy buena esa guardia. Slimane se puso a sacudirlo, mientras, me fui a la habitación de al lado para despertar a los demás. Zarandeé levemente a Marc y éste se despertó enseguida, en cambio David tenía el sueño más profundo y tuve que sacudirlo con menos delicadeza.
- ¿Qué pasa? – preguntó David sobresaltado.
- Estamos rodeados de polis – contestó Slimane que me había seguido tras despertar a Ahmed.
- ¿Son muchos? – le preguntó Marc.
- Unos quince o así – contestó Ahmed que venía de echar un vistazo a la calle. – Acaba de llegar un coche de la secreta. ¿Serán los tuyos? – preguntó mirándome.
- Y yo que sé. ¿Slimane cómo has entrado?
- Por la puerta trasera.
- Pues eso quiere decir que podemos salir por ahí – dijo Marc.
- Voy a ver – manifestó David.
Estábamos en el salón que daba a la parte delantera mirando a la calle por entre las rendijas de las persianas, cuando apareció David.
- No hay nadie detrás, démonos prisa y vayámonos de aquí.
Nadie se lo hizo repetir dos veces. Enfilamos las escaleras hacia abajo en silencio, más que nada porque habíamos visto a dos polis que después de hablar con otro y un secreta se fueron hacia el lateral de la casa.

El teniente Etienne Radot se impacientaba, llevaba más de diez minutos esperando a la secreta y ésta no aparecía.
- ¿Mi teniente seguimos esperando? – preguntó el sargento.
- No queda más remedio Albert, tenemos que esperar a la secreta son las órdenes.
- Me parece bien, pero si están ahí es posible que intenten huir.
- ¿Pero no me habéis dicho que no se podían escapar? – preguntó el teniente Radot disgustado.
- Eso parece. Estamos en un callejón sin salida, por delante estamos nosotros y en la parte trasera no parece que haya salida alguna.
En ese momento un Renault 18 azul marino hizo su entrada en la calle Strasbourg a gran velocidad. Paró en seco y de él saltaron cuatro hombres.
- Hola, soy el inspector Daniel. ¿Está al mando teniente?
- Teniente Etienne Radot, así es – dijo el policía cuadrándose.
- Muy bien. ¿Tenéis la casa rodeada?
- No del todo, parece que por la parte trasera no hay salida, pero para prevenir alguna huida iba a mandar a dos agentes. ¡Sargento! – dijo dirigiéndose a su subordinado, – coja a Pierre y rodead la casa, no vaya a ser que por detrás haya algún tipo de salida y se escapen.
- A la orden mi teniente.
- Sargento, al más mínimo incidente quiero que me avise por el walkie.
- ¿Tiene la descripción del delincuente teniente? – preguntó Daniel.
- Sí, se llama Eric Donegal, veinte años, blanco, uno noventa, complexión atlética, en los noventa kilos, pelo castaño claro, ojos verdes, nariz recta más bien pequeña, boca fina, cara bastante redonda y hoyuelo en el mentón. Sin cicatrices, marcas de nacimiento ni tatuajes. Puede ir vestido de policía, potencialmente peligroso. Esta descripción está en poder de todos mis agentes.
- Muy bien teniente.
Los dos policías rodeaban la casa, cuando de repente vieron el descampado. Los dos hombres se quedaron estáticos mirando hacia la casa. Una puerta estaba abierta. Giraron la cabeza y vieron al fondo del descampado unos chicos corriendo.
- Ahí están mi sargento, voy a por ellos.
- ¡No!, no corra tras ellos.
Demasiado tarde, el agente Pierre Poissons echaba a correr.

El teniente Etienne Radot estaba hablando con Daniel y sus compañeros, cuando de pronto se oyeron unos silbidos estridentes.
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