el ser y el tiempo

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haiku
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el ser y el tiempo

Mensaje por haiku »

tratemos de expresar como conjungan los escritores el ser y el tiempo.
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<BR>os dejo un ejemplo
<BR>[...]Pasó junto al instructor y cuando estaba a unos tres o cuatro pasos de distancia volvió hacia él la cabeza, sonrió, e hizo con el brazo un gesto de despedida. En ese momento se me encogió el corazón! Aquella sonrisa y aquel gesto pertenecían a una mujer de veinte años! Su brazo se elevó en el aire con encantadora ligereza. Era como si lanzara al aire un balón de colores para jugar con su amante. Aquella sonrisa y aquel gesto tenían encanto y elegancia, mientras que el rostro y el cuerpo ya no tenían encanto alguno. Era el encanto del gesto, ahogado en la falta de encanto del cuerpo. Pero aquella mujer, aunque naturalmente tenía que saber que ya no era hermosa, lo había olvidado en aquel momento. Con cierta parte de nuestro ser vivimos todos fuera del tiempo. Puede que sólo en circunstancias excepcionales seamos conscientes de nuestra edad y que la mayor parte del tiempo carezcamos de edad. En cualquier caso, cuando se volvió, sonrió y le hizo un gesto de despedida al joven instructor (que no pudo contenerse y se echó a reír), no sabía su edad. Una especie de esencia de su encanto, independiente del tiempo, quedó durante un segundo al descubierto con aquel gesto y me deslumbró. Estaba extrañamente impresionado. Y me vino a la cabeza la palabra Agnes.
<BR>Agnes. Nunca he conocido a una mujer que se llamara así[...]
<BR>
<BR>El rostro - I - del libro "La Inmortalidad"
<BR>por Milan Kundera

Brisne
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Mensaje por Brisne »

Tenía una sumaria dignidad vertical. Más tarde me di cuenta de que yo siempre había notado en él esa cualidad inimitable de quienes viven, aunque no lo sepan, con arreglo a un destino que probablemente les fue fijado en la adolescencia. Después de los treinta años, cuando todo el mundo claudica hacia una decadencia más innoble que la vejez, ellos se afianzan en una extraña juventud a la vez enconada y serena, en una especie de tranquilo y receloso coraje. "
<BR>Un invierno en lisboa. Muñoz Molina

Anamapola
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Mensaje por Anamapola »

"Muy pronto en mi vida fue demasiado tarde. A los dieciocho años ya era demasiado tarde. Entre los dieciocho y los veinticinco años mi rostro emprendió un camino imprevisto. A los dieciocho años envejecí. No sé si a todo el mundo le ocurre lo mismo, nunca lo he preguntado. Creo que me han hablado de ese empujón del tiempo que a veces nos alcanza al transponer los años más jóvenes, más gloriosos de la vida. Ese envejecimiento fue brutal. Vi cómo se apoderaba de mis rastos uno a uno, cómo cambiaba la relación que existía entre ellos, cómo agrandaba los ojos, cómo hacía la mirada más triste, la boca más definitiva, cómo grababa la frente con grietas profundas. En lugar de horrorizarme seguí la evolución de ese envejecimiento con el interés que me hubiera tomado, por ejemplo, por el desarrollo de una lectura. Sabía, también, que no me equivocaba, que un día aminoraría y emprendería su curso normal."
<BR>
<BR>"El amante", Marguerite Duras.
<BR>

Dandy
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Mensaje por Dandy »

Hacía tiempo ya que no había dormido tantas horas seguidas. No sé si el estrés diario me lo impedía, pero lo cierto es que ya he perdido la cuenta de cuando soñé por última vez. El caso es que esta vez, al despertar, continuaba inmerso en un trance en el que pude salir vencedor por pura casualidad. Mi chica, a la que había conocido bailando esa misma noche, estaba siendo acosada por su antiguo novio, que había terminado el servicio militar y la andaba buscando, puesto que hacía tres meses que no le escribía. A mí me contó que ya no quería salir con él, pero él la perseguía y terminó encontrándola. El caso es que cuando la encontró, la encontró abrazada a mí y esto desencadenó una reacción de celos por parte del militar, que acabó en una desenfrenada pelea. Ambos salimos bien caneados, pero al final Yolanda se quedó conmigo. Al despertarme en uno de los golpes, busqué a mi alrededor y Yolanda no estaba. Busqué al militar por los suelos y tampoco lo encontré. Me miré de arriba abajo y no ví huellas de aquellos brutales golpes de puño. Corrí hasta el cuarto de baño, y apenas si pude alcanzar el lavabo, cuando alcé mi vista al espejo, viendo lo que allí se reflejaba. Comprendí que todo había sido un sueño, cuando parpadeé para asegurar que era yo quien se reflejaba. El rostro de un anciano de setenta años, con su pelo blanco y faz arada, barba de navideña, y mirada obtusa, reflejaban el presente que nunca perdona. Aquella noche había luchado duro y me sentía cansado. Ahora Yolanda se quedaría conmigo para siempre.
<BR>Lavé mi cara y me vestí. Bajé al parque y la busqué de entre las jóvenes que por allí cruzaban hasta el Instituto, pero no la ví. Me senté en un banco desesperado ya de no haberla podido encontrar, pero fue entonces cuando la hallé. En el mismo banco, una anciana me saludó pronunciando mi nombre:
<BR>--Gracias Sebastián por haberme defendido esta noche.
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<BR>Lorenzo Xaixo Roselló
<BR>Ejercicio mental- Pensando y escribiendo.
<BR>A veces, no sale bien. Pero esta vez, no ha estado mal.

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