Todos los días, Manolo, jubilado desde hace tiempo, se sentaba en el mismo banco del parque a ver pasar las horas y echar de comer a las palomas el pan duro sobrante. A esa misma hora, una niña sacaba de paseo a diario a su perro Silbo. Ese día, Manolo decidió satisfacer su curiosidad...
- Niña, !ven acá-pacá!
La pequeña, un poco desconcertada, se acercó al "vejestorio".
- ¿por qué estás siempre sonriendo?
- pues porque soy joven y reboso energía
- entonces, ¿cuando seas como yo ya no te quedarán sonrisas?
- ¡NO! (exclamó rotundamente) - cuando sea mayor como usted, estaré tan cerca de la muerte que sonreiré con más ahínco si cabe porque habré pasado montones de años rebosando energía.
El abuelo se alejó a ritmo de bastón pensando en la lección que le acababa de dar esa chiquilla sin darse cuenta. Al menos, ella podrá recordar este momento cuando los años pasen.
Yo no lo tuve... pero hoy, me voy sonriendo.
Una lección magistral
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