Cercanías lejanas.
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<BR>Pues con mis dos riñoneras, al filo de las 8 y 14 de la tarde, me dirigí al Cercanías para ir a trabajar, y como comprenderás, amigo mío, lo muy dechado de virtudes románticas y pasionales que soy, no podía sacar de mis oídos aquella voz.
<BR>Recuerdas cuando éramos niños y nos bañábamos en verano en la piscina pública. Nuestras madres nos llamaban antes del bocata, para sacarnos el agua de los oídos. Pues yo conservo esa voz como aquella agua. Y mi madre no me llama ahora para sacármela, aunque si lo hiciera, no me cogería. Pero no quiero hablarte de eso. Te he llamado para contarte lo que me pasó ayer.
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<BR>Continúa.
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<BR>Subí al citado Cercanías. Ya sabes que no es el medio de transporte más adecuado para ir a mi punto de trabajo, pero también conoces mi fascinación por los trenes.
<BR>La hora y el frío no acompañaban, y el tren estaba prácticamente vacío. Estábamos yo, una señora de pueblerino aspecto con un volante médico en la mano, un negrito lleno de cd’s piratas y una chica con gafas, famélica, que no paraba de jugar con una DS.
<BR>Todos ellos gente indiferente, con sus destinos, sus vidas, sus problemas…
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<BR>Repasé el ‘’20 minutos’’, que hablaba de la ejecución grabada de Sadam. Saqué mi cuadernillo y anoté dos frases que había pensado al salir de casa. Leí las escritas la tarde anterior. Volví a releer el ‘’20 minutos’’; el paro bajaba, el fútbol volvía, la programación de tv que no cambiaba…Digamos que habían transcurrido unos quince minutos. Tú sabes donde está la estación más cercana a mi casa y dónde queda mi trabajo, es decir, no más de seis minutos. Y entre la señora con pinta de voceras, el senegalés, la chica que no le bajaba la voz al Súper Mario, Sadam Hussein, Ronaldinho y La 2, el tiempo se prolongó hasta los ya dichos quince minutos.
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<BR>No era normal, verdad??...Lo dije a los tres, pero la mujer que vendría del ambulatorio ni me miró, el senegalés dijo:
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<BR>Tranquilo tío.
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<BR>Y la ‘’nintendera’’ no levantó la vista de las dos pantallas de la consola.
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<BR>Ya debería ver la rotonda previa a la entrada subterránea, la de la última parada. Pero nada. Las ventanillas del tren sólo presentaban mi propio reflejo con una eterna oscuridad de fondo. La velocidad se incrementó. Me asusté. Me angustié.
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<BR>Aquí pasa algo. Exclamé.
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<BR>El negro repitió:
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<BR>Tranquilo tío.
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<BR>La mujer seguía adormecida. Y la chica no paraba de coger setas y salvar partidas.
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<BR>Escupí el chicle. Corrí hacia el vagón siguiente; vacío: todos estaban vacíos. Había un sinfín de ellos, cuando ya sabes que no tienen más de cinco o seis. Era un tren interminable, que se había vuelto loco y del que yo no podía salir.
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<BR>Grité, pero el sonido de las vías y las chispas provocado por la tremenda velocidad me silenció. Podía descarrilar de un momento a otro. Corrí de nuevo, esta vez en sentido contrario. Regresé a mi vagón. Seguían mis tres acompañantes en la misma posición. Pasé de ellos. Corrí. Casi me mato en una caída. El tren no tenía fin. No había controlador…Iba a morir. Pero de pronto, el silencio más perturbador que puedas imaginar se adueñó de mis oídos. Como si me hubiese quedado sordo. Se apagaron las luces del interior del Cercanías. Se encendieron las de fuera. El tren sobrevolaba un fondo marino lleno de peces y demás fauna de los océanos, incluidas las orcas que tanto me gustan. Pegué mi nariz al cristal. Abajo, y casi por todos los lados, había más vías y otras clases de trenes.
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<BR>Fue un precioso instante. Un mágico momento que jamás olvidaré y que sé que no te lo vas a creer. El Cercanías por fin se detuvo, curiosamente, en la parada de al lado de mi casa, como si nunca me hubiese movido de allí. Presioné el botón de apertura de puertas, y al salir, un señor me ofreció cerezas
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<BR>Cerezas?
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<BR>Sí, cerezas. Extraño, pero cierto. Uno espera encontrar vendedores de cualquier cosa, pero no de cerezas. Le compré un puñado. Llegué a casa degustándolas. Me di un glamoroso baño con mi libro favorito, mi inseparable cuadernillo, un puro y el agua sonora en mis oídos.
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<BR>Cené y me puse a chatear con ella hasta quedar dormido.
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<BR>Y qué te dijo?
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<BR>Un beso y duerme bien.
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Cercanías lejanas.
Escribe, coge la pluma y pon tu imaginación a en ella.
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