Imágenes y símbolos en la poesía de M.H. Por Sergio Gonzalo Ruiz

Influenciado por los grandes escritores de los Siglos de Oro (Garcilaso, Quevedo, Cervantes, Lope, Calderón, Juan de la Cruz y en especial Góngora), los poetas de la Generación del 27, Pablo Neruda y otros autores, Miguel Hernández cultivó una poesía caracterizada por la exuberancia lingüística, expresada mediante un estilo donde el poeta muestra su propia e intrínseca personalidad, el cual nos deleita en cada composición con un lenguaje riquísimo marcado por un expresivo e ingenioso simbolismo y multitud de profundas y complejas imágenes literarias. Y es que un poema no puede presentarse “desnudo” como el mismo MH afirmó, sino que el poema debe “propagar emociones” y “avivar vidas[1]”.

Para analizar los distintos símbolos de la poesía hernandiana podemos diferenciarlos en conjuntos, teniendo en cuenta la función expresiva de los mismos, es decir, relacionándolos con los estados de ánimo que pretenden reflejar, o considerando el valor real de los términos empleados alegóricamente, para explicar a continuación el sentido figurado.

Es constante en la poesía del autor oriolano la presencia de la naturaleza en todas sus formas. Nos encontramos los cuatro elementos (agua, aire, tierra y fuego) en numerosos poemas, presentando el agua no sólo un mero valor descriptivo, sino indicando también la adversidad, la destrucción o fatalidad. En Elegía primera encontramos el tópico poético que relaciona el agua con el llanto[2]. Encontramos a su vez lo desafortunado en la precipitación en forma de lluvia (Elegía) en el desbordamiento del río Segura en ¡En mi barraquica! y en las bajas temperaturas (¡En mi barraquica!, Sonreídme). La relevancia del aire recae en su movimiento, empleado frecuentemente en sentido figurado. El viento aparece como resonancia histórica, haciendo referencia a los cambios sociales y culturales (Vientos del pueblo[3]), y como expresión de desgracia, infortunio o desdicha (Elegía primera) mostrando fenómenos de la naturaleza desbordada, como huracanes (Vals de los enamorados y unidos hasta siempre[4], Un carnívoro cuchillo, No me conformo, no: me desespero[5]). La importancia de la tierra la encontramos principalmente en Elegía, donde se presenta reiteradamente como lugar que acoge la vida tras la muerte[6], al igual que en El niño yuntero. En los poemas de MH no sólo encontramos la tierra como sepultura, sino también como origen de vida, donde brota la flora, teniendo ésta resonancias amorosas[7] y eróticas, como en el caso del “rojo rosal” en Vals de los enamorados y unidos hasta siempre. La aparición del huerto y la higuera del poeta simbolizan su casa o ambiente familiar (Elegía[8]), aunque la higuera también la encontramos en la obra del poeta como metáfora sexual. Pero la flora también presenta connotaciones negativas, como observamos en Umbrío por la pena y en Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos con el cardo. En definitiva, la tierra es un factor preponderante en la obra hernandiana, por lo que incluso se le ha denominado “poeta de la tierra”. En la obra del poeta también ocupa un lugar importante el fuego, incluyendo en éste el rayo, el sol, el volcán, el relámpago y la hoguera. En Pastoril encontramos el fuego en un plano existencial-amoroso[9] y en Hijo de la luz y de la sombra (III) representa la fuerza vital[10]. El rayo es uno de los símbolos más relevantes en la poesía de MH, manifestándose en uno de sus libros de poemas: El rayo que no cesa. El rayo adquiere dimensiones existenciales en el plano amoroso, actuando como advertencia e indicando la aflicción amorosa y la fatalidad. Aparece en Un carnívoro cuchillo como peligro amoroso, en ¿No cesará este rayo que me habita? donde el poeta identifica el impasible rayo de amor que habita en el interior de su corazón; se trata de un rayo incesante e inagotable, de gran potencia destructora que trata de acabar con el poeta (distinguimos de nuevo la fatalidad amorosa). Relacionado con el amor, también encontramos ciertas connotaciones positivas, como en Besarse, mujer[11]. Además, el rayo actúa como imagen de la violencia, como observamos en Sonreídme[12], Elegía[13] y Vals de los enamorados y unidos hasta siempre[14]. Otras formas de expresar este fuego con el mismo significado de rayo es en forma de fragua u hoguera (ambas en ¿No cesará este rayo que me habita?). Por último es conveniente diferenciar entre los rayos de la tormenta y los provenientes del Sol, pues la interpretación varía en cada uno de ellos. El Sol aparece como imagen positiva y concreta de la naturaleza (El sol, la rosa y el niño, Pastoril[15], Leyendo) y en el plano existencial-amoroso como escenario del amor (Besarse, mujer[16]).

El astro más importante en la poesía hernandiana es, por antonomasia, la Luna. Aparece en contexto amoroso, indicando fortuna y feminidad (Hijo de la sombra); como metáfora de la luz (Ibíd.). En Hijo de la luz y de la sombra (III) simboliza la fecundidad, al igual que en Nanas de la cebolla. Pero además de la positividad que se asocia a la Luna, MH nos muestra otra faceta de la misma: la de la fatalidad y el paso del tiempo, apareciendo la Luna como noche y muerte, y destacando su oposición con el Sol (Aceituneros y Besarse, mujer[17]). En el plano amoroso también indica adversidad en el amar (Vals de los enamorados y unidos hasta siempre[18]). Sin embargo, donde encontramos en mayor medida la presencia de la luna es en la cantidad ingente de metáforas que emplea el autor, todas ellas de carácter objetual al identificar la forma de la luna con la de otros objetos (Palmera, Noria, Toro). Es en Horno y Luna donde aparece el sintagma “perito en lunas”, mediante el cual MH expresaba el deseo de ser poeta, declarándose experto (“perito”) en la naturaleza y, en especial, en la luna.

Entre los símbolos más representativos del poeta en relación con la naturaleza, tienen gran importancia los animales a los que hace referencia. El toro puede ser considerado símbolo arquetípico en MH. En su interpretación es conveniente diferenciar entre el toro en la plaza, el cual indica el destino trágico del mismo, y el toro en libertad, simbolizando la virilidad. El primero lo observamos en Como el toro he nacido para el luto[19]Por una senda van los hortelanos[20]. El buey, como si se tratase de un toro castrado, representa a los oprimidos, a los que se han dejado someter por el resto (en Vientos del pueblo[21]). (relacionado con la pesadumbre amorosa), y el segundo en

En la poesía de MH hay constantes referencias a diversas zonas del cuerpo. El corazón aparece como centro del mundo amoroso-existencial, frecuentemente en un estado en el que el poeta quiere transmitir nostalgia o aflicción amorosa. El término aparece en poemas como Un carnívoro cuchillo[22], ¿No cesará este rayo que me habita?[23], Elegía[24], Elegía primera[25], Canción del esposo soldado[26], Hijo de la sombra[27], Hijo de la luz[28] y Antes del odio[29]. Mas observamos en Vientos del pueblo que el corazón también aparece con resonancias históricas en la obra del poeta[30]. Otro habitual símbolo corporal en MH es el de la boca, que puede indicar el amor ausente, como en Canción del esposo soldado[31] y La boca[32], apareciendo también con connotaciones eróticas (en Te me mueres de casta y de sencilla[33]). En cuanto a las manos, encontramos significados opuestos. Por un lado el poeta expresa mediante éstas el erotismo (en Canción del esposo soldado[34]), y por otro el autor convierte las manos en garras, simbolizando éstas odio y destrucción (Canción primera[35]). El autor hace, a su vez, frecuentes alusiones a los ojos, los cuales aparecen en todo momento con connotaciones positivas en un mundo amoroso-existencial (en Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos[36]). Por último, otra de las metáforas corporales más representativas es la del vientre, que aparece como símbolo de la maternidad, fecundidad y protección (en Hijo de la luz y de la sombra[37] y en Menos tu vientre[38]).

Como referencia última a los símbolos, es necesario diferenciar el enorme contraste entre la luz y la sombra en multitud de poemas del autor. La luz aparece como esperanza, vida, esplendor, mientras que la sombra adquiere significados totalmente opuestos. Este aspecto lo observamos en Elegía primera[39] y en Eterna sombra, el cual finaliza con un mensaje esperanzador:

“Pero hay un rayo de sol en la lucha

que siempre deja la sombra vencida”.

A lo largo del trabajo hemos analizado los principales símbolos presentes en la poesía de Miguel Hernández. Sería interesante estudiar otros, como el beso (reflejo de la relación amorosa), la herida, la importancia de los colores y ciertas cualidades como la pureza y la altura, mas debido a la duración de la presentación no ha sido posible y nos hemos remitido a los símbolos más representativos.

Entre la infinidad de figuras literarias empleadas por el poeta oriolano, destaca la metáfora, la reiteración, la hipérbole, el polisíndeton, la personificación y animalización. Se habla de un estilo neogongorista debido a su extremado virtuosismo verbal y a la complejidad de sus abundantes metáforas[40]. Todas ellas hacen de MH un poeta “de metáfora”, el cual plasma en su poesía multitud de motivos de carácter profundo para expresar sus tres heridas (amor, vida y muerte), que en ocasiones resultan inaccesibles para el lector debido a su complejidad. Es esto lo que llevó a Gerardo Diego a afirmar que sus composiciones son realmente “acertijos poéticos”, los cuales deben ser descifrados por el lector.



[1] “El poema no puede presentársenos venus o desnudo. Los poemas desnudos son la anatomía de los poemas, ¿y habrá algo más horrible que un esqueleto? Guardad, poetas, el secreto del poema: esfinge. Que sepan arrancárselo como una coraza. […] Salvo en el caso de la poesía profética en que todo ha de ser claridad -porque no se trata de ilustrar sensaciones, de solear cerebros con el relámpago de la imagen de talla, sino de propagar emociones, de avivar vidas-, guardaos, poetas, de dar frutos sin piel, mares sin sal.” Cabe destacar que esta concepción del poema se corresponde con la etapa primeriza del autor.

[2] ”Llorar dentro de un pozo,/ en la misma raíz desconsolada/ del agua, del sollozo,/ del corazón quisiera”

[3] “Vientos del pueblo me llevan,/ vientos del pueblo me arrastran,/ me esparcen el corazón/ y me aventan la garganta”.

[4] “Huracanes quisieron/ con rencor separarlos”.

[5] “No me conformo, no: me desespero/ como si fuera un huracán de lava”.

[6] “Quiero escarbar la tierra con los dientes,/ quiero apartar la tierra parte a parte/ a dentelladas secas y calientes./ Quiero minar la tierra hasta encontrarte…”

[7] El sol, la rosa y el niño.

[8] “Volverás a mi huerto y a mi higuera”.

[9] “Decía que me quería/ tu boca de fuego llena”.

[10] “Los muertos, con un fuego congelado que abrasa,/ laten junto a los vivos de una manera terca”.

[11] “Ascienden los labios,/ eléctricamente/ vibrantes de rayos”.

[12] “En vuestros puños quiero ver rayos contrayéndose” (estando a su vez presente la referencia histórica e ideológica).

[13] “En mis manos levanto una tormenta/ de piedras, rayos y hachas estridentes/ sedienta de catástrofes y hambrienta”.

[14] “Y las hachas tajantes/ y los rígidos rayos”.

[15] “astro rubio”.

[16] “Besarse, mujer,/ al sol, es besarnos/ en toda la vida”.

[17] “Besarse a la luna,/ mujer, es besarnos/ en toda la muerte” (fuerte contraste con versos anteriores).

[18] “Perseguidos, hundidos/ por un gran desamparo/ de recuerdos y lunas,/ de noviembres y marzos”.

[19] “Como el toro he nacido para el luto/ y el dolor, como el toro estoy marcado/ por un hierro infernal en el costado/ y por varón en la ingle con un fruto”.

[20] “Bajo su frente trágica y tremenda,/ un toro solo en la ribera llora/ olvidando que es toro y masculino”.

[21] “Los bueyes doblan la frente,/ imponentemente mansa,/ delante de los castigos”.

[22] “Mi sien, florido balcón/ de mis edades tempranas,/ negra está, y mi corazón,/ y mi corazón, con canas.”

[23] “¿No cesará este rayo que me habita/ el corazón de exasperadas fieras/ y de fraguas coléricas y herreras/  donde el metal más fresco se marchita?/ ¿No cesará esta terca estalactita/ de cultivar sus duras cabelleras/ como espadas y rígidas hogueras/ hacia mi corazón que muge y grita?”.

[24] “Tu corazón, ya terciopelo ajado…”

[25] “El corazón se me desgarra/despacio, y despaciosa y negramente/ vuelvo a llorar al pie de una guitarra.”

[26] “Tu corazón y el mío naufragarán, quedando/ una mujer y un hombre gastados por los besos”.

[27] “Forjado por el día, mi corazón que quema/ lleva su gran pisada de sol adonde quieres”.

[28] “Hablo y el corazón me sale en el aliento./ Si no hablara, lo mucho que quiero me ahogaría”.

[29] “Dolor con dolor,/ por haberme enamorado,/ corazón sin corazón”.

[30] “Vientos del pueblo me llevan,/ vientos del pueblo me arrastran,/ me esparcen el corazón/ y me aventan la garganta”.

[31] “Cuando junto a los campos de combate te piensa/ mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,/ te acercas hacia mí como una boca inmensa/ de hambrienta dentadura”.

[32] “Boca que arrastra mi boca,/ boca que me has arrastrado,/ boca que vienes de lejos/ a iluminarme de rayos”.

[33] “Y sin dormir estás, celosamente,/ vigilando mi boca, ¡con qué cuido!/ para que no se vicie y se desmande”.

[34] “Y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo/ cosida por tu mano”.

[35] “Garras que revestía de suavidad y flores,/ pero que, al fin, desnuda/ en toda su crueldad./ Crepitan en mis manos./ Aparta de ellas, hijo./ Estoy dispuesto a hundirlas,/ dispuesto a proyectarlas/ sobre tu carne leve”.

[36] “Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos,/ que son dos hormigueros solitarios”.

[37] En Hijo de la luz: “Y el sol nace en tu vientre donde encontró su nido”.

En Hijo de la luz y de la sombra (III): “Caudalosa mujer, en tu vientre me entierro./ Tu caudaloso vientre será mi sepultura”.

[38] “Menos tu vientre,/ todo inseguro,/ todo postrero,/ polvo sin mundo./ Menos tu vientre,/ todo es oscuro”.

[39]El sol pudre la sangre, la cubre de asechanzas/ y hace brotar la sombra más sombría”.

[40] <https://comunidad-escolar.cnice.mec.es/documentos/hernandez/hernandez3.html> (11/1/2010)

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