CORAZONES ABIERTOS
Las horas avanzan con mayor rapidez que los meses y días precedentes. Hoy 15 de septiembre de 2003 será el día más feliz de mí vida. ¿La abrazaré y la besaré como si la hubiera conocido de toda la vida?
Escucho el sonido de la aeronave. Sudo copiosamente. Las manos me tiemblan y humedecen. Los primeros pasajeros llegan al salón de espera. Me busca con la mirada desde lejos. Nos miramos unos segundos a distancia. Ahora me parece que el tiempo se ha detenido. Ella sonríe. La misma sonrisa de las fotos que en todos estos meses me acompañan. Viste elegantemente. Trae el pelo suelto. Le roza armoniosamente sus hombros. El largo viaje no ha mellado su imagen.
El latir de mi corazón es más intenso. Está a sólo unos metros de mí y me parece una gran distancia, como si una barrera se interpusiera entre nosotros. Como ese mágico espacio de cristal que solo nos permitía soñar y nos impedía fundirnos en un abrazo. “Es la emoción”. Nos miramos unos segundos. A ambos lados de nosotros, con pasos rápidos, transitan decenas de personas y los pasajeros del avión recién llegado.
Sin decirnos ni una sola palabra nos abrazamos. Me imagino que estamos solos. Deseo decirle que la amo, que había añorado este momento, pero de mis labios no brota ni una sola frase.
—Me parece como si te conociera de toda la vida —le digo con nerviosismo.
—A mí me sucede lo mismo.
Le tomo la mano y aprieto con ternura. Tiene la piel suave y delicada como el pétalo de una flor. Contemplo la expresión de su rostro. Ella también está nerviosa. Disimula su rubor. Está ocurriendo lo que tanto habíamos soñado. Comenzamos una vida nueva.
— ¿Sabes? El sueño de mi adolescencia, el ideal que he venido buscando desde mi juventud, lo he descubierto ahora. Estoy segura. Hoy estoy más segura.
— No hay otra alternativa que ignorar el tiempo transcurrido e iniciar un camino nuevo. Ese siempre ha sido mi pensamiento después que te conocí.
Desperté de ese dormir profundo con el fuego de la sangre de ella, con el fuego de mi sangre, con el fuego de nuestras pasiones que se habían acumulado durante más de seis meses de espera intensa.
Cada día parecía que podría ser la última vez que nos entregábamos. No nos preocupábamos en el mañana, sino en el hoy.