Queridos amigos, otra
vez he sido designada de manera extraoficial como cronista de la
cena. Me encanta este cometido por varias razones, una de ellas
porque es una forma eficaz de luchar contra mi despiste habitual y
me obliga a estar pendiente de los pequeños detalles.
Pues bien, esta vez no me equivoqué de hora y
llegué con una puntualidad tan exacerbada que me hallé más sola que
la una. Previamente, me había encontrado a la puerta del hotel con
Haddas y familia y con Zynnia, aún vestidas “de paisano” y allí las
chicas nos hicimos unas fotitos muy divertidas en pose de “Ángeles
de Charlie”.
Subimos a nuestras habitaciones a ponernos de
tiros largos y yo, exagerando la nota británica, me presenté en un
salón solitario. No exactamente, pues allí estaban Lady Ardid –la copresentadora, monísima, como siempre- repasando el guión y Alty,
comprobando el equipo de sonido. Me dijo que seguía con el baile de
salón, así que no es raro que lo veamos en algún programa televisivo
como “amateur”.
Me dediqué a “tustusear” (husmear, en mi argot)
entre las etiquetas de prender a las vestimentas con los nombres de
los asistentes y comprobé que la mayor parte me eran desconocidos.
Había una gran cantidad de finalistas y diversas personalidades de
la vida cultural y política de la Región, pero de los habituales del
canal, ni los rabos. Yo comprendo
las dificultades de desplazamiento hasta una localidad tan
excéntrica (dicho en sentido geográfico) –a mí me viene de
maravilla, pero entiendo a los demás- así que figuraos mi alegría
cuando reconocí a los poquitos nombres de otros años y a los que se
habían incorporado en esta edición.
Por supuesto, Chinitoti, con la que compartí
mesa (está mucho más delgada y juvenil, con un vestido estampado),
su hermana Elvira (a la que yo llamo “Shirley McLaine”) , pantalón
blanco, sweter y sandalias color coral, Miguel Ángel, el otro
webmaster (también más delgado), y yo, que me he quedado como uno de
los bastones de Antonio Gala, con mi habitual estilo sobrio, de
negro, pero sin mangas y con el cuello bordeado por la piel del
difunto hámster de Karelia_.
Nassiriya, a mi izquierda en la mesa, ha
conseguido una proeza, dejar de fumar y desprenderse también de la
mayoría de los kilos que habitualmente se toman por la ansiedad que
genera la nicotina. Iba con un vestido “palabra de honor”, corto y
con vuelo, a rayas en discretos tonos grisáceos y una chaquetita
gris lisa a juego y su preciosa melena rubia, tan agradable como
siempre.
Yo creo que con los kilos que allí se habían
perdido este año, se podía haber reconstruido medio canal, so
zorronglones.
Rilke_R, acompañada de una amiga
simpatiquísima, y yo nos dimos a conocer y comprobamos que nos
caímos de maravilla. Como ella es tan reacia a desvelar su
privacidad, omito su descripción. Algún malpensado puede creer que
lo hago porque no hay nada hermoso que describir pero, parafraseando
a Hamlet en su diálogo con Horace diré que “hay más cosas en el
cielo y en la tierra de la que enseña tu filosofía, Donpablo”.
Este año había cambiado la disposición de las
mesas y la compartí con Trinifu –copresentadora del acto- vestida
con un dos piezas de un blanco roto (para los hombres: dícese del
“blanco roto” el color ligeramente menos blanco que el blanco puro,
que es designado como “blanco óptico”) y con un favorecedor corte de
pelo, rubio y con mechas, y su marido –medio paisano mío- muy
elegante con un traje y una camisa nada convencional, de estilo
bohemio. También estaba Zynnia, belleza morena de grandes y
expresivos ojos oscuros. Resultó que por esos azares de la vida
tenemos en Madrid una amiga común.
Contábamos con dos finalistas: el del relato
“dedicado a todas las Lucías del mundo” (“cucha” tú qué casualidad);
el futuro ganador de Poesías sin rostro y finalista del Salzillo;
Rubén, el coreógrafo, con otro par de chicos con cuerpo de salsa.
Como los méritos literarios y artísticos de todo este elemento
juvenil que teníamos enfrente son de sobra conocidos, os diré que
también fue un placer visual y no añado nada más.
De las otras mesas destacaré a Haddas, de
pantalón negro, top de fantasía y echarpe de red, su marido Branchi
(con su aspecto tan distinguido y atlético) y su hijo Branchi Jr.
que es el futuro yerno que todas las madres de hijas casaderas
quisieran tener, y tampoco añado nada más. Daniele, el pequeño, ya
es tan alto como su hermano y sigue desarrollando ese talento tan
especial en todo lo intelectual.
Tirano iba muy elegante; su mujer, guapísima
con un vestidito de tirantes negro con bordados muy vistosos en
colores y su melena rizada cobrizo oscuro. Esta vez los acompañó su
hija, mi tocaya, una dulce adolescente que ya apunta maneras de
futuro bellezón.
A la entrega de los premios acudieron Madrigal
y Khala, su mujer, con su hermosura racial de siempre, con un
vestido blanco de tirantes y alegre estampado floral. Primero la
saludé a ella y nos alegramos mucho de vernos otra vez. Y aquí viene
mi inevitable metedura de pata. Me acerco a un señor que confundí
con Madrigal (por uno de esos lapsus mentales míos, habituales en
mis mundos de Yuppy) y le estampo dos besos. Me vuelvo y diviso al
auténtico. Así que volví a la mesa a dar explicaciones a ese señor
desconocido y a su pareja, que se quedarían de una pieza.
Cada uno de los galardonados hizo un breve
discursito de agradecimiento, pero nada de frases hechas, sino
mostrando un ingenio que avalaba su merecido premio.
Y ahora llego a la Posadas: alta, estilosa,
nada engolada, pantalón blanco pesquero que se le ceñía divinamente,
top de sisas americanas con estampado ligeramente atigrado y un
echarpe semitransparente que dejaba caer con negligencia. (¿A qué lo
de la “negligencia” recuerda con vaguedad a descripción de Óscar
Wilde?). Se unió al bailoteo y no desentonó de la coreografía, lo
que prueba que la había visto con interés y es una señora que sabe
estar y adaptarse a las circunstancias. Todo lo demás es envidia.
Yo me quedé charlando con Tirano y Rilke, que
somos de temperamento más reposado, y a la una y media de la
madrugada me retiré a mis aposentos, dejando al resto disfrutando de
la velada.
Supongo que hubo más anécdotas, pero esto es
todo lo que desde mi óptica puedo reseñar. Solamente agradecer el
cariño con el que me acogieron los ya conocidos y a los que tuve el
placer de ver por vez primera, desear que haya más ocasiones de
volver a encontrarnos y que os animéis a asistir los más reacios. Es
imposible volver a discutir con quien se ha degustado una cena tan
exquisita, una conversación tan agradable y una noche en la que con
personas que apenas se ven en la realidad se han compartido tantos
momentos a través de una pantalla.
Muchos besos para todos.
Arizae
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