Diego Jesús Jiménez participó en la primera sesión del ciclo ‘5 poetas otoño’ que se celebra en la Facultad de Humanidades hasta el 29 de noviembre. Premio Adonais y Nacional de Poesía, entre otros distinguidos galardones, el maestro conversa con los lectores de El Día.
—Numerosos poetas cuentan de sus inicios poéticos que no fue tanto buscar la poesía como que ésta los encontrara a ellos. ¿Qué tiene de inevitable la poesía? ¿Cómo se produjo en su caso ese encuentro?
—En un principio empiezas a escribir por que la gente te quiera, te admire, estas cosas que son inmediatamente olvidadas cuando te das cuenta de que la escritura es otra cosa y que no se trata de eso; quieres expresar alguna emoción que permanezca un poco en el tiempo y, entonces, escribes y es algo inevitable. No se escribe adrede un poema sino que llega un momento en el que se dan ciertas condiciones con las que notas que quieres expresar algo con intención de que permanezca en el tiempo, y comienzas a escribirlo. Yo he tenido la impresión de ser, en cierto modo, ‘medium’ entre lo que se llama poesía y el papel en blanco. Tengo a veces esa sensación de estar entre las dos cosas.
—La palabra es la herramienta, la base de las construcciones literarias. ¿Cómo hay que acercarse a ella?
—El poeta lo que necesita son palabras vividas, no cualquier palabra, Las palabras deben ser palabras vividas por ti. Me ha sucedido un caso muy curioso con un poema que estoy haciendo de mi época de Barcelona. Hay un momento en que necesito palabras catalanas… manda la cosa narices.
—¿Porque es el contexto lingüístico en que vivió aquella experiencia?
—¡Claro! Porque ese sonido no me lo da otra cosa que aquella palabra. Necesitas tus palabras, esas con las que has convivido. Somos lenguaje, no somos otra cosa, y aquello que tú eres es lo que surge luego en el poema: la palabra, el vocabulario, las imágenes en las que tú consistes. Muchas veces no eres consciente de esto hasta que no sucede el poema.
—Tanto en su poética como en el principio de esta conversación ha hecho usted mención al tiempo y la perdurabilidad. ¿Cómo una lucha contra la fugacidad el mismo tiempo?
—Vamos a ver… vamos a desaparecer todos, esto… es relativo; puedes durar unos años más después de tu muerte porque alguien lea el poema y le gusta, pero nada más, eso se acabará. Llegará un momento en que ni poesía ni historia; según vamos en el mundo en que estamos…
—¿Cree usted que la poesía está abocada a la muerte? Es que si esto es así, ya lleva con los estertores…
—Sí, claro, lleva siglos. Tal vez se explique porque el lector es también creador. Todo aquello que escribimos atraviesa el centro de la memoria, del mundo y las cosas que cada uno tiene. Y crea. Puede hacer una lectura muy similar a la de otra persona, pero difieren. La lectura es siempre un acto muy personal. Al arte se asiste; si el arte no dijera todo lo mismo, lo podríamos contar: podríamos contar el llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías… y eso es un disparate. Podríamos contar las Meninas de Velázquez, o la música… una sinfonía de Beethoven… nos tomarían por locos. El arte nos va a decir siempre algo muy personal porque es nuestra la lectura que estamos haciendo del texto y nos capacita para volver a imaginarlo.
—Dice que el lector, al leer el texto, se hace dueño del poema, lo vivifica y vuelve a crear. ¿Cómo animar a quienes no tienen hábito de lectura poética, a los jóvenes que tienen por descubrir la poesía?
—Hay que leer. Hay que leer mucho. En alguna ocasión me comentan los profesores: «estos chicos es que no leen». Yo les respondo «hazles escribir». Cuanto tengan que expresar algo y vean en el mundo en que se meten escribiendo quizá les dé por mirar algo. Yo creo que es bueno escribir para aficionar a la lectura. Si yo fuera profesor pondría redacciones todos los días.
— ¿Cómo valora la salud poética en España, especialmente la de las generaciones posteriores a la suya?
—Hay muchos poetas muy buenos y muy distintos. Mediáticamente, aparecen siempre los mismos nombres, no sé por qué razón; al pobre Antonio Gamoneda lo han descubierto hace diez años más o menos; no sabía nadie quién era. Me gusta mucho Carlos Mestre, creo que es un poeta magnífico; Vicente Valero también me gusta; Julio Martínez Mesanza. El mismo García Montero tiene algunos poemas que están bien. Carlos (Marzal).
— Escritores jóvenes ¿qué recomendaciones podría darles?
—El verdadero poeta lo que hace es intentar extraer la poesía de la realidad, no verter poesía sobre la realidad porque lo que se hace es una poesía literaria. Hay que mirar la vida con ojo poético. Embadurnar con poesía la realidad es muy fácil, lo hace cualquiera con lecturas y un poco de sensibilidad. El camino contrario, extraer poesía de la realidad es lo complicado. Además, no hay que tener ninguna prisa en publicar; ninguna. Hombre, yo publiqué un libro y a los catorce años publiqué otro; esto ya es demasiado, pero no hay que tener prisa. Decía Pepe Hierro en una ocasión – y tenía toda la razón – que el libro, cuando está terminado, si lo guardas y lo publicas después, envejece, el libro ya no es el mismo. Si lo publicas no pasa nada pero si lo guardas en tu casa y se nota que es de otro tiempo. Pero no hay que tener ninguna prisa.
Ricardo Pérez Hernández
(Publicado en El Día de Albacete)
Foto: ©ricardoperez.wordpress.com