Inmensas praderas se extienden ante ti
con patas viejas y duras caminas sobre piedras.
El viento despeina tu milenario pelaje
y te observamos
tratando de imitar cómo te fundes con el cielo
y eres uno con el correr del río,
como eres tan fuerte e inamovible
cual tronco vivo.
Tus ojos hablan del tiempo y las verdades
cubiertos por espesas pestañas
tan oscuras como la noche
que te envuelve en su infinito titilar.
Y trato de no verme para que no te vayas
y trato de entenderte pero no lo logro,
de tu espíritu benigno recibo
sabiduría innegable,
y al cerrar los ojos me llevas a viajar sobre
tu ancho lomo
recorriendo el mundo en un segundo
y saboreando la verdad universal
de que todos somos uno.