Si en la quietud de la tarde
se agitan tus cabellos,
es soplo de mi voz que te invoca.
Si un súbito ardor abrasa
tu mejilla helada,
es ala de mi beso que te roza.
Si en el agua contemplas
el ahogo de tu cintura,
son mis manos naufragas
aferrándose a tu cuerpo.
Y si en la noche despiertas
y me nombras,
es fulgor de este amor imposible
palpitante en nuestros corazones.