Camíname,
íntegro,
pulga endemoniada,
cosquillas hazme.
Recorre acantilados y montes,
zanjas ocultas
y protuberancias
sin disimular
aún,
en un paisaje
sin puntos cardinales conocidos,
que se revuelca
en vano,
en un oasis
que carece
de palmeras y de prados.
Huye
raudamente
de los manotazos
que amoratan las conquistas
de tus pasos extraviados,
de los golpes
que asesinan tu cosquilleo monocorde,
de aquellos
que el correr inconcluso,
a cada rato,
te apresuran.
Escóndete,
de los desinfectantes
y de los polvos que dicen
atenuarme
la urticaria.
Huye
de los rasguños que me laceran
la epidermis,
en el empeño de encerrarte
en una cárcel
inaudita,
hecha de uñas
ensartadas
y de ignotas huellas digitales.