Una noche enceguecedora y predestinada,
Revelándote de un color majestuoso (Tu),
La mujer de luto y cuan despacioso,
Sirviendo copas, con la mano levantada.
Noble y esbelta al margen de otra cultura,
Donde yo bebía en su mirada claro-oscura,
Como un cielo turbio que nos prepara,
Para la lluvia tardía, embriagues que tortura.
Después de un par de palabras, mas nada,
Tal vez una que otra palabra se intuya (y sonría),
Hasta desaparecer en las sombras con ternura, cual hada.
Ahora muy lejos o muy tarde, quizá nunca,
No sé como más hallarte ni por donde,
Aquí sabiendo que te llamas ¡Yaiza!
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