Desde que te encontré, tengo el empeño
de rendirme a tu afán intransigente,
pues tu pantalla es dueña de mi mente
y tus heridas me hacen más pequeño.
Desde que abrí la ventana a mis sueños,
la niñez se ha enredado entre mis dientes,
y los nombres se agolpan impacientes
en esta agenda de miedos sin dueño.
Ya no me recuerdo antes de esta empresa
y temo acabar, para ser sincero,
el día con esta noche que cesa.
Mas es deseo de todo viajero
arropar su desnudez con sorpresas,
así que enciendo el monitor y espero.