La inmunidad del verso infantil y primerizo,
ha guiado mi mano
por este año desértico y velado,
hasta llegar a esta orilla, quien sabe si procelosa…
finalmente hermosa,
que sabe a pan integral,
a máquina de escribir,
a diario de a pie, a vórtice,
a nebulosa.
No tengo principio para esta mañana,
pero me encuentro consciente
en este intervalo de tiempo,
rumiando
la hierba de los días,
cruzando mare tranquilitatis
con alas de Ícaro enfermo, de sur
a norte,
cogiéndole el gusto
al tacto de la vida.
Camino bien acompañado
en este bosque de cristal.