Icono del sitio IV Certamen Poemas sin Rostro

4-Epílogo. Por Inés Bellver

Una a una rompí, ensañándome acaso,

las hojas ligeramente sepias de aquella finada fábula.

Ante mí quedaron trizas inanimadas,

como pétalos arrancados a una rosa marfileña:

Aquel beso morosamente delineado,

con el carmín de mis labios y el fuego de tu boca;

aquellas caricias fieramente fugitivas,

el deseo desarbolado, la ternura inquieta;

asoleadas tardes que se nos escapaban de la piel,

pese a nuestro afán de eternizarlas;

eternas noches extrañándonos;

auroras encandiladas,

días huecos de no encontrarnos o pletóricos,

en que el amor nos enlazaba con su seda.

 

Luego llegó el terrible epílogo y, de su mano,

el fragante olvido.

No hubo lágrimas durante la incruenta inmolación;

se habían agotado en la extraña travesía.

 

Una sonrisa demorada fue ese día mi compañera.

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