Con emoción aún puedo recordar
y hasta el último detalle describir
su pelo, sus ojos y su forma de mirar
al observarla pasear
si eso es lo correcto de decir.
Porque aquello no fue una observación
¡No! Aquello fue una contemplación
que produjo en mí una extraña sensación
de placer e inquietud al mismo son.
Mi cuerpo apenas reaccionaba,
tan sólo dos órganos se movían,
aunque con eso me bastaba
y nada más necesitaba,
pues eran mis ojos que la seguían.
Con tan solo su bello rostro contemplar
voló mi espíritu alocado y sin saciar
y mi alma y corazón pudieron experimentar
aquel placer tan difícil de explicar.
Tan intenso era aquel placer
que no tuve más remedio que permitir
a mi alma y mi corazón pertenecer
para siempre a la mujer
a la que no me logro resistir
Y así aún hoy yacen pegados
a su alma y corazón van solapados
y tan y tan fuertemente apretados
como sólo se aprietan los enamorados.
Nunca tuve duda alguna de estar enamorado
Si cupido lo quería, ¿Qué podía yo hacer?
¡Cómo puede dejarte el corazón flechado
con pulso tan intenso y exagerado
alguien a quién aún no has podido conocer!
Pero por más difícil que parezca
no encuentro otra razón que establezca
explicación para que mi rostro enrojezca
cada vez que ella en mi mente aparezca.
Y es que recordar su gesto desenfadado
y su forma tan sencilla y elegante
hacen que aunque parezca un alocado,
algo a lo que no estoy acostumbrado,
piense siempre en ella en todo instante
¡Dichosas las manos que acaricien su piel!
¡Qué suerte aquél que saboree su miel!
¡Afortunado aquél a quién prometa ser fiel!
¡Bienaventurado yo, si algún día soy él!
Y aún hoy miro al cielo y le pido
que en un sueño no puede quedar
que des del flechazo de cupido
dueña de mi corazón siempre ha sido
y la necesito más que al respirar.
¡Que no quede en un sueño el júbilo despertado!
¡Que no quede en un sueño este amor desenfrenado!
¡Que no quede en un sueño todo lo que he soñado!
¡Que no quede en un sueño el morir a su lado!