Piel resquebrajada como hielo fino
por recuerdos que nunca existieron
Incisivos temblorosos, muertos de frío
famélicos de no besar
Rodillas desgastadas de suplicar al cielo
para recibir el relámpago del olvido
Dedos ciegos de buscar en un vacío
Acabó la fiesta antes de mandar las invitaciones
sin música ni pastel,
con bengalas de desamparo y sonata y fuga
en do mayor de pecho sangrante
Recorro la ciudad de luces titilantes
desde la altura de una perra callejera abandonada
sin collar antiparasitario, sin pulgas tan siquiera
invadida por la ausencia
tanto más omnipresente cuanto más duele
No queda un resquicio donde esconderse:
la soledad es eternamente