En la antigua Roma tener «auctoritas» era, más que un reconocimiento al poder de una persona, el sello que certificaba su prestigio, su crédito profesional y moral, su experiencia y sabiduría. «Auctoritas» se contrapone a veces con «potestas», un ejercicio de poder impuesto, aun cuando sea de manera consentida y provisional. Verbigracia: un viejo, culto y prudente senador romano gozaría de «auctoritas», mientras un tiranuelo en las fronteras del Imperio ejercería su «potestas» hasta un minuto antes de ser asesinado. La palabra «autoridad» procede del latín «auctoritas» y una de sus acepciones dice que autoridad es el prestigio y crédito que se reconoce a una persona o institución por su legitimidad o por su calidad y competencia en alguna materia. Los profesores, que realizan uno de los trabajos más imprescindibles, menos valorados y más valiosos de cualquier sociedad, hace mucho que fueron despojados de su «auctoritas» en España y declarados convictos de nuestra ancestral carencia de cultura democrática, con su consecuente sobredosis de estupidez social, ésa misma que pregona a pancarta limpia que nadie es más que nadie, que nadie sabe más que nadie y que nadie manda sobre nadie (en cierto modo, hemos llegado a una especie de perfección pseudo-democrática que, en su cenit, ha pegado el gran petardazo de un ridículo alimentado por nuestra secular falta de costumbre en el ejercicio de la libertad). No quiero caer en la vana y burda tentación de asegurar que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero antaño los padres de los escolares no solían cuestionar la «auctoritas» de un profesor salvo en casos flagrantes y extremos, mientras hoy abundan las agresiones de padres y alumnos a unos profesores mayoritariamente acobardados, desmotivados y con un índice escalofriante de bajas por depresión. El gobierno de la Comunidad de Madrid ha promovido una loable Ley de Autoridad del Profesor, que pretende otorgar la condición de «autoridad pública» a los docentes de educación primaria y secundaria. O sea: añadiéndoles oficialmente unas gotas de «potestas», conseguir que aumente su «auctoritas». (Suspiro. Ilusión…).
Ángela VALLVEY
Fuente:La Razón.es 29-11-09