Microtextos a concurso en el Premio Especial 2009
Esas cortinas recogidas con primor, esa puerta cerrada, pintada de un rosa desvaído sólo pueden pertenecer a una vieja dama venida a menos que se refugia en su pasado teñido de rosa para no ver el presente gris, la soledad, el desamor y la pobreza, para no ver las grietas de la pared formando conjunto con los surcos de su cara. Sus manos delicadas cortaron rosas del jardín, ahora descuidado. La dama cierra los ojos porque no quiere ver la sombra que traspasó la puerta, no quiere escuchar la voz que la llama, ni oler el perfume de nardos, tan familiar, pero su piel siente el roce de unos dedos y abre los ojos.
Entonces lo ve. Es él, él, su amor que la esperaba desde hacía veinte años y le sonríe. La dama se levanta del ajado sillón donde dormitaba y una nube rosada los envuelve a los dos.
María del Carmen Guzmán
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