Las letras. Por Miguel de Asén

  Ya no entiendo ni mi letra, Son filas de hormiguitas Que con tantas patitas no saben correr.   La “a” es oronda y chapadita, Tiene una alfombra que la lleva a casita.   La “b” es alta y delgada, Aunque lleva el buche Como embarazada.   La “c” es corte de láminas, Corta acentos, corta comas, Y las deja para comer.   La “d” está reclinada, De rodillas, De dar dadivas a Dios.   La “e” es una cara riéndose.   La “f” es una serpiente hipnotizada Por un fakir.   La “g” es una percha para colgar algo…. Leer más

Poema del adiós. Por Marcelo Galliano

Hoy voy a despedirme. Como todas las cosas decir adiós conlleva su tiempo y su ritual, sabrás que en primavera florecen nuevas rosas, hay otras más tempranas… pero prosperan mal. Por eso me he tomado yo el tiempo necesario para decirte todo lo que pueda doler, y lo que ahora no diga será un vano rosario de cuentas y secretos que nadie va a creer. Adiós, entonces, dama… delicada y paciente, adiós hembra de noches de acalorado amar, ambas llevo en el alma, y ambas llevo en mi frente, y esas dos fueron una difícil de explicar. No creas que… Leer más

Marta, la lagarta. Por José Fernández Belmonte

Lo bueno de mi casa es que las mascotas me están saliendo gratis. A la comunidad de salamaquesas que tengo adoptadas, que capitanea Teresa, ahora se ha unido Marta, la lagarta, que vive a los pies de una falsa platanera y, de vez en cuando, pulula por el jardín en busca de algún insecto o bicharraco que llevarse a la boca. Por las mañanas, bien temprano, gusta de tomar el sol sobre el suelo de piedra negra y, de ese modo, calienta su alargado cuerpecito de sangre fría. Al contrario de lo que pudiera parecer, no le asusta que me… Leer más

MISTERIO GALÉNICO. Por Rafael Borrás Aviñó

En cuanto hubo aliviado el urgente requerimiento de la próstata, don Atilano Rocamora se aprestó a comenzar la jornada del lunes. Puntual, como cada mañana: a las nueve y quince minutos. Escogió una llave enganchada en la leontina que colgaba de unos tirantes combados por la barriga obispal. Con ella le dio cuatro vueltas al cerrojo de la puerta. Cuando encendió la luz, el desconcierto le puso los ojos como huevos de paloma. —Pero…, pero… ¿Qué es esto…? ¡Por todos los demonios del infierno! En la pared, su bisabuelo, el primer Atilano Rocamora, le miraba serenamente desde un óleo en… Leer más