Microtextos a concurso en el Premio Especial 2009
Mi historia va sobre una llave, una llave muy especial con alma y vida propias.
Mi bisabuela siempre se defendió sola y nadie pudo sonsacarla jamás lo que pasó con su marido, novio o amante, nunca soltó prenda al respecto.
Mi tío tenía ocho años cuando se perdió en el bosque. Pasó una noche entera a la intemperie, enfermando primero y muriendo al cabo de un par de años. Durante ese tiempo de padecimiento, mi tío, el hermano de mi abuela, fue recopilando devocionarios y en su interior guardaba montones y montones de estampitas de santos, que ahora yo poseo. Siempre pensé que sabía cual sería su final y que se estaba preparando para ello.
Mi abuela se encontró esa llave siendo muy niña y la llevó pegada al pecho durante muchos años. Se colgó esa llave alrededor del cuello porque su hermano no tuvo tiempo para amar ni ser amado y su madre jamás lo hizo, al menos de una forma sana para el ánima. Era la llave que custodiaba su corazón, al menos así se sentiría segura.
Cuando conoció a Julián, mi abuelo, todo cambió y su regalo de bodas fue precisamente aquella llave que le entregaría sin miramientos. Continuaron los tiempos de hambruna y de miseria, pero a mi abuelo le gustaba el buen beber, tal vez demasiado y de vez en cuando se le iba la mano hacia aquella mujer que le había entregado su don más preciado sin pedir nada a cambio, tal vez un mínimo de respeto. Aun así el amor reinó en sus vidas hasta que mi abuelo murió de cáncer de piel a los 74 años. Entonces, a Vicenta se la partió el corazón en dos, y volvió a tomar posesión de su llave, que curiosamente aún tiene colgada en el pecho. Digo curiosamente porque a raíz de ese fatídico día, donde “Muerte” vino a visitarnos, la diagnosticaron Alzheimer. Creo que aquella llave tuvo algo que ver, la ayudó a olvidar y no recordar, pues aquello resultaba muy doloroso de soportar.
Ahora tiene 94 años, sólo espero que el día que haga las maletas para su último viaje, me entreguen aquel amuleto que posee parte de su alma, yo también quiero poder amar así algún día. ¿Y porque yo?, se preguntarán, porque nadie ha sabido entenderla tanto como su nieta, porque somos las únicas bohemias que han existido en la familia “Marchena”.
Midiva
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